jueves, 22 de enero de 2015

Reseñas: Argentina y la guerra civil española. La voz de los intelectuales, en la revista Iberoamericana

Argentina y la guerra civil española. La voz de los intelectuales, Nial Binns (ed.)
Por Aníbal Salazar Anglada (Universitat Ramon Llull, Barcelona)
Iberoamericana, año XIV (2014), nº 55


La Guerra Civil española se ha convertido en un filón editorial inagotable en los lustros que llevamos recorridos del siglo XXI, y aun desde antes. En España, los largos años de “aznarato” –1996-2004–, que dejaron entrever el escoramiento de la sociedad española hacia un pensamiento de derechas, así como la disputa en torno a la Ley de Memoria Histórica puesta en marcha de forma calamitosa bajo la presidencia de Rodríguez Zapatero, y las movilizaciones ciudadanas frente a un gobierno, el de Mariano Rajoy, que se muestra incompetente ante la actual crisis, sin duda son hechos a tener en cuenta a la hora de explicar la brecha reabierta en nuestra sociedad y en la clase política, y la consecuente búsqueda, por parte de historiadores, sociólogos y politólogos, de las claves de tal divisoria en el pasado inmediato: la Guerra Civil, la interminable dictadura y la Transición, tres periodos de nuestra historia social y política que están sufriendo una profunda revisión (sobre todo la Guerra Civil y la Transición) con el aporte de nuevas relecturas e  interpretaciones.
 

En lo que atañe a la Guerra Civil, pese al enorme caudal de publicaciones –ensayos, historias, crónicas, epistolarios, novelas, poemarios, etc.– es mucho lo que aún queda por rescatar del olvido. En el marco de los llamados estudios transatlánticos, por ejemplo, aún está por realizar un estudio sistematizado de la participación de la intelectualidad latinoamericana en la guerra de España, y la recopilación exhaustiva de escritos (de ficción y no ficción) referidos a los trágicos hechos ocurridos en la península entre julio de 1936 y abril de 1939, y a sus consecuencias inmediatas. Ello implica una narración en un doble escenario: España y Latinoamérica, pues importa no solo poner de relieve el compromiso de muchos intelectuales americanos con la República española, que les llevó a desplazarse a España y a participar de un modo u otro en los acontecimientos; sino, además, examinar el reflejo que tuvo el conflicto peninsular en la sociedad civil latinoamericana y el modo desigual en que los gobiernos de turno se posicionaron respecto a uno y otro bando en liza: la legítima República y la Junta Militar establecida en Burgos. A esta tarea tan necesaria como inagotable se ha dado Niall Binns (Londres, 1965), profesor e investigador –además de poeta– de la Universidad Complutense de Madrid, a quien avala una sólida trayectoria en los estudios americanistas. Binns ha confesado su fascinación por la Guerra Civil desde que descubriera España a finales de los ochenta: “Cuando llegué a España por primera vez, en 1987, vine con la mochila llena de lecturas de rigor para un británico de vacaciones: Homage to Catalonia de Orwell; Ask I Walked Out One Midsummer Morning de Laurie Lee; For Whom the Bell Tolls de Hemingway”. Muchos años después, fruto de esta curiosidad por la guerra española, vería la luz el libro La llamada de España. Escritores extranjeros en la Guerra Civil (Barcelona: Montesinos, 2004), al que siguió Voluntarios con gafas. Escritores extranjeros en la Guerra Civil española (2009). El autor da cuenta de aquellos intelectuales foráneos que mostraron una seria preocupación por el conflicto español y actuaron como milicianos, brigadistas, corresponsales, o bien, sin moverse de su lugar, reflexionaron sobre aquel drama humano incomprensible.

