lunes, 24 de octubre de 2016

Novedad: Picasso en el burdel, de José Luis Calvo Carilla


Ya en librerías Picasso en el burdel, de José Luis Calvo Carilla, un ensayo imprescindible sobre la vanguardia antes de la vanguardia.



Picasso encontró en cubismo en un burdel de la calle Aviñón de Barcelona; ciertos escritores españoles prefiguraron intuitivamente el futurismo; Baroja practicó un futurismo no aprendido; entre Freud y Ramón y Cajal hubo un duelo silencioso y desigual; el Dr. Ruiz propuso una «ética del entusiasmo» para combatir el mal de siglo; Gómez de la Serna extrajo sus ideas de los juegos de sociedad; la estética «robótica» e los Ballets Rusos injertaron el fogoso duende del flamenco. Estas premoniciones ilustran cómo una vanguardia sociológica precedió, en vísperas de la Gran Guerra, la gran eclosión de las vanguardias europeas. Con el aderezo de instantáneas, anotaciones y breves chispazos reflexivos, los capítulos de este ensayo despliegan con agilidad un abanico de novedosas interpretaciones que perfilan la existencia de esa «vanguardia antes de la vanguardia» de que habló el dadaísta Richard Huelsenbeck.

Novedad: Eros y amistad, de David T. Gies

Llega el tercer título de Selecta Philologica, Eros y amistad, de David T. Gies, un sugerente ensayo sobre la cultura y la literatura de los siglos XVIII y XIX.


Entre los temas más candentes de los siglos XVIII y XIX en España (los tiempos de la Ilustración, el Neoclasicismo y el Romanticismo) se cuentan el amor (eros) y la amistad. Desde Cadalso, Forner, Cienfuegos y Moratín padre hasta Pacheco, Asquerino y Zorrilla, los autores más prestigiosos de época se preocupan por las relaciones humanas, tanto en su forma más inocente y social (la amistad) como en su vertiente más escabrosa (el incesto y la pornografía). Meléndez Valdés, el fino poeta de la segunda mitad del dieciocho, capta en sus versos una profunda sensualidad erótica que convirtirá a objetos domésticos, como una paloma o un perrito, en elementos cargados de un fuerte erotismo. Contrastamos estos sugerentes poemas con los conocidos cuadros de Boucher, Watteau y Fragonard. Asimismo, Don Juan Tenorio, el famosísimo calavera de Zorrilla, no termina sus escapadas en 1844 (año del estreno del original) sino que sigue viviendo en obras paródicas del mismo siglo, en una versión escandalosamente pornográfica y luego en versiones fílmicas del siglo XX, cuando se convierte en estrella de cine en películas dirigidas Mercero y Barrera.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Noticias: Presentación de "Memorias de un perro iraquí", de Abdul Hadi Sadoun, en el Centro Cultural La Corrala, Madrid

El pasado día 15 de septiembre presentamos en el Centro Cultural La Corrala el libro Memorias de un perro iraquí, de Abdul Hadi Sadoun.
Al autor estuvo acompañado de María Jesús Zamora Calvo (profesora titular de la UAM), Rafael Soler (escritor) y Noemí Fierro (traductora de la obra). Muchas gracias a todos los asistentes que nos acompañasteis en esta especial velada.












lunes, 26 de septiembre de 2016

Reseña: El piano del pirómano, de Ángel Antonio Herrera, por Julia Sáez-Angulo

                                                                                                                                                            Julia Sáez-Angulo
El periodista y poeta Ángel Antonio Herrera es el autor del poemario El piano del pirómano, publicado por editorial Calambur. Ejerciente del periodismo literario en agudas y bellas columnas de periódicos y revistas, la escritura de Herrera rezuma poesía por su visión profunda y capacidad de metáfora, no exentas de ironía.

“Acabé por encontrar sagrado el desorden de mi espíritu”. Con esta cita de Arthur Rimbaud, se abre el libro de Ángel Antonio Herrera (Albacete, 1965) –residente en Madrid-, que añade el verso de Vicente Huidobro: “los verdaderos poemas son incendiarios” y el de Federico García Lorca que dice: “Qué serafín de llamas busco y soy”.

“Sé que lo mejor duerme en desvanes, hablo a la lluvia de las cosas incontables que no saben que no existes”, dice en uno de sus poemas (…) me sucede la intuición del desconsuelo y la molienda de la melancolía”.

El poemario El piano del pirómano fue galardonado con el primer premio de XXIX certamen internacional de Poesía Barcarola, donde el jurado estuvo presidido por Félix Grande y compuesto por Luis Alberto de Cuenca, Marcos Ricardo Barnatán, Javier del Prado, Antonio Lucas y José Manuel Martínez Cano.

“Estoy violentamente a favor de un susto de un xilofón, sépalo claro el anhelo, rotundo sépalo también la ciega cordura./
Aquí lo firmo, porque tuve tanto alterne con el demonio del daño como con las bujerías del júbilo escritas o de otra atmósfera”, son algunos de sus poemas”.

Belleza de palabra y de pensamiento. Belleza de poesía. El poemario El piano del pirómano es un buen gran libro.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Entrevista en El Cultural a Abdul Hadi Sadoun, autor de "Memorias de un perro iraquí", por Javier Yuste

El Cultural, 16/9/2016

                                             Por Javier Yuste


Abdul Hadi Sadoun (Bagdag, 1968), escritor e hispanista afincado en Madrid desde 1993, sentía la necesidad de purgar los dolorosos recuerdos de su vida en Irak a través de la literatura. Las atrocidades de la guerra, de cualquier guerra, aunque en su caso acotadas a la primera guerra del golfo, acontecimiento que sufrió realizando el servicio militar, dejaron una mella imborrable en su recuerdo, con familiares y amigos perdidos en el sinsentido de la muerte y el asesinato. Incapaz de utilizar su propia voz, o la de un trasunto de sí mismo, se decidió a narrar los sinsabores de la guerra a través de las experiencias del perro Líder, un galgo afincado a orillas del Tigris, cuyo dueño es un maestro de Lengua y Literatura que representa la truncada esperanza de una democracia real para el país. Relato crudo y doloroso, que no deja apenas espacio para la esperanza, el escritor iraquí realiza un sentido homenaje a unos de sus escritores más queridos, Miguel de Cervantes, que en una de sus novelas ejemplares, El coloquio de los perros, ya humanizaba a dos canes, Cipión y Berganza, los guardianes del Hospital de la Resurrección de Valladolid. Hablamos con Abdul Hadi Sadoum, también poeta y traductor, de su experiencia en Irak, de la influencia de Cervantes y la novela picaresca en su literatura y de la situación que atraviesa Irak en estos momentos, en lucha por erradicar al Estado Islámico de su territorio.

Pregunta.- ¿Cómo le surgió la idea de contar los episodios más tristes de la historia reciente de Irak a través de un perro?
Respuesta.- En la novela queda explícita la gran influencia de Cervantes y de El coloquio de los perros en este libro, pero había más motivos para utilizar a un personaje como Líder. He estado mucho tiempo sin escribir nada sobre Irak, solo algunos cuentos cortos, y quería abordar literariamente el Irak moderno. Es un tema muy importante para mí, y no encontraba verdad utilizando la voz de un ser humano. Por eso establecí este juego literario en el que el narrador es un perro, un ser neutral pero a la vez cómplice y participante.

P.- ¿De esta manera son más digeribles para el lector las desgracias que provoca una guerra, utilizando la voz de un perro?
R.- Exacto, nos permite mirar la realidad de otra manera. En Irak ha surgido en los últimos años una importante generación de novelistas que escriben sobre lo que ocurre desde el punto de vista humano. Sin embargo, a mí el perro me facilitaba unos ojos neutrales para contemplar lo que hace el ser humano en Irak. Por otro lado, hay una intención de impactar con este punto de vista, pero es un juego literario.

P.- Líder es un perro con unas capacidades especiales…
R.- Ha vivido en Irak el tiempo de la dictadura y la guerra. También ha tenido la suerte de ser el perro de un maestro de Lengua y Literatura, que le enseña inglés, español... Líder entiende lo que hay en los libros y además es un perro libre de pensamiento gracias a las ideas de su maestro sobre política, economía, sobre la situación del país… Es un perro intelectual en tiempos de guerra.

P.- Incluso llega a hacerse vegetariano…
R.- Es una reacción a lo que ve. También a lo que hace el ser humano, actividades como la caza en la que él ha participado. No es un perro inocente ya que se mete en peleas e incluso mata, y también ve derramarse la sangre de sus seres queridos. Llega un punto en el que entiende que la sangre no lleva a ninguna parte y la rechaza.

