miércoles, 25 de mayo de 2016

Noticias: Calambur en la Feria del Libro de Madrid

Ya tenemos el calendario de firmas de la Feria del Libro de Madrid. Contaremos con Antonio Hernández, Juan Carlos Mestre, Olga Muñoz Carrasco, Esther Ramón, María Jesús Zamora y Jorge Riechmann. ¡Os esperamos!


Noticias: Reseña de "El reverso de la historia", de Jordi Ibáñez Fanés, en Quimera, por José Antonio Vila








¿Para qué las letras?
(El reverso de la historia de Jordi Ibáñez Fanés)


Quimera, 390, mayo 2016
José Antonio Vila 

Jordi Ibáñez Fanés es un personaje bastante conocido en el mundo intelectual de Barcelona, pero creo que menos fuera de él (cosas de la insularidad catalana, supongo), hombre de talante irónico y escritor de trayectoria discreta pero muy sólida, escribe poesía en catalán, es autor de una novela notable La vida en la calle (2007), y de varios ensayos, entre los que destaca el interesantísimo Antígona y el duelo, a caballo entre la reflexión estética y la filosofía moral. De algunas líneas temáticas de ese libro de 2009 surgen muchos de los planteamientos que recoge El reverso de la historia, ensayo en forma de dietario y con el que comienza su andadura «Criterios», la nueva colección que la editorial Calambur dedica a la prosa de ideas. El libro trata de la crisis de las humanidades, y más específicamente de la crisis de las facultades de letras, ¿cuál es el sentido de las humanidades, cuál puede ser su utilidad en la enseñanza superior, y, en última instancia, qué pueden aportar a la sociedad en su conjunto? El reverso de la historia no es un ensayo convencional, sino que se trata de un libro en el fondo autobiográfico, escrito desde el yo y articulado sobre la experiencia de la primera persona (y que se completa con tres estudios sobre el gusto, el mal y el «final de la historia» que sirven de colofón en el último tercio de la obra), es el libro de un pensador y profesor de universidad que reflexiona sobre la función de los libros –filosofía y literatura- en nuestras vidas, sobre el modo en que problematizan pero también enriquecen nuestra existencia. Es un ensayo que nace también de una frustración personal: su dimisión, tras año y medio en el cargo, como director del Departamento de Humanidades de la barcelonesa Universidad Pompeu Fabra, dieciocho meses de obstáculos y bloqueos debidos al vicioso círculo de intereses, intrigas y politiqueos «que lo enredaban todo y convertían todo esfuerzo en un juego agotador y penoso» (un mal que, sospecho, no es privativo de este centro de enseñanza sino que se da, en mayor o menor medida, en todas las universidades, por lo menos en las españolas).  
            Ibáñez Fanés se plantea el problema de la vocación intelectual en el contexto de la crisis contemporánea, crisis económica en la superficie, pero política y moral en lo más profundo como sugiere el autor en el texto, el tiempo de la historia que nos ha tocado vivir y que ha sacudido particularmente el ámbito de la cultura. Asediadas por la lógica economicista, el imperativo de la productividad a ultranza y el culto a lo técnico-científico como única forma de instrucción, las humanidades, o letras, corren el riesgo grave de verse como algo residual, ornamental, o, en el peor de los casos, un hobby de segundo orden que no puede competir con los entretenimientos del mainstream, los que proporcionan las pantallas (de ordenadores y televisores) y los grandes fastos del deporte (sospechosamente, los nuevos gurús de la economía y la política son muy aficionados a las metáforas deportivas, como Ibáñez Fanés señala con gracia y acierto). Es necesario volver a dotar de sentido a las humanidades, o letras, aunque eso implique, como hace el autor, no renunciar a preguntarse por el sentido de lo que hacemos, ni acabar de despejar la sospecha de la ausencia de ese sentido. El libro no tiene un tono sermoneador, ni deliberadamente nostálgico como el de Jordi Llovet en Adiós a la universidad (2011), sino vibrante, a veces divertido pese a la seriedad de los temas que se abordan, no da respuestas fáciles ni disimula sus perplejidades, es rico en sus referencias, de una cultura deslumbrante pero jamás exhibicionista, en el que, por ejemplo, se enlaza la pulsión ética de Hannah Arendt con brillantes interpretaciones de novelistas tan dispares como Balzac o el marqués de Sade, y su lectura nos propone «avanzar como si sólo nosotros estuviésemos despiertos, en medio de un mundo de sonámbulos», tal vez para buscar nuestro espacio en este reverso de la historia. Y quizá construir, sin utopismos, sociedades un poquito mejores de las que tenemos.