El volumen Argentina y la guerra givil española es el número dos de la colección “Hispanoamérica y la Guerra Civil española”, que publica la editorial madrileña Calambur, una aventura entusiasta que tiene su arranque en el proyecto de investigación “El impacto de la Guerra Civil española en la vida intelectual de Hispanoamérica”, adscrito a la Universidad Complutense de Madrid y financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia de España. En 2012 se publicaron los tomos correspondientes a Ecuador y Argentina; y en 2013, los dedicados a Perú y Chile. Argentina y la Guerra Civil española se abre con una amplia introducción a cargo de Niall Binns –coordinador de la colección y responsable de la edición de este tomo en particular, así como del de Ecuador– en la que a lo largo de casi un centenar de páginas nos ofrece una minuciosa indagación acerca del impacto de la guerra española en la sociedad argentina, que fue enorme. “Las noticias de la Guerra Civil estremecieron la Argentina entera –afirma Binns–. Las numerosas páginas dedicadas al conflicto por todos los periódicos argentinos ofrecen un testimonio del alcance de ese estremecimiento, que seguiría en pie durante los casi tres años que duró el conflicto […] Argentina vivía la guerra como si fuese suya”. Esta conmoción por lo que estaba sucediendo a más de diez mil kilómetros de distancia y la movilización inmediata de la ciudadanía argentina en ayuda, sobre todo, de las milicias populares y del pueblo español, no es difícil de entender. Proclamada en abril de 1931, la Segunda República española había llevado un halo de esperanza a ciertos sectores desencantados de la sociedad argentina que descubrían atónitos que la suya era una “República imposible”, dicho con la expresión del eminente historiador Tulio Halperin Donghi. Imposible porque la democracia de corte liberal restaurada en 1932, poco menos de un año y medio después del golpe militar del general Uriburu, se reveló un simulacro, un juego electoral orquestado por la oligarquía de signo conservador para perpetuarse en el poder. La República española, contemplada desde lejos y por ello de algún modo idealizada, proyectaba en buena parte de la sociedad argentina el deseo de una carencia motivada por una crisis sistémica de la cultura política del país. Lo que explica que, a pesar de que el eco de la Guerra Civil extremó los posicionamientos en el campo ideológico argentino y redefinió la posición de algunos partidos políticos y sindicatos, el pueblo se volcara mayoritariamente con la causa republicana. Algunos estudios de referencia, como el publicado por Mónica Quijada en 1991: Aires de República, aires de cruzada; la Guerra Civil española en Argentina (Barcelona: Sendai), que cita con frecuencia Binns, nos muestran a partir de una documentación rigurosa cómo se vivió la guerra en Argentina, qué tipo de ayudas a la República española o a los militares rebeldes se activaron y la forma sinuosa en que se condujeron los gobiernos de Justo y Ortiz. Lo que diferencia el trabajo de Binns de sus predecesores, sin restarles a estos su mérito, es la formidable antología que sigue al estudio introductorio, un vasto corpus textual sobre cuanto publicaron acerca de la Guerra Civil española escritores, periodistas y milicianos argentinos a uno y otro lado del Atlántico. De manera que el libro, así como el resto de la serie, constituye un testimonio excepcional nunca antes reunido, que revela en la voz de los intelectuales, entre otras cosas, el sentimiento de hermandad que despertó la guerra de España en las repúblicas latinoamericanas. En lo que toca a Argentina, son conocidos los casos de Roberto Arlt, quien regresó compungido a la Argentina solo unas semanas antes del estallido de la guerra; o de Raúl González Tuñón (el “Raúl” del conocido poema de Neruda “Explico algunas cosas”), quien estuvo en los frentes y dejó escritos un buen número de poemas dedicados a la guerra en Madrid. Más allá de estos y de la presencia de autores tan familiares como Borges, Victoria Ocampo, Oliverio Girondo, Alfonsina Storni o Enrique Anderson Imbert, el volumen armado por Binns reúne alrededor de 180 testimonios –entre artículos, proclamas, manifiestos, crónicas, novelas, cuentos– pertenecientes a intelectuales la mayor parte de cuyos nombres nunca llegaron a tener eco en España e incluso son desconocidos hoy en Argentina. Se agradece por ello la exhaustividad del índice y asimismo las notas biobibliográficas que anteceden a cada autor. De lo dicho en estas últimas líneas, y tomando en cuenta las 700 páginas que abarca aproximadamente el corpus seleccionado, puede inferirse el incalculablevalor documental de este volumen y sus pares, un trabajo de laboriosa arqueología filológica que sin duda debemos agradecer como depositarios de una memoria que no debe perderse en el olvido y que hoy resulta más necesario que nunca recuperar y vindicar. 