P.- Usted vivió la primera Guerra del Golfo… ¿Es este libro su manera de enfrentarse a aquellos recuerdos?
R.- Sí, era una manera de apaciguar mis pesadillas. Mi generación vivió su infancia durante la guerra de Irak contra Irán y la adolescencia y juventud durante la Primera Guerra del Golfo. Yo hice el servicio militar durante la invasión del ejército de Sadam a Kuwait y después vino la Guerra del Golfo. Tuve suerte porque no me metí en batallas directamente, pero sí serví en el ejército iraquí y vi toda la barbaridad que puede llegar a cometer un ser humano. Viví un tiempo de absoluto caos en mi país y estuve a punto de conocer la muerte. Mi hermano murió en la guerra y también muchos amigos. Necesitaba explicar lo que nos ocurrió a todos nosotros.


La influencia de Cervantes y la novela picaresca

P.- ¿Cree que existe una tradición de novelas protagonizadas por perros?

R.- La novela moderna llegó a los países árabes a principios del siglo XX, solo teníamos tradición de narraciones y cuentos al estilo de Las mil y una noches. En el mundo árabe es la primera vez que un perro es protagonista, aunque alguno ha habido en poesía o teatro. También hubo un escritor palestino que escribió las memorias de una gallina para trasmitir la experiencia de ser palestino bajo la ocupación a mediados del siglo XX. Sin embargo, el perro es protagonista en muchas novelas en la tradición europea occidental, algunas magníficas como la de Cervantes.

P.- ¿En qué sentido es este libro un homenaje a Cervantes y su El coloquio de los perros?
R.- Cervantes ha influido mucho en todo lo que he escrito y también en todas mis lecturas. Todos mis amigos saben que leo El Quijote una vez al año, al menos algunos episodios y capítulos. Pero simplemente es un homenaje, no quería entrar directamente a imitar la novela ejemplar de Cervantes.

P.- Por ese carácter episódico, por las penurias para lograr la subsistencia... ¿Hay algo de novela picaresca en este libro?

R.- Sin duda. En la tradición árabe tenemos muchos cuentos y narraciones antiguas de este estilo y después está la literatura española con El Lazarillo, El Buscón… En este libro he utilizado muchas técnicas pertenecientes a la picaresca porque las circunstancias de este perro son las de cualquier mendigo de cualquier país.


La crisis de los refugiados

P.- Líder no deja de ser un refugiado. ¿Qué opina de la actuación de Europa respecto a los refugiados sirios?
R.- Mi opinión como escritor, y creo que Líder estaría de acuerdo conmigo, es que todos somos refugiados. Ninguno tiene una tierra firme, fija. Todos somos de muchas sangres, de muchas culturas. Ser español ha significado siempre ser viajero y aventurero, refugiado en muchas tierras… Para mí es lamentable que haya voces que quieran cerrar el paso a refugiados necesitados, que huyen de guerras y conflictos. Tenemos que ser más humanos para entender a los demás, si no vamos a acabar mal.

P.- ¿En qué punto se encuentra ahora mismo Irak?
R.- Irak es un completo caos. Yo lo defino como un campo de tiro abierto a todo el mundo: a milicias, a estados que quieran probar sus políticas… No tenemos un gobierno central fuerte y todo el mundo quiere meter mano allí. La única solución pasa por construir un estado civil bajo una democracia, pero tenemos que trabajarlo mucho. Tiene que ser una construcción fuerte que dé derechos a todos los iraquíes sin excepción. Creo que para un futuro próximo es muy complicado porque las fuerzas externas que ejercen su influencia hoy en día en Irak con total libertad son reacios a dejar el país en manos de los iraquíes.

P.- Irak lucha hoy contra DAESH. ¿Qué opina de la situación en la zona?
R.- Realmente DAESH en un problema internacional. Irak es un país débil con un gobierno débil y el DAESH aprovechó la retirada de las fuerzas internacionales de la zona para hacerse fuerte allí. La solución no está en manos de un gobierno débil iraquí. De todas maneras, DAESH es un peligro para toda la zona, e incluso llega a los estados occidentales. Hay que ayudar al ejército iraquí a plantar cara a este problema.


Véase también http://m.elcultural.com/noticias/letras/Abdul-Hadi-Sadoun-Irak-es-hoy-un-campo-de-tiro-abierto-a-todo-el-mundo/9831

Entrevista a Antonio Gamoneda en Revista LEER, por Alicia González

                                 Revista LEER, julio-agosto 2016


                               Entrevista al sinestésico Antonio Gamoneda
                                           Por Alicia González

Suenan las campanas de la catedral. Gamoneda ya no se asoma a los balcones, ahora es un hombre de puertas adentro. Bueno, lo ha sido siempre y esa introspección hace su poesía espesa, fieramente humana. Ahora recupera al niño desconcertado y morbosamente atraído por la guerra que coloreaba en su mente las imágenes de una España negra en Niñez, mientras mantiene el asombro gracias a su nieta y la voluntad impensada de sobreponerse con ese hipertensor de riesgo que es la poesía.




Su hija habla de la capacidad performativa de la niñez como relato de pasado, presente y futuro en su obra.
(Se lo piensa un poco antes de contestar). Ciertamente en mi niñez se dieron marcas que permanecen y que han condicionado y motivado muchos principales aspectos de mi vida.
Leyendo su obra uno diría que usted es más hijo que padre y esposo, e incluso ha dicho que postergó el ser poeta al ser hijo, padre y esposo. Y es cierto que ha hecho poca poesía estrictamente amorosa.

 ¿Optó por la poesía existencial desde el primer momento?
Tengo bastante poesía amorosa en el sentido de amor a la pareja, a la mujer elegida. Ahora, los datos biográficos míos suponen una relación y una dependencia en todos los órdenes muy fuerte con mi madre que enviudó muy pronto cuando yo tenía menos de un año; yo era hijo único. Y ésta es una circunstancia familiar que configura la convivencia donde las relaciones entre madre e hijo eran particularmente intensas. Eso es así no en mi caso, sino quizá en la mayoría de los casos, pero también es verdad que mi madre tenga en mi escritura un valor de símbolo viviente, como si la retracción, que es palabra que utilizo en algún poema, hacia la especie maternal supusiera para mí un refugio necesario.

Las manos de la madre o la figura femenina son telúricas, protectoras, necesarias para que el hombre descanse del vacío en el que se encuentra.
Está bien leído. Las manos maternas son precisamente el núcleo de ese símbolo de vientre, porque simboliza y al mismo tiempo de simbolizarlo es un refugio.

Habla de esos balcones asomados a la represión. ¿Siempre el niño entra en la edad adulta como observador o es concretamente en el caso de Antonio Gamoneda?
No me atrevo a generalizar. Yo no sé cómo un niño se convierte en adulto, pero sí que a mi receptividad infantil se sumó la terrible coincidencia de que empezase a tener conciencia precisamente en los años de la guerra civil en León, que no fue campo de batalla, pero sí de represión muy importante –no sé si poner comillas en lo de importante-. Esa intensidad del espectáculo terrible, que por otra parte era una normalidad, a un chiquillo quizá no le sobrecogía demasiado por ese ser algo de todos los días: la vida era así.

Utiliza un adjetivo tan curioso como “desconcertante” para hablar de la guerra, porque seguramente quien está hablando es el niño, muy precoz en su capacidad de observar…
No sé si era muy precoz, pero las observaciones tenían para mí un atractivo, en cierto modo morboso. Mi madre a veces me retiraba de los balcones, pero claro no podía evitarlo todo. Los gritos de las mujeres en la noche cuando iban a sacar a los hombres no los podía evitar.
Menciona la canción de una viuda imposible, loca, que coincide en el tiempo con el canario que tenían en una galería. ¿La vida es eso, mezclar la alegría y el dolor, sobreponerse?
Sí, claro, son acontecimientos pequeños dentro de la guerra y la represión. Enfrente de mi casa había una mujer a cuyo marido lo habían sacado de casa que enloqueció. La vida y la conciencia de la vida no pueden sustraerse a esa mezcla de ratos horribles y de circunstancias que se corresponden quizá con belleza, ternura. Unos y otros están configurando la vida.