martes, 24 de mayo de 2016

Noticias: "El reverso de la historia", de Jordi Ibáñez Fanés, en El País, por Félix de Azúa




                                                   Inhumanos
En estas elecciones debe darse prioridad absoluta a los programas educativos de cada partido


Félix de Azúa
10/5/2016

La liquidación de las humanidades en la educación española no es sólo un error atribuible al mercantilismo obsesivo, es, además, un modo de desarmar a la población más desamparada. Como escribe Jordi Ibáñez en su extraordinario estudio El reverso de la historia, la política educativa española, “no es que sea ni torpe ni mala, sino directamente estúpida y malvada” (161). Y ello es así porque sólo tiene dos caras: los grises tecnócratas adornados de un cinismo compasivo, o los cínicos ilusionistas que acomodan su discurso a la fabricación oportunista de una mayoría social (237). En ambos casos se destruye la posibilidad de que la cultura humanista enseñe “a pensar críticamente con un pensamiento no orientado a fines meramente profesionales o técnicos” (141).

Ibáñez cree, como su colega Jordi Llovet y en palabras de Lévi-Strauss, que la universidad “se ha entregado a la inevitable coalición entre el infantilismo de las masas estudiantiles y el corporativismo de los funcionarios” (277). El resultado es el adocenamiento y la degradación educativa. Ibáñez, buen kantiano, cree en la función esencial de una educación ilustrada. Justo lo contrario de lo que expone la derecha socialista la cual acusa de “desfachatez” a quienes rechazamos la situación mientras ellos se acunan en un ávido conformismo.

En estas elecciones debe darse prioridad absoluta a los programas educativos de cada partido. Parecen iguales, pero las exclusiones se ocultan bajo máscaras ideológicas como “integración”, “normalización”, “sexismo” o “laicismo”, meros placebos frente a un problema pavoroso: en 2003, de cada cien hombres veinte eran analfabetos funcionales. De cada cien mujeres, treinta (295). ¿Y hoy? Muchos más.


Véase también http://elpais.com/elpais/2016/05/09/opinion/1462809524_656001.html

Novedad: Viento variable, de Antonio Hernández

Ya en Calambur, Viento variable, de Antonio Hernández, premio Nacional de Poesía 2014:



Tras el excepcional Nueva York después de muerto (Premio Nacional de Poesía y Premio de la Crítica), Antonio Hernández pasea por sus geografías cotidianas, Madrid y Cádiz, desde las que, fervoroso y escéptico a un tiempo,tiende puentes a una multitud de facetas de la realidad y de la conciencia. Para cumplir estos recorridos, Viento variable se hornea como un hojaldre que, en sus diversos estratos, lleva del poema individual, y su anécdota, a los niveles más elevados de sentido, generados en el diálogo, afirmación y conflicto, entre sus diferentes partes. Brilla aquí la poesía
total que Hernández persigue desde sus inicios y en la que se dan cita la realidad y el misterio, lo narrativo y lo simbólico, lo prosaico y lo lírico; con recursos de una polifonía de géneros —periodismo y teatro, ensayo y cine, cuento y aforismo—; fundido todo en virtud de un único tono poético —hecho de modulaciones y contrastes, de una original imaginación poética y de cierta tierna ironía—, que es sostén y logro mayor del libro.Un mosaico de temas ordena, de manera fluida, la
obra: paisajes naturales y urbanos, con sus equívocas faunas; el palimpsesto de la familia y la infancia; la solidaridad ante los desfavorecidos; el amor que pasa y aún vuelve; irónicas reflexiones
de postrimerías; la soledad, el destino… Y la poesía, heterogénea como la vida, viento variable que a un tiempo conduce y extravía, acuna y solivianta, grita y susurra, mas, al cabo, consuela y reconcilia:


                                        Cuando todo sea definitivo,
                                       ¿habrá un lugar para la Poesía?
                                       ¿Se habrá salvado un ala de Carducci,
                                       de Hölderlin, de Heine, de Rilke?
                                      ¿Sobrevolará el crepúsculo de Bécquer?
                                      ¿No me harás señas tú?
                                       Pero hoy vuelven eternamente las golondrinas.

lunes, 23 de mayo de 2016

Noticias: presentación "Cráter, danza", de Olga Muñoz Carrasco, en Madrid



El pasado sábado 21 de mayo se presentó en la Librería Enclave de Madrid, el último poemario de Olga Muñoz Carrasco, Cráter, danza. La autora estuvo acompañada por la poeta Esther Ramón (Morada, Calambur, 2015) y el director literario de la colección de Poesía, Emilio Torné.

¡Gracias a todos por acompañarnos!








miércoles, 18 de mayo de 2016

Noticias: Entrevista a Amelia Gamoneda por la Librería, por la Librería Cazarabet


LA EXQUISITEZ EN LA PLUMA Y EL TRAZO DE ANTONIO GAMONEDA, SE DAN CITA EN UNA ANTOLOGÍA QUE TIENE A LA NIÑEZ ENTRE EL JUEGO DE LA PALABRA Y AQUELLO QUE HIERVE ENTRE EL POETA Y SU INTERLOCUTOR, EL LECTOR.

LA SELECCIÓN CORRE A CARGO DEL CUIDADO DE UNA DE LAS PERSONAS QUE LE PUEDE CONOCER MÁS , SU HIJA, AMELIA GAMONEDA LANZA.


Cazarabet conversa con Amelia Gamoneda:

-Amelia, no debe de ser tan sencillo el encargarse de la edición de la obra de una persona, tan íntimamente ligada a una como es tu padre. Explícanos…

-Lo importante para hacer una antología es la familiaridad con la obra, no con el poeta. Yo tengo las dos familiaridades: mejor que mejor.

-Dinos, ¿por qué te decides a dar este paso: seleccionando los poemas y realizando el prólogo?.Supongo que la selección debió de ser un proceso arduo y difícil

Emilio Torné, el director de la colección de Calambur, me hizo el encargo. La selección y el prólogo fueron un trabajo. Pero un trabajo gozoso (algo que en sí es una paradoja).

-¿Qué tiene de particular el Antonio Gamoneda como poeta…?


-Que es muy exigente con su propia escritura.

-Os viene un poco de familia esto del amor a las letras, a los poemas…lo digo por tu abuelo paterno
-Sí, mi abuelo era poeta y periodista. Yo prolongo modestamente esa veta familiar.

-En este libro, en esta antología de poemas amiga Amelia te has acercado y nos acercas a todos al Antonio Gamoneda que vuelve la vista atrás…al período de la niñez ¿Por qué?


-Esa es una edad de mi padre que obviamente yo no conocí. Y por tanto es la más misteriosa para mí.

-Aunque nunca dejamos, ni como humanos ni como poetas, de ser niños de “vivir en cierta burbuja de aquellos años atrás…”…para bien y, también supongo para mal…porque en la niñez hay y se suceden hechos positivos, pero también experiencias negativas….

-En la niñez se forja lo esencial de nuestra sensibilidad, eso es lo importante para nuestra vida.

-¿Te reconoces en los poemas o en algunos de estos poemas del Gamoneda que remira a la “niñez”?


-Sí, pero más bien reconozco lo que de mi padre hay en mí.

-La prosa poética toma en la pluma de Antonio Gamoneda más de una dimensión…la reflexiva, la de una mirada inquieta, la que se resiste a desmembrarse de, este caso, de la niñez; y la de llegar al lector de una manera tan diferente y diferencia como amena… ¿Qué nos puedes comentar?