martes, 20 de enero de 2015

Reseñas: Cantos : & : Ucronías, de Miguel Ángel Muñoz Sanjuán, en La poesía que leo (y me gusta)

CANTOS : & : UCRONÍAS de Miguel Ángel Muñoz Sanjuán
Blog La poesía que leo (y me gusta), 3/11/2014

Este libro de poesía de Miguel Ángel Muñoz Sanjuán es uno de los libros más bellos que he leído en los últimos tiempos, y leo mucha poesía normalmente.

Debo confesar que no conocía a Miguel Ángel ni le había leído nunca, y para mí ha sido un gran descubrimiento, ahora que tantas editoriales publican libros que más que libros de poesía parecen de prosa mala.
 

La misma portada –plagada de signos– nos remite al título, a aquellos acontecimientos que no sucedieron pero que hubieran podido suceder. Asimismo, los signos nos sumen en un universo físico que acompañará a los pequeños títulos de cada poema después del número del mismo y de los dos puntos, antes del título puesto entre corchetes, siendo así referencia de cada poema. Posteriormente y a lo largo de los poemas, en cada uno de ellos, Miguel Ángel juega con la puntuación y con su significado.

El libro está dividido en dos ciclos: el primero es cóncavo, el segundo, convexo.

La afirmación que voy a hacer ahora es mi lectura, que puede ser totalmente errónea. Interpretar lo que el poeta ha querido decir es siempre arriesgado, sobre todo si es un poemario vanguardista, onírico, en el cual los conceptos son a veces oscuros y siempre simbólicos.

El círculo cóncavo se refiere a la muerte. Está lleno de referencias sobre el tánatos, tantas, que no las quiero transcribir porque podría rellenar lo que queda del folio sólo copiando versos de los poemas, que por cierto son poemas en prosa.
La muerte, vivida con angustia, vivida como tragedia, impregna esta primera parte del poemario que es como una herida –pero la herida es la vida, no la muerte– y como si ese final –seguro para todos nosotros– tuviera también –y al final el poeta se la reconoce– una parte de belleza.

El círculo convexo se refiere a la palabra. Las dudas o mejor dicho la incertidumbre sobre la existencia o la inexistencia de Dios, ese destino fatal que es la muerte segura, lo podemos sortear mediante el verbo, mediante el idioma, mediante la lengua.
Quizá la palabra sea la forma más trascendente que tiene el hombre para comunicarse, para aliviar esa soledad que inevitablemente sentimos.

Este libro de poemas es un libro de conceptos: conceptos que los titulan y que se ven desarrollados por otros conceptos, con referencias egipcias, bíblicas y una potente presencia de los gatos, sobre todo en la primera parte.

El tú al que se refiere el poeta debo confesar que me desconcierta. ¿Es la amada, quizá, a la que van dirigidos los poemas? ¿Sería en este caso un libro de amor? No lo sé y por ello nada puedo afirmar.

Pero desde luego sí puedo decir que es un poemario en la que las referencias son constantes, que pide un esfuerzo al lector para poder entrar en este mundo que se nos ofrece con tanta generosidad, en este mundo hermoso, bien armado, bien estructurado, en el que las lecturas pueden ser miles, en el que más de una vez vas al diccionario a buscar palabras, palabras que a veces el poeta inventa, como álbeas, por ejemplo, y no es la única.

Miguel Ángel nos pide un pequeño esfuerzo. Soledad, silencio y unos poemas cultivados, cultos, llenos de sangre, guerra y muerte, y que nos deja la esperanza de que al fin la palabra llegue a salvarnos de buena parte del dolor.