Ese "grito amarillo", una imagen muy sinestésica, o las tramas azules que dibuja el grisú en el rostro no sé si el niño las intuía de esa manera o son aportaciones ya del adulto...
Aquí hay un laberinto neuropsíquico que yo no sé explicar porque tendría que tener unos conocimientos científicos que no tengo. Los gritos de las mujeres en la noche para mí pudieron tener en origen un componente de percepción, intelectual que incitaba al amarillo, es decir, los gritos eran amarillos. Claro, esa oscuridad, esa falsa pacificación que tiene la noche era interrumpida por un grito y esos gritos eran, siguieron siendo en mí amarillos.

Luego está ese poema tan atroz en el que une categóricamente "azul y jueves"...
No he racionalizado todos estos aspectos, pero determinados azules, sobre todo en ciertas circunstancias tienen en mí una noción de enfermedad, de peligro. Un azul que muchas veces es cianótico y va debilitándose hasta llegar al blanco más blanco y la desaparición.

Kandinsky asociaba los colores y las formas y tal vez como usted fue un lector de poemas que asimiló la musicalidad de la lectura muy pronto, puede que de ahí le venga el ritmo que hay en las palabras cuando no están dotadas de sentido, cuando son música...
Sí, esa percepción la tuve a partir de los cinco años en que aprendí a leer en un libro de poemas de mi padre y percibí la existencia de un lenguaje que tenía una condición rítmica y el ritmo entró en mí con independencia incluso de la significación, sabiendo al mismo tiempo que ese ritmo generaba significaciones que yo no comprendía. Sin proponérmelo se producen asociaciones visuales cromáticas y, de alguna manera, se han hecho denotativos en mi poesía. Sucede, (sonríe como disculpándose), no sé si para bien o para mal, pero sucede.

Esa infancia no es nada coloquial y a partir de ella se construye la realidad del adulto.
Sí. Los datos de mi infancia se han hecho claves y clavos en mí, de tal manera que han determinado una manera de ser y de estar en la vida.

Es un juez severo del niño que fue, de acuerdo con las anécdotas que cita: esa paloma del desván, la perra del sótano, la carta del soldado que no llega...
Sí, sí, sí, pero ahí ya es el adulto el que es, por decirlo así, crítico con el niño.

Habla de olores tristes y de ventanas abiertas que no logran orear la enfermedad y en un texto Julio Llamazares se disculpaba, porque decía que en el 77 hicieron una lectura muy pegada a la realidad, asociando esas ventanas que no conseguían eliminar el mal olor a la dictadura... ¿Es una lectura mal traída o realmente había un fondo triste en la dictadura?
No me es posible racionalizar todas las connotaciones o denotaciones que pueda mi poesía. Es cierto que abrir las ventanas tiene algo de apertura y la imposibilidad de abrirlas como decía Julio es la negación de esa libertad, pero estos razonamientos yo no sé aplicarlos a mi propia escritura. La escritura no es absoluta y totalmente automática, pero no hay en ella significaciones deliberadas. El poeta, hablo de mí, pero creo que también de otros muchos, sino es de todos: hasta que no me lo dicen mis propias palabras, lo cual no significa que no lo sepa o que aparezcan por casualidad, es un pensamiento impensado, subyacente en mí.

Y quizá por eso usted revisa sus poemas para adecuarlos a su yo actual.
Sí e intento no destruir los componentes existenciales que se dieron en el momento de la creación, pero sí pretendo hacer intervenir al hombre que ya soy ahora en la ancianidad en esas creaciones de hace treinta, cuarenta o sesenta años.
Porque el tiempo pasa y con él se modifica también el lenguaje poético de Gamoneda.
Sí, el lenguaje y en cierto modo la actitud existencial y la conciencia del poeta y del no poeta.

Perdió el hábito andariego después de un accidente. No sé si su palabra se ha vuelto sedentaria también tras ese suceso…
Es muy posible, porque incluso el hecho dinámico de andar crea una acomodación del pensamiento rítmico al paso andariego. Y este sedentarismo, obligado o no, permanece en la rítmica... Desde hace año y medio veo de una manera más notable una inclinación mía a un tratamiento rítmico bastante distinto al de mi último libro publicado.

Eso en su caso es muy importante, porque considera que el ritmo es la esencia de la poesía...

Sí, es el elemento generador de un pensamiento de otra naturaleza del discursivo, científico, filosófico, convencional y espontáneamente no da tiempo a separar pensamiento y lenguaje.

Incluso ha mencionado que el lenguaje es un hecho existencial previo a la reflexión...

Sí, yo pienso que el erectus, por ejemplo, hizo una fonación una vez que descubrió un alimento –estoy haciendo una hipótesis- que conservó y se repetía cuando encontraba o deseaba ese mismo alimento y fue la fonación la que de alguna manera creó en él un pensamiento elemental.

O sea que el lenguaje surgiría del deseo en última instancia.

Sí, o de la necesidad o del odio, vaya usted a saber. Pero entiendo que el pensamiento es posterior a la fonación y por tanto a la palabra.

¿Cómo ha conquistado el éxito siendo ajeno a la tribu literaria y contrario a pertenecer a la Generación del 50, es un islote en sí mismo o no es necesario pertenecer a ellas?
Efectivamente no es necesario y poesía y soledad, que no excluye la solidaridad, se asocian de una manera bastante natural y puede que hasta necesaria. En lo demás yo he sido y quiero seguir siendo un poeta provinciano en lo más cómodo de la palabra (se ríe). Y no creo en la existencia de la generación del 50 y ahí se detienen todas mis supuestas “ofensas”. Me limito a no creer en la grupalidad y en la condición histórica de sus epígonos. Yo no compro mis respetos y el mundillo me trae sin cuidado.

¿Y cuáles son los poetas que usted rescataría aparte de Claudio Rodríguez?

Brines es un excelente poeta que no tiene nada que ver con la supuesta poética pregonada del 50. Amistad dentro de ese grupo supuestamente generacional no la tuve más que con Claudio y con Valente.

Y es curioso que estando como García Montero adscrito a la izquierda exista tanta distancia entre ustedes...
Bueno, pero yo no he creado esa distancia. García Montero y otros compañeros que no sé si se declaran como grupo son epígonos de la que pudiera ser la poética del 50. … No tengo interés en una supuesta poesía realista, porque la poesía no es, no ha sido nunca realista y por ejemplo, nuestros siglos XVIII y XIX están vacíos prácticamente de poesía, porque predominaba un realismo estéril. Es una opinión mía, si eso concita odios o antipatía lo siento.

Dice no ser realista, pero hace un relato minucioso sobre la posguerra con personajes como Pedro el Ciego que "anunciaba la profecías traicionadas por el régimen".
Vendía periódicos al pie del entonces Café cantante Lion d'or en la calle Ancha de León. Sentado allí voceaba sus periódicos y a su manera, hacía una especie de sermón informativo de esa actualidad según la entendía él.

Considera que la memoria es un olvido sobre el que se debe ejercer una vigilancia y por tanto es una poesía de denuncia.
Yo que identifico poesía con existencia y que la poesía meramente ornamental no me interesa pongo en situación de proximidad y hasta de interpenetración la poesía y la vida y en ese terreno están la historia, los hechos sociales. Me interesa mucho la realidad y muy poco el realismo.

Porque hay un verso suyo que dice que "ve la espalda de la indiferencia", quizá ésa es la carga de crítica contra lo que estaba sucediendo en esa España tan negra.
Pero simplemente porque soy un ser viviente y estoy en esa circunstancia histórica que me impregna.
Y esa impregnación deriva quizá también de los cuentos aterradores de la abuela, en los que le hablaba sin aderezos, sin tapujos del hijo muerto.
Caben todos los componentes, tanto infantiles como ya posteriores, pero sustanciales que la vida me ha proporcionado. La vida es inseparable de la circunstancia histórica.

Dice que la vejez es ir vistiéndose con el ropaje de las sombras…
Aunque tengo mucha desconfianza respecto de mi tiempo venidero, sea poco o mucho, no hay hombre tan feliz que no tenga sufrimiento ni tan desgraciado que no alcance el placer.

¿Querría dejar esa ética de la memoria con la que trabaja en sus libros?
Dejarla la dejaré irremediablemente, ahora dejarla como una herencia literaria, patrimonial, histórica no es cosa mía (ríe con sorna), depende de la estimación que se haga de mi escritura y no tengo ese tipo de ambiciones. Yo hago lo que me parece y debo y puedo... Y alguna vez me arriesgo a intentar hacer lo que no sé hacer... (vuelve a sonreír)

Usted reniega de buscar la coherencia en superficie…
La coherencia en superficie está ligada a la lógica convencional y la poesía es otro lenguaje, tiene otra coherencia. Es un lenguaje de otra naturaleza, no se produce por deliberación ni por reflexión, se produce de un cierto automatismo de índole endógena, por impulsos rítmicos de la conciencia subyacente, desconocida incluso por el propio poeta. El poeta se entera de lo que piensa y opina cuando ya ha escrito sus palabras, no antes.