-Todos los textos de esta antología pintan muchos tonos de la niñez, pero también muchos tiempos en los que se aloja la niñez: su vivencia, su recuerdo, su proyección en los otros.

-El hecho de ser escritor autodidacta le proporciona a sus poemas y a su prosa poética en torno a la niñez rasgos diferentes o que debamos de tener como en cuenta? Es, no sé…quizás me lo parezca como una poesía más libre…

-He evitado voluntariamente la distinción entre verso, poema no versal y prosa en esta antología. Para que el lector transite por las diversas formas de la obra de mi padre reconociendo resonancias entre todas ellas. En cierto modo hay un hilván narrativo entre todos los fragmentos.


-Este año tu padre cumple diez años del Premio Cervantes. ¿Qué recuerdas del día en que se le comunicó este galardón?; a veces los reconocimientos, como cualquier cosa que nos pase en la vida nos influye como seres humanos, pero también en nuestra faceta profesional. ¿Le ha influido a tu padre el haber recibido este galardón?

-De aquel día lo que más recuerdo –además de la alegría– es la preocupación por organizarnos para atender a muchos e imprevistos requerimientos de los medios de comunicación y de los amigos. Sí, un premio como el Cervantes cambia mucho la vida de una persona de manera repentina. Luego las cosas se van calmando...

-En la actualidad, personalmente, soy de las que piensa que vivimos tiempos muy buenos, y desde hace muchos años, en torno a la poesía...se hace, se compone, se reflexiona y se destila en blanco sobre negro una excelente poesía en todos los campos y estilos (una cosa es que un estilo te guste más que otro), pero, creo, hay un nivel excelente. ¿Qué nos puedes decir?

-La poesía se suele mover históricamente entre dos polos: el del discurso comprensible y de representación y el de la búsqueda de los márgenes de representación y sentido del lenguaje. Cuando el péndulo va hacia el primer polo –como ocurre actualmente– se integra mejor entre los discursos que la sociedad y sus medios promocionan, y la poesía consigue tener más lectores y más practicantes. Es una opción. A mí me interesa sin embargo más la interrogación sobre los márgenes del lenguaje.

-De todas formas, comentando un poco los poemas de Antonio Gamoneda… no sé, me da que son o están un poco como “tintados” por la tristeza, por las amargas circunstancias y los tiempos que le tocó vivir, incluso por la muerte…y que eso, de manera irremediable, lo traslada a su obra. Explícanos.

-Es cierto. La biografía no siempre se traslada como relato a la poesía, pero sí aparece en ella de manera fragmentaria y, sobre todo, tonalmente. Para una obra que acompaña a la vida esa contaminación es inevitable.






Niñez. Antología. Antonio Gamoneda. Selección y prólogo de Amelia Gamoneda
153 páginas
15.00 euros
Calambur



Un extracto del prólogo:

“MITOLOGÍA ÍNTIMA”

Por AMELIA GAMONEDA LANZA

La niñez es un tiempo mítico personal donde se origina el yo capaz de hablar de sí mismo, donde su prehistoria cede el paso a una historia que le concierne. Contar la propia infancia reconstruye hacia atrás el tiempo, echa el ancla en el pasado, en un cierto mundo físico, mental y afectivo. Pero, como todo mito, la niñez pervive más allá de su momento, impregna la vida entera, y contarla supone también un modo de hablar del presente. Cuando, además, quien relata es de nuestra misma sangre, buscamos en esa narración algún efecto de espejo: la niñez tiene entonces un poder performativo que sobrepasa a su relator y se adentra en el futuro, reforzando así los lazos de la herencia biológica. Estos tres tiempos de palabra en torno a la niñez organizan esta antología.