Lee la reseña en el blog La poesía que leo (y me gusta)



Reseñas: El día anterior al momento de quererle, de Concha García, en Mundiario

El día anterior al momento de quererle, una vida, un poemario de Concha García
Por Manuel García Pérez 

Mundiario, 17/01/2015
 

La poesía de Concha García demuestra que la trascendencia reside también en la cotidiana experiencia de una realidad que nos desborda en la vigilia y en el sueño.

El poemario de Concha García, El día anterior al momento de quererle, publicado en Calambur, en 2013, profundiza en la memoria como un espacio transitable donde la juventud y la madurez se confunden, donde no existe la nitidez entre lo que ha sido encantador, deliciosamente vivido, con aquellos momentos traumáticos, llenos de aspereza y de frustración. Como se puede revisar también en obras anteriores, la autora busca esa frontera intermedia donde la vida no es juzgada, sino contemplada como una fuerza inasible a la que no podemos renunciar y a la que no podemos increpar para que las tornas cambien: "Unos seres que se repiten/ en el tiempo, una serpiente/ espalda abajo que se ausenta/ de los momentos felices y aparece/ cuando la derrota es previsible" (pág. 65).

Lo que siempre me ha cautivado de la poesía de Concha García es esa manera aparentemente sencilla de reflexionar sobre los problemas existenciales, puesto que es cierto que su estilo no es excesivamente abigarrado, pero su sintaxis y la riqueza conceptual que en ella se incluye inciden en ese eterno debate entre el yo y su alteridad. Alrededor de la pérdida, alrededor del miedo a morir, giran esos fantasmas errantes que son quienes habitan la casa, las habitaciones, los recodos, los espacios en los que la ausencia se hace visible.

Los objetos, los detalles mínimos y los recuerdos repetidos son rasgos de ese mundo personal que Concha García prevé dentro de los límites de su escritura. La vida como experiencia del recuerdo tiene las mismas demarcaciones que la literatura, erráticas, confusas, pero hipnóticas: "Cuando lees: solía tejer guirnaldas/ lo que te llega/ no pertenece a tu tiempo./ No es real ¿sabes?/ potencia de pensamiento/ que forma solo/ imágenes aproximadas/ de la dulzura/ que te habita" (pág. 13). La ausencia de quienes han completado nuestra existencia, el reproche a quien no va a respondernos y el dolor contenido ante la inminencia de experiencias inevitables construyen toda una poética donde el amor no es idealizado, sino que son los idealismos los que han destruido la continuidad del afecto entre nosotros: "Ayer, entre las cosas que tiro,/ fotos, papeles, ropa, llovían plazoletas/ donde estuve hace tiempo,/ los singulares rostros de arcángeles/ que bordeaban algunas fuentes blancas/ transitaban conmigo en el anterior día/ de la tristeza" (pág. 35).

Quizá la autora busca en el recuerdo de la ausencia ese momento de la controversia que todo creador necesita para reflexionar sobre sí mismo, en la solitud, como describe Hannah Arendt. No hay otro fin que perseverar por perseverar, sentir ese tiempo que se va rápida y silenciosamente. Es inevitable que el lenguaje sobreviva a tantas acciones que apenas recordamos, pero que con voluntad van marcando de cicatrices nuestra piel. Lo que el poema entona es el instante, una acción simbólica que repercute en todo lo que somos: "Ella se desnuda, siente la tibia/ temperatura del alba en un/ alegre balanceo que provoca/ una sombra perfectamente enlazada/ a otro cuerpo." (pág. 38).

Gracias, Concha, por tus consejos.