¿Y le sigue siendo tan dañina para su tensión la poesía?
A Mallarmè tratando de terminar el poema de "Herodías" lo mata un espasmo de glotis. No se pueden tampoco disociar aspectos orgánicos y patologías del pensamiento. Es un riesgo que merece la pena… No siempre. (Se ríe)

Hay un poema que remata diciendo "es lo que queda de mi patria". ¿A ese cansancio se suma quizá la situación política?

No sé si porque tengo ya que cumplir 85 años, pienso algo que no sé si es muy decente, como que ya no me concierne. Yo tuve mi momento, un tipo de conciencia histórica que exigía una actividad y ahora lo veo, no con indiferencia exactamente, más bien como una conciencia de que no dan pie con bola, de que el hecho necesario en términos históricos para mí es mucho más radical y más profundo y que no se va a dar, porque únicamente se están peleando por votos y por escaños y ése no es mi mundo. Andan peleándose por un caramelo ya muy chupado. 

¿Sigue escribiendo todos los días?
Yo no tengo método y mucho menos uno temporal. Estuve quince años sin escribir y ahora puedo estar mucho tiempo sin escribir o me coge qué tipo de impulso y me dan las seis de la mañana.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Novedad: Memorias de un perro iraquí, de Abdul Hadi Sadoun



Calambur publica por primera vez en español una de las novelas más sobrecogedoras de la literatura árabe: Memorias de un perro iraquí



En este año de 2016, año del centenario del genial escritor
Miguel de Cervantes, queremos rendirle homenaje con
una de las obras que recoge su recepción en el mundo
árabe con una de las novelas más sobrecogedoras del
famoso poeta iraquí Abdul Hadi Sadoun.

Líder, un galgo afincado en las orillas del Tigris, ve la
vida de un solo color: el color indescriptible de la guerra.
Memorias de un perro iraquí es un homenaje al genial
escritor Cervantes en una historia estremecedora que
narra la cruel realidad que sobreviene a las dictaduras y
a los periodos de entreguerra.
Esta fábula indaga en la profunda dimensión del ser
humano, con sus instintos más básicos como el odio,
la rabia y la tiranía, y sus emociones más elevadas como
la compasión, la amistad, el amor... Así, esta desoladora
historia humaniza a los animales y animaliza a las
personas en un escenario en el que la única esperanza es
la libertad y el pasado el único lugar donde vivir.

Novedad: Los otros, de Luis Romero. Con estudio e introducción de Santos Sanz



En este año 2016 se celebra el centenario del nacimiento de Luis Romero (1916-2009), autor imprescindible de la novela española de posguerra al que Calambur quiere rendir un homenaje recuperando su novela Los otros en una versión inédita que restituye la parte del texto tachada por la censura y cuenta con un prólogo y un apéndice del profesor Santos Sanz Villanueva, experto en la narrativa española de posguerra. Completa esta singular edición un emotivo texto del hijo del autor
Javier Romero.

Los otros es una novela negra, pero también una narración
colectiva, a un tiempo relato social y prefiguración del
realismo sucio, sobria de estilo y desoladora en su trama.
Con un ritmo indesmayable y técnica cinematográfica,
presenta la dramática escapada de un desdichado, uno
de los otros, que ha recibido un disparo durante un
atraco frustrado. Como un animal herido, el atracador
huye de sus perseguidores en un periplo agónico
al que sirve de escenario la Barcelona en blanco y
negro de los años cincuenta.
Diecisiete interminables horas a lo largo de las cuales, en una estructura coral, conocemos el borroso límite de la justicia, la violencia del sistema contra
los más débiles, las razones de la desesperanza. Esta edición ofrece a los lectores por vez primera
la integridad del texto original, que fue mutilado por la censura en 1956. Una obra que rezuma
tanta rabia como impotencia y se adelanta más de medio siglo a la actual novela de la crisis.

jueves, 8 de septiembre de 2016

reseña: La tumba de Keats, de Juan Carlos Mestre, por Santiago Trancón

Juan Carlos Mestre, la poesía sustancial                                    
La nueva Crónica
8 de septiembre de 2016                                                   



                                                                                            Por Santiago Trancón


Entre mis lecturas de este verano quiero destacar un libro de Juan Carlos Mestre, ‘La tumba de Keats’, Premio Jaén de Poesía en 1999, recién reeditado por la editorial Calambur e ilustrado por el propio Mestre. Se trata de un largo poema escrito con un gran impulso y una energía poderosa que le otorga una unidad de tono, ritmo y estilo absolutamente original. Ni por su estructura ni por su lenguaje se parece a cualquier otro libro de poesía. Quien se adentre en sus versos se verá obligado a dejar de lado su idea preconcebida sobre lo que es un poema para entregarse a lo fundamental: la experiencia poética.

El libro nace de una visita que Mestre hace en 1997 a la tumba de J.Keats, poeta romántico que murió muy joven en Roma. El marco físico es la ciudad de Roma, «cadáver esencial», símbolo y metáfora del mundo, por la que el poeta camina y se pierde. Lo importante es la vivencia arrebatada que provoca este deambular, que acaba convirtiéndose en un viaje interior: «No he descendido a ningún otro infierno que no fuese mi vida». La belleza y horror, el orden y el caos, las cúpulas y las cloacas, el pasado y el presente, todo se mezcla fuera del tiempo y provoca asociaciones insólitas, imágenes fascinantes y sentimientos desbordados.

El exceso. Mestre nos hace reflexionar sobre el mundo como exceso, algo esencialmente inabarcable, inexplicable, incomprensible para la experiencia humana. Algo que está siempre más allá de lo humano. Ante eso que nos desborda, el poeta, movido por la angustia y la desazón, busca lo esencial, lo sustancial, aquello que permanece en el mundo bajo todas sus infinitas formas. En esta búsqueda comprende que él no es más que otro sustantivo perdido en una cadena interminable de sustantivos. Todo es fragmento asociado a otro fragmento sin que podamos explicar el sentido de esa asociación. Nada de extraño que use la construcción nominal, la elipsis verbal, la anáfora y el paralelismo como recursos dominantes.

El caos y el orden no son más que una ilusión, todo está conectado con todo formando una red sustancial que apenas percibimos. La palabra es también un objeto sustancial que se mezcla, enlaza y asocia movida por su propio impulso. El verbo nace del sustantivo, no al revés. «El obstinado aliento / de la cansada luz de octubre en el baúl de las abejas». «La implacable hormiga en el blando bulbo de la boca helada». «… Un reloj de sol bajo los párpados,/ la aguja inmóvil como retina fría de los caballos muertos».

El poeta no hace otra cosa que liberar la energía de la palabra. El irracionalismo es un medio para ampliar el poder del lenguaje y la conciencia. El lenguaje se extraña de sí mismo, la palabra se mira y se sorprende a sí misma. La transgresión del género poético es una necesidad, no algo buscado por sí mismo. El resultado será ese fluir torrencial de concordancias, asonancias, resonancias y sincronías que otorgan a la palabra un poder esencial contra el orden impuesto, el orden de la sintaxis, pero también el orden político, civil, social. Hay, detrás de esta poesía desbordada, una conciencia cívica rebelde, irreverente, que lucha contra la imposición y la banalidad. «Están llenas de estiércol todas las escobas de la patria», dice en ‘La bicicleta del panadero’. Y: «La muerte anda viva entre nosotros».

No pretende el poeta imponer un orden humano al universo, sino describir lo que ve y siente. Una especie de monólogo exterior, de fuera hacia adentro, del mundo a la palabra. No hay propiamente subjetividad, sino conexión interior: el poeta como sustancia transparente en la que se refleja el mundo. «Llamas vivir al terrible corazón que rueda sin otro oficio que la necesidad».