En nuestra cultura, la voz autobiográfica de la infancia suele estar precedida de otras más antiguas. Y en lo que respecta a mi padre, el relato fue transmitido en primer lugar por la voz de una abuela que se dirigía a sus nietas. Mi abuela –a quien la guerra había hecho perder todos los bienes materiales y muchas de las relaciones que la vinculaban a su familia– nos presentaba los contenidos de su memoria personal como entregándonos un secreto en custodia. Poca cosa más poseía. No sé si contaba bien, pero sí sé que dramatizaba sus relatos como si los reviviera. No buscaba entretenernos: nos sobrecogía con su palabra repetitiva y a menudo elíptica, que no siempre entendíamos. Creo que narraba más por necesidad que por gusto: no recuerdo que nos contase cuentos infantiles.


(…) Sobre aquel relato dulcificado –y acotado por el secreto– vinieron a posarse después otros estratos que pertenecen ya a la voz autobiográfica. La lectura de Blues castellano me descubrió los tintes de la pobreza, Lápidas me abrió los ojos a la gélida claridad que la infancia de mi padre presta a toda su obra. De manera lenta a través de los años, fui sabiendo por sus libros lo que él quería contar de su niñez. Nunca se ha explayado mucho más de manera oral: seguramente tampoco se lo hemos preguntado. Hay, por ejemplo, episodios importantes de Un armario lleno de sombra de los que yo nunca tuve noción. Quiero decir que, desde el punto de vista de la información, mis ventajas de hija-antóloga son más limitadas de lo que cabría suponer.

(…) Y, en lo que concierne a mi padre, esta antología contiene los gestos de la donación hecha. En su tramo final aparecen poemas en los que se refiere o se dirige a las niñas que han sido sus hijas y nieta. He titulado esta parte “En otro pensamiento”, pues tal es la fórmula que el poeta utiliza para describir su permanencia en los seres amados. Al hablar de ese legado de presencia, mi padre elige el pensamiento de una niña como su refugio futuro; no ha de extrañar pues que, en trueque afectivamente equilibrado, la niñez de mi padre pertenezca también al pensamiento de sus descendientes.

Esta antología tiene dos partes más que preceden a la ya mentada. En la primera –“Manos, balcones”– mi padre evoca su niñez: un crisol de frío y miedo, de tristeza y ternura, de desdicha y claridad desolada. No pretendo en estas páginas reconstruir su narración –por lo demás ya servida con detalle en Un armario lleno de sombra– y por eso no propongo un exhaustivo recorrido de episodios reconocibles. Pero sí busco una cierta mirada que dé a percibir centros de gravedad emocionales, sensitivos, pulsionales, de pensamiento… La manos –son las manos de mi abuela– aparecen como grandes paréntesis protectores que abren y cierran este relato. Los balcones son los lugares desde los que la niñez se asoma a espectáculos que no pertenecen a su edad y que llevan consigo descubrimientos graves. Hay más atmósferas que episodios, más palabra interiorizada que presentación del vecindario, menos personajes que paisajes. Y, puesto que no hay niñez sin aprendizaje, cumple hacer algún inventario: el aprendizaje de la lectura, el de la crueldad, el del miedo, el de la melancolía… Son también muy perceptibles los dos espacios en los que se resuelve la infancia: la ciudad y el campo que la circunda, entramados por un extrarradio inhóspito donde de pronto puede destellar la belleza. Pero la arteria fundamental de la infancia es un barrio de la periferia urbana: allí fluye tumultuosa la vida bajo sus formas más míseras y despiadadas.

(…) Si la segunda parte de esta antología lleva el título “El resplandor en la sombra” es porque esta fórmula poética se repite extrañamente en la mención de la presencia que la niñez tiene en la vida adulta del poeta. Ha sido para mí una sorpresa verla así reiterada –con la variante de “el resplandor y la muerte” u otras afines– en los textos que yo elegía para articular la que ya no es memoria sino reflujo e incorporación de la niñez en el curso de otra edad. En su síntesis de oxímoron, “el resplandor en la sombra” traduce a términos luminosos la experiencia de la coalescencia de la vida y la muerte. Que la infancia sea esto en la edad adulta o en la provecta significa que se la toma muy en serio, que no había en ella ningún ser banal, inconsistente o ajeno a uno mismo del que renegar o distanciarse. Tal vez por eso mi padre no ha hablado nunca de su infancia en términos coloquiales.