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Reseñas: La hija del capitán Nemo, de Cecilia Quílez, en Castilla. Estudios de literatura

La hija del capitán Nemo, Cecilia Quílez
Por Juan Carlos Abril
Castilla. Estudios de Literatura, 6 (2015): I-III ISSN 1989-7383
 

La escritura de Cecilia Quílez (Algeciras, Cádiz, 1965) parte de las premisas de la libertad absoluta de una conciencia creativa sin ataduras ni rémoras. Radicalmente inconformista en su propuesta, la propia escritura se concibe como procedimiento que pone orden frente al caos, frente a una vida errante y nómada donde “Tu fe se ahoga” (p. 23): “Algún día escribiré que mi vida fue un desastre” (p. 13), nos dice en la primera línea del primer poema. “Mis manos subrayan la palabra exilio sobre mi piel. Pero también escriben que la inexistencia es un quebranto del deseo. Nieva sobre la playa artificial. Quien baila también está temblando de frío. Pienso en el vacío. Mi tristeza se llena de vacíos.” (ibíd.). Para confirmar ya al final: “Mi vida fue un desastre, escribiré” (p. 14). La única verdad es que no existe la verdad: “Y ahora, ¿qué hago con la verdad?” (p. 49). El poeta es el pastor del ser y el lenguaje es la casa del ser, Heidegger dixit. Nadie excepto la poeta puede traducir “el lenguaje de las tuberías” (p. 57). Por eso a través del lenguaje ordenamos —al menos para entendernos a nosotros mismos— el mundo: “Sólo me inspira o no / Calculen bien el movimiento / Lo que aún ni sé / Si encaja canta o desafina / Un absoluto caos que he de querer / Que por mío aunque no guste / Es incompleto” (p. 67). La poeta encuentra lenguajes escondidos u olvidados allá donde otros no los perciben, y esa es precisamente su labor en el límite de lo comprensible, en la creación de sentido más arriesgada, en los precipicios del signo lingüístico.
 

La tensión erotanática alimenta estas páginas de fugas e integrales, planos y contraplanos en un continua superposición de imágenes y libérrimas asociaciones de ideas, que se escapan a la razón instrumental, y que plantean una voz insobornable a los códigos establecidos —morales en sentido lato: amorales, inmorales— aliándose a los más variopintos procedimientos, y siempre con la complicidad de las palabras, esas fieles compañeras a pesar de todo: “Ningún tiempo pasado en mi memoria / Colmar el presente aire furtivo / Pero tú mañana / En el babel exacto / De los signos / Desnuda llegas / Ave Palabra / Violentamente amanecida” (p. 66). Nos encontramos con los alrededores de un personaje que no sólo escribe sino que a la vez se escribe a sí mismo, la palabra que al decir se constituye en semiosis, recorriéndose en sus frustraciones y miedos por donde pasan desde las relaciones dolorosas: “Viví tu guerra y tú la II mía / El olvido ha dejado flores en mi lecho / Esta es mi victoria / Amanecer y no pensarte” (p. 69); el amour fou de esos cuerpos celestes en “Las esferas se encontraron” (p. 51); el complejo de Electra (pp. 64-65); en sus deseos e ilusiones, etcétera, y que se autoengaña —como el resto de la humanidad— con la esperanza: “Como una campana en el vientre / Ese querer prehistórico de madre / Que amamanta eternamente la esperanza” (p. 72). Las coordenadas del deseo y un profundo vitalismo empujarán esta escritura de superación: “Mi mejor bestia, mi deseo” (p. 55), “antes de caer al imperio del deseo.” (p. 77).
 

Sin embargo, la marca del dolor, la oquedad del ser, el vacío que nos invade no podrá solventarse con ninguna artimaña. En esta poesía no caben argucias frívolas porque “Nada distingue a las bestias en su último suspiro. Pero tú cantas” (p. 59). Por eso La hija del capitán Nemo nos interpela a no frecuentar el territorio de la herida, incluso si sabe que es inevitable ese merodeo: “Mañana tampoco vuelvas por aquí: Aún duele” (p. 61). Con este epígrafe se abre la última parte homónima de un libro que se estructura en torno a cuatro fragmentos de un discurso amoroso/desamoroso: “I. Signos vitales”, “II. El peine del viento”, “III. Cuerpos vitales” y “IV. La hija del capitán Nemo”. Una onda energética atraviesa este poemario mostrándonos una fuerza dionisiaca imparable: “Ved / Probad / La obscenidad de la plenitud / Ha de caer el pétalo torrente / Sin indulto […] Aguantad las ganas / Y si podéis / Imaginad el rocío / Que encierran / Las rosas en primavera” (p. 54). Prosas encontradas de una materialismo aleatorio, tal y como esbozara Althusser.
 