El tono bíblico, salmódico, con ecos proféticos y alegóricos, la iluminación de los oráculos, es la forma adecuada para dar cauce a esta experiencia poética. El poeta poseído por la palabra, sustituto de la carne, también materia impenetrable. El cuerpo como un sentir desgarrado, atravesado por la palabra. «Conozco el lóbrego lugar del mundo donde los astros mueren». «He sido poseído por un extraño canto de insecto». Feliz lectura otoñal, para quien no lo haya hecho todavía.

martes, 6 de septiembre de 2016

Reseña: Viento variable, de Antonio Hernández, en el Diario de Jaén, por José Antonio Santano


                                                                                          José  Antonio Santano                                                             


Para esta ocasión viene como anillo al dedo aquella afirmación de Heidegger: «Todo gran poeta poetiza sólo desde un único Poema. La grandeza se mide por la amplitud con que se afianza a este único poema y por hasta qué punto es capaz de mantener puro en él su decir poético». En ese continuo reescribir lo no dicho podría circunscribirse la gran poesía, la poesía de altura, la que ahonda en el abismo, la que busca lo desconocido, el misterio, la palabra trascendida, la que deviene del silencio. Ya lo dijo nuestra más preclara María Zambrano: «Sin temblor no existe buen poeta». Todas estas circunstancias y otras más que podríamos añadir convergen en la poética del gaditano Antonio Hernández (Arcos de la Frontera, 1943), último premio Nacional de Poesía, y del que nos llega ahora el poemario “Viento variable”, publicado por la editorial Calambur, que celebra el vigesimoquinto aniversario de su fundación.  Advierte el poeta, incidiendo así en la teoría de Heidegger,  que los poemas contenidos en el libro quieren ser “uno solo cohesionado”, que fueron escritos entre los años 2010 y 2015, y que forman parte de la “poesía total” que viene realizando desde su primer libro. No cabe duda que en “Viento variable”, una vez más, se reconoce el magisterio poético de Hernández, representativo a todas luces de la mejor poesía de su generación. Paisaje y paisanaje se dan cita aquí: el sonoro silencio de su tierra natal  y el estallido de soledades que habitan los jardines madrileños del Buen Retiro. Pero sobre todo, hallamos en este poemario la vuelta a ese paraíso de la infancia, de los recuerdos y la memoria, de la familia, de los amigos, también del amor, del tiempo, de la vida y de la muerte, que actúa como un revulsivo estético y ético, de claro signo romántico, y por ende  revolucionario si se quiere, que nos devuelve la esperanza y la fe en el hombre. En este poemario confluyen las sombras y  las luces, las alegrías y las tristezas, el dolor y el gozo, la ternura y la belleza, la queja, la solidaridad, la renuncia, todo bajo el prisma y la mirada siempre atenta del hombre y el poeta, y viceversa, en perfecta comunión. Como dijo muy acertadamente el poeta húngaro Sàndor  Weöres: «la misión del poeta es hablar del hombre en su totalidad, es decir, en su condición de ser humano». Esto es lo que ocurre cuando nos adentramos en el mundo poético de Antonio Hernández. Un mínimo detalle, un objeto, un recuerdo, la casa, una calle, un parque, unos ojos, un sueño es motivo suficiente para crear un mundo propio, un universo deslumbrante, para descubrir aquello que se oculta a nuestros ojos. Nos abruma ese aire de nostalgia que acompaña a cada uno de los poemas contenidos en “Viento variable”, esa creciente melancolía que envuelve la palabra poética de Hernández: «Tesis: cielo, paraíso. / Antítesis: infierno, Hades. / Síntesis: melancolía». El poeta se desnuda ante sí y ante todos, sin que nada le importe sino la vida, alejada ya de las ambiciones materiales, y así confiesa: «Yo, más voraz que nadie, / más ambicioso, más / pleno de avaricia, / he logrado, por fin, / tras tantas y tantas derrotas / insignificantes, el l éxito / definitivo. / Consiste en poder / jugar con mis nietos, / promover su sorpresa, / sin ahorro cantarles: / Juan Ramón tiene un burrito / con el que juegan los ángeles / del cielo de Puerto Rico». La palabra tiembla y se revuelve en su propio abismo para nacer a la luz en el momento de la madurez plena, de la edad más sabia. Grande es la poesía de Antonio Hernández, oportuna y honda, reflexiva siempre, sugerente y emotiva. “Viento variable” es un verdadero poema río, en el cual la experiencia vital del poeta está más que presente en en cada uno de los poemas que lo integran, y de entre los que merecen destacarse por su brillantez y fuerza expresiva, así como por su humanismo, los poemas “Ritual sobre el estanque” («Bajo la estatua ecuestre de Su Majestad / todas las tardes de la primavera y el verano / suenan sin pausa los tambores…»), “El corazón de las palabras” («Me hago muchas preguntas / de rabia y de dolor amordazados… / Pero pronto me olvido / del corazón de las palabras, quizás hasta que vuelva / a pasar por aquí y ya no estén / y yo también tenga la culpa / de que drama y comedia,  / tragedia y farsa, / sean la misma historia») , “El maestro”, que recuerda a Luis Rosales, “Ir a Granada”, que resume en este verso el deseo de reencontrarse con Federico: «Poder besar el mármol finalmente» o “Según el Sínodo”, un canto al demonio representado en la Fuente del Ángel Caído de los jardines de El Retiro: «Todo ha pasado ya. Lo ha dicho / el Sínodo infalible y vuelves / a ser un niño, un ángel repuesto, / sin mando en las mesnadas celestiales / esta vez, y para siempre, diablillo / de la gracia en tu papel más humano…». Pura poesía, poesía de altura la de Antonio Hernández, siempre. 

miércoles, 27 de julio de 2016

Reseña: "El reverso de la historia", de Jordi Ibáñez, en "Babelia", por José Luis Pardo



¿Qué pasa en la Facultad de Letras?

Jordi Ibáñez fundamenta la necesidad de la literatura, la filosofía, la filología o la estética frente a una administración que tiende a minimizarlas cuando no a amenazarlas


                                                                                                                          José Luis Pardo






Este no es un libro para profesores universitarios. Escrito con generosidad y benevolencia, sin pedantería y sin rencor, puede disfrutarlo cualquier lector “culto” o al menos interesado en “las letras”, pues su tema es el significado y el lugar de esas “letras” en el mundo contemporáneo. Su forma es la de un diario en el que se registran anotaciones con orígenes variados, pero incluso los “tres estudios” con los que acaba el texto mantienen el mismo ritmo estilístico —ensayístico, tentativo, narrativo y exigente— del resto del libro.

En este registro autorreflexivo, Ibáñez despliega los principales argumentos que suelen utilizarse para definir la literatura, la filosofía, la filología o la estética, y para fundamentar su necesidad frente a una administración educativa que, tras haberlas minimizado en el bachillerato, las amenaza en la enseñanza superior; y no es nada complaciente: muestra la grotesca grandilocuencia con la que a menudo sus apologetas —ya sea en calidad de profetas o de resentidos— enaltecen las virtudes de la cultura literaria y crítica al precio de dar de ella una visión ahistórica y falsificada, y matiza con mucha elegancia los argumentos de quienes se presentan como detractores o enemigos de las “humanidades”. Dedica, por ello, una buena porción de páginas a despachar sobre este asunto con los otros dos Jordis, Llovet y Gracia, que han intervenido recientemente en él, desmontando pieza a pieza la melancolía y el entusiasmo, aunque su dictamen no es salomónico ni imparcial. Y, al final (lo cual es cada vez menos corriente), se compromete con una explicación de lo que significan y valen las “letras” en nuestras sociedades, y de su alcance moral y político. Aunque se trate de una conclusión de las que no podrían ocupar los últimos minutos de un telediario, ni siquiera caber en la respuesta a las preguntas de un entrevistador en un programa cultural, ni tampoco tener un lugar relevante en un informe para la mejora de las universidades públicas, todavía puede escribirse en un periódico: «para que el mundo de la política y sus mentiras a medias no lo contagien y lo ensucien todo (…), para que la lucha por el poder no nos someta a una extendida y sostenida pantomima basada en la práctica de la intoxicación (…), para que la política, en fin, no se apodere de nuestros mejores y más nobles deseos (…), hay que pensar en unas zonas sagradas, en unos diques de contención, en unos puntos de referencia en los que la posibilidad de decir lo que son las cosas sea todavía una experiencia consistente, dotada de realidad y de sentido». Esos diques son los estudios de filosofía y letras (o, mejor dicho, son lo que constituye el objeto de esos estudios). Y lo malo es que en su interior también los acosadores cuentan con unos poderosísimos aliados dedicados exhaustivamente a convertir las “letras” en una inversión rentable a medio plazo.