De hecho tampoco lo hace con las infancias ajenas. Él tiene de las de sus hijas y nieta un pequeño repertorio de momentos cargados de intensidad emocional que, a su manera, también contribuyen a crear nuestros mitos niños. Mi corta memoria de la infancia recibe este suplemento, que no es tanto de cantidad como de cualidad: la cualidad de ser objeto de relato. Que la palabra de otro se haga así cargo de uno es un regalo –un regalo que, bien es verdad, a menudo hemos de agradecer pareciéndonos a lo que de nosotros se ha dicho. La creación de una mitología íntima de niñez enriquece y obliga. Y yo creo que esto sucede también cuando la narración es autobiográfica. Creo, en suma, que mi padre a través de su obra hace ese gesto de fuerte control sobre sí mismo: dar voz a una memoria de niñez que le ha obligado a ser un adulto a su imagen y remembranza.

martes, 17 de mayo de 2016

Reseña: "Morada", de Esther Ramón, en el Cultural de El Mundo


Morada

Esther Ramón

Calambur. Madrid, 2015. 100 páginas, 10€

FRANCISCO JAVIER IRAZOKI | 13/05/2016 |


Esther Ramón. Foto: Círculo de Bellas Artes.

Esther Ramón (Madrid, 1970), profesora de escritura creativa, ha dirigido un programa de radio dedicado a la poesía. Sus textos han sido incluidos en diversas antologías. Es autora de siete poemarios publicados.

Las cuarenta y dos composiciones del libro Morada están distribuidas en tres apartados. Ninguna de ellas lleva título. El primero de los poemas ya transmite la atmósfera del conjunto. La escritora describe un mundo inacabado e inestable. En él, la luz está guiada por las sombras. Entre derrumbes, señales de arcilla y letras rotas, se nos habla de vínculos que desconocíamos. Vivimos en las raíces enfermas de un olmo. El gusano que levanta su cabeza antes de morir es también nuestra casa. Objetos desaparecidos y seres que huelen a piedra cavan en los paisajes. Muros, agujas y ruedas forman el decorado de quienes deciden “abandonarse al caballo / herido de la música”.

La poesía de Esther Ramón no abarca sólo un surrealismo liberador. Las tres secciones de la obra (“Excavación”, “Velocidad”, “Piedra de agua”) contienen una escritura diáfana y de múltiples significados. En sus páginas, las poderosas imágenes muestran pulsiones variadas. La hormiga, el lobo, la araña y la serpiente comparten los espacios con el espino, la baldosa y el cristal. Existe una asociación de deseos que avanzan. Como si la etiqueta fuese una cáscara superflua, los lugares y personas carecen de nombre. El agua aparece de manera casi obsesiva en el libro. Leemos: “He tomado con vértigo / los cabellos del agua, / los he trenzado / sin mojarme”. Y la poeta concluye: “Me inunda al caminar / una blanca hemorragia”.

La escritora crea un entramado poético con las estancias de una vivienda. Cita goznes, tinajas, llaves, vaivén de cortinas. En el exterior, troncos que susurran, depredadores, resuellos, brasas, crujidos, rozaduras de reptiles. ¿Cómo concilia Esther Ramón tantos elementos dispares? Su uso certero del lenguaje contribuye a una expresión natural. Menudean las conexiones insólitas, pero el poema no deja de fluir a favor del lector.

Los versos de Morada son columnas delgadas que a menudo sólo encierran dos, tres o cinco vocablos. Con tan escueto material, nos comunican realidades complejas. Terminada la lectura, tenemos la impresión de que Esther Ramón ha construido un laberinto que nos transparenta.


Veáse también en http://www.elcultural.com/revista/letras/Morada/38074

Noticias: Presentación "Panga Rilene", de Juan Tomás Ávila Laurel, en Barcelona

El jueves 12 de mayo se presentó en la Biblioteca de la Vila de Gràcia la nueva obra del autor guineano Juan Tomás Ávila Laurel, Panga Rilene. El autor estuvo acompañado por la escritora Remei Sipi. ¡Gracias a todos por acompañarnos!