Signos o constantes vitales de un sujeto al borde del abismo, en el filo de la desesperación, en el naufragio de la melancolía y con el equipaje inestable de las emociones, su inefabilidad rilkiana: “En las chimeneas / Las gaviotas esperan / La lágrima inaudita del poeta / Un ángel hace surf en traje de neopreno / Es octubre como siempre ha sido octubre / Sólo me hace llorar / Lo impronunciable” (p. 17). El conflicto interior se traduce en muchas ocasiones en angustia y obsesión “Con un cuchillo ensangrentado / A los pies de la cama” (p. 18), o con la composición inmediatamente posterior que comienza “Una boca que preña la luz”, pero que concluye: “Avanza la palabra / Sangran las bocas” (p. 19). Aunque ningún poema como “Ando en círculos” podría ilustrar este vacío interior que se va rellenando con los ingredientes más heteróclitos para conformar a ese sujeto que resista a los embates del tiempo y la historia: “Ando en círculos / A III veces choco de frente / Con mi propio fantasma / Agotado de agotarse / En este mismo lugar / Donde nada más puede decirse” (p. 41). Se trata de la frontera de las emociones, allá donde las palabras ya no alcanzan a decir, una tierra de nadie —hija de Nemo— donde el sujeto cambia de máscara para sobrevivir, con el resultado final de no reconocerse en lo que más bien se parece a una fantasmagoría de sí mismo. Pero poeta a pesar de todo, después del horror de haber visto, de estar vivo, de no poseer una identidad estable, de tener que mudar, migrar, y en suma seguir aquí. Poeta consciente de ese estado de descomposición interior: “Ahí estoy yo / Dibujando en la baldosa / Sobre la nada” (p. 20), que se confirmaría con el rotundo texto “Qué hace esa mole imposible apuntando al cielo” (p. 28).

El desarrollo de La hija del capitán Nemo oscila entre el páramo abisal de las profundidades oceánicas, de la fosa de las Marianas, y el propio yo. Allí y aquí. Entre medias, las turbaciones del deseo y la nocturnidad de “La noche más corta”, título repetido adrede (p. 33 y p. 63) que escenifica de un modo u otro la ansiedad de la conducta que se aparta de la Norma, el territorio innegociable de la libertad, la rebeldía más iconoclasta y la disolución de las reglas del juego, comenzando por el amor y el deseo, en la desgarradura que nos produce: “La ciudad nos abre de luces verdes. Aquí tienes mi cuerpo florecido en tristeza. Estamos rotos, intermitente confusos como los párpados semiabiertos que retienen la línea entre la vida y la muerte.” (p. 33). La hija del capitán Nemo es un libro desafiante en su propuesta y en sus resultados, y la poesía de Cecilia Quílez todo un impacto para el lector, a quien hace ver las cosas desde el otro lado. Y esa invitación dialógica, precisamente, nos atrapa.



Lee la reseña en la revista Castilla. Estudios de literatura

 

domingo, 18 de enero de 2015

Reseñas: El piano del pirómano, de Ángel Antonio Herrera, en ABC

El piano del pirómano
Por Manuel de la Fuente

ABC (Cultura. Libros), 17/01/2015

Ángel Antonio Herrera es bien conocido por su aparición en numerosos programas de televisión, donde se suelta la lengua como experto en el mundillo del corazón (las vísceras, prefieren decir otros), pero no todo el mundo sabe que es un extraordinario poeta, original, personalísimo, con una voz que emociona y conmueve. Acaba de publicar su nuevo libro, de título y contenido tan maravilloso como sorprendente: El piano del pirómano (Ed. Calambur), Premio de Poesía Barcarola, merecidísimo.