Pero, sin ser un libro para profesores de universidad, en sus páginas encontramos quienes lo somos la referencia constante al tormento que, mucho más que la supuesta “pérdida de rango” social que sufrimos, mina diariamente nuestra resistencia y tiende a ocupar todas nuestras conversaciones, antaño dedicadas a temáticas mucho más floridas, amargando la existencia a los más mayores y secuestrando la actividad intelectual y vital de los más jóvenes: me refiero a los sistemas de evaluación y promoción que determinan de antemano a qué congresos hay que asistir, qué artículos hay que escribir y en qué revistas han de publicarse, cuántos puestos de gestión hay que ocupar y, en definitiva, «todo, menos el criterio del interés o la originalidad, o la consistencia real de lo que se presenta para ser evaluado» (y esto no es patrimonio exclusivo de las humanidades, claro está). En los países civilizados, dice Ibáñez, se mira a la cara de los candidatos y se leen sus libros y artículos. En el nuestro, «se evita mirar a nadie a los ojos, conversar con él, leer sus cosas, discutirlas. Toda referencia al talento y la inteligencia se considera un signo de mala educación y una ofensiva impertinencia». Y aquí no estamos sencillamente ante unas medidas impuestas por un poder exterior, sino ante un sistema del que somos tanto víctimas como cómplices. Si todos sabemos que es ignominioso, ¿por qué no hacemos algo al respecto? Pues claro está: porque nos beneficiamos en mayor o menor medida de esa mediocracia, no solamente como evaluados (es mucho más fácil seguir un manual de instrucciones que escribir algo interesante) sino también como evaluadores (es mucho menos comprometido aplicar un baremo numérico que juzgar la calidad de un artículo). Tengan todo esto en cuenta cuando escuchen a rectores y ministros hablar de “calidad de la enseñanza” y de excelencia en la investigación.


Véase también en http://cultura.elpais.com/cultura/2016/07/19/babelia/1468926221_421135.html

jueves, 7 de julio de 2016

Reseña: "Cráter, danza", de Olga Muñoz Carrasco, en "Nayagua", por Azahara Alonso

Reconquista del cuerpo, bálsamo de la identidad 


Nayagua, 24, pp. 231-235


                                                                                                                           Azahara Alonso


                                                                                                   

Defendía Proust una literatura en la que “Se puede decir todo pero sin decir ‘yo’”, y qué duda cabe plantearse acerca de la calidad de las letras que a esa regla obedecen, norma tácita que vale no solo para la narrativa sino muy especialmente para el género poético que aquí nos interesa. Cráter, danza, el nuevo poemario de Olga Muñoz Carrasco (Madrid, 1973), es clara muestra de ello. Un libro elegante, sencillo en una forma que exige la lectura activa y complejo en un contenido que se armoniza en danza conceptual y anímica. Este cuarto poemario de la autora madrileña llega de la mano de la editorial Calambur tras los anteriores La caja de música (Fundación Inquietudes / Asociación 230 Poética Caudal, 2011), El plazo (Amargord, 2012) y Cada palabra una ceniza blanca (Ejemplar Único, 2013). Con él, Muñoz Carrasco ha quebrado la continuidad temporal de publicación y también ha ahondado en materias nuevas dentro de su poética. Organizado en dos partes, Cráter, danza responde en ellas a estas palabras fundacionales de su escenario. Los poemas, todos sin título y de una brevedad perseverante —ninguno va más allá de una página—, se presentan sin pautas ortotipográficas: no hay mayúsculas, no hay comas, puntos ni otros signos, por lo que todo el peso cae del lado de la gramá- tica, de la sintaxis que conforma la coreografía lingüística y reflexiva. De esta manera, el libro parece, en verdad, un solo y extenso poema, una exhalación (“con el aire / puede escapar todo”) con diferentes momentos engarzados por el tono. Podríamos decir que Cráter, danza es un libro de convalecencia, siendo este uno de los estados más fecundos de la literatura: uno no escribe —no tanto, no tan bien— en la cima de una dolencia, pero sí en sus laderas, en esa condición de restablecimiento que supone una reordenación de todos los componentes de la propia vida que ha quedado ahuecada. Es también, entonces, un libro de reconquista, la de una tierra arrasada que se ha convertido en planeta nuevo y que la autora descubre plagado de una fauna y una flora que quiere escudriñar, porque reconoce en ellas más significados de los previamente aprendidos en terrenos ya extinguidos. Ese planeta es el cuerpo, un territorio asolado por la explosión —o la caída del meteorito— que deja como centro gravitacional el cráter desde y sobre el que Muñoz Carrasco escribe: “una llanura que se desmorona / forma crestas nítidas / el cráter”. En la primera parte del libro, "Cráter", la poeta se mueve ya al principio “sin sonido sin aire”, como en el espacio interestelar, en el vacío silencioso y agravitacional que queda tras lo traumático. No se le escapa al lector, llegado a ese punto, la equivalencia formal —pero también de impacto— entre la palabra central y cáncer. Comprende entonces la correspondencia que se da entre ese cráter que ha desolado el territorio y el cáncer que ha hecho lo propio con el cuerpo y la identidad que lo asume: “Los órganos se agigantan / (…) / solo permanecen en su rincón / regenerando sus células acertada / o erróneamente”. Y es frecuente que el lector, especialmente el que ha rebasado el umbral del texto y lo aborda desde el otro lado, se cuestione la naturaleza radical de la escritura. Cabe preguntarse entonces si esta es más terapia o literatura. Y ni la cuestión es tan inocente ni su respuesta tan clara ya en un momento en que las propuestas dicotómicas resultan torpes, caducas. Este Cráter con su danza es también, por tanto, la confirmación de que la escritura puede ser salvífica —no solo para su autora— y, al mismo tiempo, una manifestación literaria de gran presencia estética. Encontramos en las páginas de este poemario una coreografía por parejas en la que sus miembros se complementan, lejos de la oposición excluyente a la que nos referíamos. Es claro, en este sentido, el caso de la levedad y el peso, que reordenan y anclan el poemario; así lo entendemos, por ejemplo, cuando dice “Al otro lado de 231 esta raya nada pesa / ni siquiera un cuerpo apuntalado al suelo”. Y añade en otro momento: “Canta la desaparición de la ligereza”. Porque es en la enfermedad cuando el cuerpo abandona su levedad de herramienta útil y deja de ser medio para ser fin, centro, objeto de cuidados. También danzan la oscuridad húmeda de las palabras semejantes a la tierra —esos tonos ocres— con una luz y blanca e intermitente que es tanto la del quirófano como la del tópico final del túnel. En correspondencia, encontramos entonces los términos antagónicos de una familia semántica arraigada a la tierra, casi bucólica, llena de calor natural, y los de otra ligada por completo a lo clínico y frío (sutura, sábanas, nieve, células blancas, hilos, linfa, algodón, gasas). Claro ejemplo de su confluencia serían estos magníficos versos: “los órganos en flor / sobre la mesa / del quirófano / pétalos / caen”. Esas flores son, a su vez, la encarnación de lo liviano que comentábamos. La reflexión sobre la propia escritura no aparece hasta la segunda parte del libro: “la letra ilegible canta / quién sabe / en otra vida / otro día cualquiera / incluso en estas líneas / que hacia nadie / se inclinan”. Los poemas, más breves aún en esta Danza, habitan ya lo onírico y ese cielo imaginado que deja caer el velo del pudor a los términos; es por eso que habla de tumor, de radiación: las palabras se organizan ahora en una conjura de las realidades por medio del lenguaje. Encontramos en este espacio un lugar más amable —aunque sin olvidar presencias anteriores, ya definitivas— en el que los elementos naturales pueblan por fin el cráter, sobrevolado por unas aves protagonistas de esa semántica del cielo. Quizá es a través de ellas que se significa una búsqueda esencial para Muñoz Carrasco, “en alguna parte / hay un lugar / para nosotros”, que aparece en tres poemas y muestra la importancia de ese rastreo del espacio necesario para situarse y continuar configurando realidades. Y es entonces cuando aparece, como vemos, el plural en la primera persona, porque el solipsismo no elegido de la enfermedad da paso, por fin, a un reencuentro con el otro. El organismo es ahora como los árboles —un olivo, un roble—, que “hacen crecer / el cuerpo / al cielo”, hacia el entorno, no ya hacia la tierra igualadora. Y será un animal —precisamente uno cargado de mitología, como la serpiente— el que le tome el pulso a la tierra estrenada y se mueva sobre el cráter con su baile sinuoso, ya sin miedo, superviviente, “esperando a que los años pasen / nos conviertan en héroes”. “Con un pañuelo a modo de bandera”, la autora asiste a “esa belleza sin espectadores” con la que la figura del convaleciente, tan lúcido, está familiarizado. Observa, asiste y tiende un cuerpo-puente en el laberinto entre la naturaleza y la dolencia, consciente de la facilidad de los pasos en falso: “la baba del caracol abre una grieta / tiende sobre ella un cable / se desliza el funambulista a oscuras / adelante sin perder de vista / el horizonte tembloroso”. Horizonte que es un cielo como alivio en el que está depositada quizá no toda esperanza pero sí una idea de futuro probable en el que las fuerzas vitales empujan, enérgicas y 232 cotidianas: el paraíso está más en la memoria que en la imaginación, en la recuperación de los ritos felices por diarios: “menta para la sangre / menta para la sangre / repito como si fuera una oración / porque algo se espera siempre / aunque no recemos”. Olga Muñoz Carrasco ha escrito un poemario cargado de matices y de puntos de fuga, de una facción del espíritu de nuestra época. Toda una teoría del conocimiento a través del cuerpo como clave de la identidad. Es este “grasa huesos sal / todo lo necesario para dormir al raso”, pero es mucho más, como ella muestra. Y con la vuelta a la salud no es el tiempo proustiano lo recobrado, sino el cuerpo con el que se puede cumplir ya todo cometido: “Hay que sostener / fieramente / la mirada”.