Noticias: Presentación de "Morada" en Valencia

El día 11 de mayo nuestra poeta Esther Ramón presentó su Morada en la Librería Bartleby de Valencia. La autora estuvo acompañada por Teresa Garbí. ¡Muchas gracias a todos los que nos acompañasteis!



martes, 10 de mayo de 2016

Reseña: "Niñez", de Antonio Gamoneda. Por Verónica Viñas en El Diario de León


El niño que persigue a Gamoneda



A Gamoneda siempre le ha perseguido la niñez. Partiendo de esa premisa y del encargo de hacer una antología que la editorial Calambur encomendó a su hija Amelia —profesora de Literatura Francesa y autora de ensayos como Marguerite Duras. La textura del deseo— llega ahora Niñez. El autor de Lápidas, «sin escurrir el bulto», prefiere ceder todo el protagonismo del libro a su hija. «Fue ella quien escogió los textos que estaban en otro contexto y los ordenó a su manera, que no es casual, sino siguiendo un proyecto significativo. Seguramente, no sólo ha buscado mi niñez», asegura el premio Cervantes leonés.

«El editor me propuso hacer una antología de mi padre y yo decidí el asunto y el enfoque», cuenta Amelia. «Hablar de la niñez de mi padre tenía sentido no sólo porque soy su hija, sino porque tiene suficientemente escrito y porque es una época que ha marcado su poesía y su vida». Y se remonta la autora de Niñez a la abuela, la mujer que huyendo de la Guerra Civil recaló en un León terrible y represivo con un pequeño que vería desde el balcón de su casa del Crucero desfilar a los presos camino del campo de concentración en que se convirtió San Marcos. «La niñez de mi padre era, en su boca, una colección de escuetas escenas... Para ella su hijo era un absoluto sin adjetivos, un ser blanqueado como un ángel por el amor materno», anticipa en el prólogo.

Amelia monta un sistema de recurrencias que permiten al lector deslizarse de unos textos a otros, de Lápidas a Edad o Un armario lleno de sombra. La hija de Gamoneda tira de un hilo que le conduce hasta «esa desconocida niñez» del padre.

Reconoce que hay episodios en Un armario lleno de sombra de los nunca había tenido noción. «Quiero decir que, desde el punto de vista de la información, mis ventajas de hija-antóloga son más limitadas de lo que cabría suponer». A pesar de conocer profundamente tanto al hombre como al escritor, ha hecho Amelia otro descubrimiento: «Hay más reflejos de él en mí de lo que esperaba».

La autora ha dividido el libro en tres partes: "Manos, balcones" (manos de la madre y balcones del niño que se asoma al mundo), donde hay más atmósferas que episodios; "El resplandor en la sombra", que alude al recuerdo siempre presente que la niñez tiene en la vida adulta del poeta; y "En otro pensamiento" o la permanencia del poeta en los seres amados.


                                                                                                                Verónica Viñas
                                                                                                               

Véase también en http://www.diariodeleon.es/noticias/cultura/el-nino-persigue-gamoneda_1066573.html

viernes, 6 de mayo de 2016

Novedad: "Cráter, danza", de Olga Muñoz Carrasco



Se alza el cráter tras la caída del meteorito y hay que reconocer el nuevo territorio. Convertido en desierto o en planicie nevada, la perforación dejó el paisaje abierto. Todo resbala por la gran fisura que es el cuerpo. Cuerpo intervenido, desollado, abismo de carne convaleciente. Tras el estrago comienza el baile. El movimiento se asoma al vacío en busca de ese lugar intacto que en verdad existe, donde alguien aguarda desde siempre. Atrevimiento de un cuerpo corroído y luminoso en el deseo, danza de quien cae a solas.
                                                                 Cráter, danza, de Olga Muñoz Carrasco

¡Ya en librerías!