miércoles, 6 de julio de 2016

Reseña: Artes maleficorum: brujas, magos y demonios en el Siglo de Oro, por Roberto Morales Estévez




Librosdelacorte.es, 12, año 8, primavera-verano


                                                                                                                  Roberto Morales Estévez


Siempre es una buena noticia cuando un sello editorial se decide por abrir una colección histórica, máxime en los tiempos que corren para las Humanidades. Este es el caso que nos ocupa con el libro de la profesora María Jesús Zamora Calvo que, con su Artes Maleficorum. Brujas, magos y demonios en el Siglo de Oro, abre la colección Historia en el sello editorial Calambur. Comenzaremos destacando del mismo la gran originalidad de enfoque en un tema, como el de la brujería, que ya goza de una gran trayectoria y estudios muy solventes que cada vez hace más complicado aportar nuevas visiones. Este lo ha conseguido mediante la compilación sistemática de más de 800 tratados sobre magia, brujería y demonología que la autora recoge en el cuarto capítulo de su trabajo. Ello se ha de considerar una enorme aportación, además del resto del volumen, a los estudios de brujería, ya que ofrece al resto de la comunidad científica fuentes documentales sistematizadas y aún por explotar en profundidad. El libro se apoya en esa extensa base documental para revisitar desde esta nueva perspectiva el tema de la brujería en los siglos xvi y xvii a nivel europeo, que es la materia que ocupa el primer capítulo. El mismo se cierra, como el resto de capítulos, con un estado de la cuestión que permite al lector conocer no solo la aportación de la investigadora, sino que nos permite ponerlo en relación con los distintos enfoques que sobre el tema se han venido dando. El segundo capítulo, dedicado a la magia, es el que probablemente más sorprenda al lector no iniciado. En el mismo se analizan, con el mayor rigor posible y afán de coherencia y orden, distintos fenómenos directa o indirectamente relacionados con la magia, con la dificultad añadida de realizar una formulación lógica de un mundo irracional como es este del que se ocupa. El compendio de tipos de magia analizados abarca astrología, alquimia, filosofía oculta, magia amatoria o magia adivinatoria en muchas de sus modalidades, como lo son la metoposcopia o la quiromancia. El capítulo vuelve a cerrarse con un epígrafe dedicado a los estudios actuales sobre la magia. El tercer apartado es el dedicado a demonología, reiteramos que apoyándose principalmente en los tratados demonológicos del XVI y XVII, fuentes primarias que hacen muy sólido el discurso de la investigadora. A través de los mismos se analiza al diablo y secuaces, los poderes diabólicos, pactos demoniacos y exorcismos o la caracterización de judíos y gitanos como etnias endemoniadas. De este capítulo es preciso destacar el epígrafe dedicado a la iconografía demoniaca dado que, aunque de manera breve, aborda un tema que aún espera un estudio en profundidad, si exceptuamos el trabajo de Luther Link El diablo: la máscara sin rostro, como lo es la imagen del diablo y su evolución iconográfica. La riqueza de fuentes primarias que hemos destacado en esta reseña viene acompañado por otra gran cantidad de fuentes secundarias que la autora ha ido desgranando y analizando a lo largo de los capítulos, con lo que pone a disposición del especialista un gran material de consulta para futuros trabajos. Se intuye que el trabajo que nos presenta María Jesús Zamora en el sólido cimiento de un trabajo de investigación mucho más ambicioso fruto de la sistematización de los tratados de brujería, magia o demonología que la autora está llevando a nivel europeo, del que por ahora nos ha legado parte, pero que se presume seguirá realizando en años venideros. Mención aparte merece la ingente y acertada selección de imágenes que acompañan el texto en la que destacan muchas que, por su rareza, constituyen otra aportación destacable para el resto de los investigadores. La editorial nos ofrece las imágenes en color, lo que no es tan habitual como debiera, y con alta resolución. No podía ser de otra manera para un libro que por la calidad del papel y encuadernación demuestra el interés y fuerte apuesta que la editorial Calambur está realizando por la edición de libros históricos.

lunes, 4 de julio de 2016

Reseña: La tumba de Keats, de Juan Carlos Mestre, por José Enrique Martínez en El Diario de León




ÁNFORAS DE LOS QUE SON CENIZA



                                                                                                   José Enrique Martínez

                                                                                                                     DIARIO DE LEÓN
                                                                                                                      3/7/2016




En 1999 apareció La tumba de Keats, de Juan Carlos Mestre, soberbio ejemplo de poema-libro, pues como tal fue escrito, sin desmayo a pesar de su magnitud. En 2004 disfrutó de una lujosa y artística edición en un mano a mano entre Mestre (texto) y Robés (imágenes). La nueva edición aporta las ilustraciones del libro de artista Ghetto que el propio Mestre realizó durante su estancia en Roma entre 1997-1998. El poemario nació en aquella ciudad cuando el poeta dispuso de una beca en la Academia Española de Roma y visitó la tumba de Keats, el joven poeta romántico que contaba apenas 26 años cuando murió en la Ciudad Eterna en 1821, siendo enterrado en el cementerio protestante. Otro formidable poeta inglés, Shelley, que también murió joven en Italia, ahogado en el Mediterráneo, compuso en memoria del amigo otro memorable poema, Adonais, que acaba de ser editado en bilingüe por Visor. Mestre lo evoca así: «Debajo de esta losa hinchado por el agua está el cuerpo amoratado de Percy Bisshe Shelley... / no es hermoso morir si uno es joven y el amor terrible».

La tumba de Keats es un poema complejo. Lo que he leído sobre él no pasa de vaguedades y rodeos. No aspira esta reseña a dar con la clave, por supuesto, sino a suscitar el interés por su lectura. Sin embargo, hay un verso hacia el final del libro que puede aproximarnos a una interpretación apropiada: «He pasado la tarde junto a la tumba de Keats... / no he descendido a ningún otro infierno que no fuese mi vida». En ese infierno cabe la crítica a los que ejercen «asuntos de fuerza» civil o eclesiástica y la piedad por los oprimidos. Roma se convierte en símbolo o síntesis del esplendor y la miseria, de las lacras históricas veladas por el brillo de las cúpulas, en la gran cloaca que mancha incluso las palabras, que llaman «conducta a la obligación y fidelidad al silencio». Pero en el poema hay, además, un pasmoso alarde imaginativo del que se hace gala: «La imaginación hizo resucitar a Jesús, / la imaginación es un túnel de tierra ante los ojos del topo...». La imaginación, unida a la memoria, crea mundos desconocidos: «Cada visión del hombre es una idea nueva que visita el mundo». Es esta facultad creadora la que hace del ámbito poético de Mestre un mundo singular.

«Adiós Roma, adiós dolorosa luz indescifrable». Es la despedida ante la tumba sobre la que reza un célebre epitafio que Juan Carlos Mestre incorpora como verso final a su poema: «Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua».

lunes, 27 de junio de 2016

Reseña: La tumba de Keats, de Juan Carlos Mestre, en Encuentros de Lecturas, por Santos Domínguez



                                                                                                           Santos Domínguez




En un volumen ilustrado por el propio poeta, Calambur recupera La tumba de Keats, el libro con el que Juan Carlos Mestre ganó el Premio Jaén de poesía en 1999. Llevaba algún tiempo descatalogado y esta reedición es una inmejorable oportunidad para acercarse a él por primera vez o para releer sus versos desborados y poderosos.
Desde su arranque (Esto sucede ante la hora izquierda en que mi vida, / violenta juventud contra el poder de un príncipe, / llama jauría a la verdad y belleza a los puentes derrumbados) hasta el último verso, que reproduce el epitafio de la tumba de Keats en el cementerio protestante de Roma (Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua), una explosiva sucesión de imágenes ordenadas en el ritmo envolvente y poderoso de sus versos.

Escrito en Roma entre octubre 1997 y febrero de 1998, acompañado de las ilustraciones del libro de artista Ghetto que el autor realizó a la vez que el poema, en su espacio emerge la sombra de Keats como símbolo de la conciencia irrenunciable del poeta a través de la voz de Juan Carlos Mestre.

El tiempo y la compasión, el amor y la historia, la noche y la palabra arrebatada articulan un intenso y largo monólogo en el que el poeta da voz a las sombras frente al olvido y esgrime la resistencia y la utopía como ética de las derrotas, como épica de la dignidad. Frente a las ruinas de la historia la fuerza resistente de la palabra cuando no importa ya vivir sino la vida, no importa ya morir sino lo humano.


jueves, 16 de junio de 2016

Noticias: celebración del 25 aniversario de Calambur

El pasado 2 de junio a las 19 horas en la Casa de Fieras de la Biblioteca Pública Municipal Eugenio Trías de El Retiro celebramos los 25 aniversario de Calambur. El director de la colección de Poesía, Emilio Torné, fue el maestro de ceremonia de un acto conmemorativo en el que varios de nuestros autores participaron recitando algunos de los poemas que han dado vida a Calambur en estos años de trayectoria. ¡Muchas gracias a todos por acompañarnos! (Fotos: Marius Scarlatt).






miércoles, 25 de mayo de 2016

Noticias: Calambur en la Feria del Libro de Madrid

Ya tenemos el calendario de firmas de la Feria del Libro de Madrid. Contaremos con Antonio Hernández, Juan Carlos Mestre, Olga Muñoz Carrasco, Esther Ramón, María Jesús Zamora y Jorge Riechmann. ¡Os esperamos!


Noticias: Reseña de "El reverso de la historia", de Jordi Ibáñez Fanés, en Quimera, por José Antonio Vila








¿Para qué las letras?
(El reverso de la historia de Jordi Ibáñez Fanés)


Quimera, 390, mayo 2016
José Antonio Vila 

Jordi Ibáñez Fanés es un personaje bastante conocido en el mundo intelectual de Barcelona, pero creo que menos fuera de él (cosas de la insularidad catalana, supongo), hombre de talante irónico y escritor de trayectoria discreta pero muy sólida, escribe poesía en catalán, es autor de una novela notable La vida en la calle (2007), y de varios ensayos, entre los que destaca el interesantísimo Antígona y el duelo, a caballo entre la reflexión estética y la filosofía moral. De algunas líneas temáticas de ese libro de 2009 surgen muchos de los planteamientos que recoge El reverso de la historia, ensayo en forma de dietario y con el que comienza su andadura «Criterios», la nueva colección que la editorial Calambur dedica a la prosa de ideas. El libro trata de la crisis de las humanidades, y más específicamente de la crisis de las facultades de letras, ¿cuál es el sentido de las humanidades, cuál puede ser su utilidad en la enseñanza superior, y, en última instancia, qué pueden aportar a la sociedad en su conjunto? El reverso de la historia no es un ensayo convencional, sino que se trata de un libro en el fondo autobiográfico, escrito desde el yo y articulado sobre la experiencia de la primera persona (y que se completa con tres estudios sobre el gusto, el mal y el «final de la historia» que sirven de colofón en el último tercio de la obra), es el libro de un pensador y profesor de universidad que reflexiona sobre la función de los libros –filosofía y literatura- en nuestras vidas, sobre el modo en que problematizan pero también enriquecen nuestra existencia. Es un ensayo que nace también de una frustración personal: su dimisión, tras año y medio en el cargo, como director del Departamento de Humanidades de la barcelonesa Universidad Pompeu Fabra, dieciocho meses de obstáculos y bloqueos debidos al vicioso círculo de intereses, intrigas y politiqueos «que lo enredaban todo y convertían todo esfuerzo en un juego agotador y penoso» (un mal que, sospecho, no es privativo de este centro de enseñanza sino que se da, en mayor o menor medida, en todas las universidades, por lo menos en las españolas).  
            Ibáñez Fanés se plantea el problema de la vocación intelectual en el contexto de la crisis contemporánea, crisis económica en la superficie, pero política y moral en lo más profundo como sugiere el autor en el texto, el tiempo de la historia que nos ha tocado vivir y que ha sacudido particularmente el ámbito de la cultura. Asediadas por la lógica economicista, el imperativo de la productividad a ultranza y el culto a lo técnico-científico como única forma de instrucción, las humanidades, o letras, corren el riesgo grave de verse como algo residual, ornamental, o, en el peor de los casos, un hobby de segundo orden que no puede competir con los entretenimientos del mainstream, los que proporcionan las pantallas (de ordenadores y televisores) y los grandes fastos del deporte (sospechosamente, los nuevos gurús de la economía y la política son muy aficionados a las metáforas deportivas, como Ibáñez Fanés señala con gracia y acierto). Es necesario volver a dotar de sentido a las humanidades, o letras, aunque eso implique, como hace el autor, no renunciar a preguntarse por el sentido de lo que hacemos, ni acabar de despejar la sospecha de la ausencia de ese sentido. El libro no tiene un tono sermoneador, ni deliberadamente nostálgico como el de Jordi Llovet en Adiós a la universidad (2011), sino vibrante, a veces divertido pese a la seriedad de los temas que se abordan, no da respuestas fáciles ni disimula sus perplejidades, es rico en sus referencias, de una cultura deslumbrante pero jamás exhibicionista, en el que, por ejemplo, se enlaza la pulsión ética de Hannah Arendt con brillantes interpretaciones de novelistas tan dispares como Balzac o el marqués de Sade, y su lectura nos propone «avanzar como si sólo nosotros estuviésemos despiertos, en medio de un mundo de sonámbulos», tal vez para buscar nuestro espacio en este reverso de la historia. Y quizá construir, sin utopismos, sociedades un poquito mejores de las que tenemos.



martes, 24 de mayo de 2016

Noticias: "El reverso de la historia", de Jordi Ibáñez Fanés, en El País, por Félix de Azúa




                                                   Inhumanos
En estas elecciones debe darse prioridad absoluta a los programas educativos de cada partido


Félix de Azúa
10/5/2016

La liquidación de las humanidades en la educación española no es sólo un error atribuible al mercantilismo obsesivo, es, además, un modo de desarmar a la población más desamparada. Como escribe Jordi Ibáñez en su extraordinario estudio El reverso de la historia, la política educativa española, “no es que sea ni torpe ni mala, sino directamente estúpida y malvada” (161). Y ello es así porque sólo tiene dos caras: los grises tecnócratas adornados de un cinismo compasivo, o los cínicos ilusionistas que acomodan su discurso a la fabricación oportunista de una mayoría social (237). En ambos casos se destruye la posibilidad de que la cultura humanista enseñe “a pensar críticamente con un pensamiento no orientado a fines meramente profesionales o técnicos” (141).

Ibáñez cree, como su colega Jordi Llovet y en palabras de Lévi-Strauss, que la universidad “se ha entregado a la inevitable coalición entre el infantilismo de las masas estudiantiles y el corporativismo de los funcionarios” (277). El resultado es el adocenamiento y la degradación educativa. Ibáñez, buen kantiano, cree en la función esencial de una educación ilustrada. Justo lo contrario de lo que expone la derecha socialista la cual acusa de “desfachatez” a quienes rechazamos la situación mientras ellos se acunan en un ávido conformismo.

En estas elecciones debe darse prioridad absoluta a los programas educativos de cada partido. Parecen iguales, pero las exclusiones se ocultan bajo máscaras ideológicas como “integración”, “normalización”, “sexismo” o “laicismo”, meros placebos frente a un problema pavoroso: en 2003, de cada cien hombres veinte eran analfabetos funcionales. De cada cien mujeres, treinta (295). ¿Y hoy? Muchos más.


Véase también http://elpais.com/elpais/2016/05/09/opinion/1462809524_656001.html