viernes, 28 de marzo de 2014

Reseña: Oyendo lo que algunos dicen públicamente, de Jorge Rodríguez Padrón, en Revista Iberoamericana

Oyendo lo que algunos dicen públicamente
Por Juana Murillo
Revista Iberoamericana, Nº53


“Canto” reclama Jorge Rodríguez Padrón a la poesía española contemporánea.“Ritmo y léxico, las dos carencias mayores de la poesía española”. Más sonido, como el que marca la elección del gerundio que inaugura este volumen, un compendio de artículos cuyo subtítulo, “Debates con la poesía española”, tiene como interlocutor y objeto de estudio la misma obra creativa, así como la crítica que se ocupa de ella. El libro se estructura en tres partes: el capítulo uno explica la motivación del volumen, le siguen quince artículos escritos entre octubre de 2004 y abril de 2007 y para finalizar un breve texto a modo de conclusiones. Desde el principio Jorge Rodríguez Padrón justifica la larga travesía de esta exploración sobre la poesía española de los siglos XX y XXI: “se solicita mi palabra crítica, quiero darla. Con todas sus consecuencias (es mi compromiso y responsabilidad)”. Innegable es la trayectoria del autor, amplio conocedor de la poesía española, como así avalan los numerosos artículos que a ella ha dedicado en distintas publicaciones como Ínsula Cuadernos hispanoamericanos. Extenso conocimiento, decimos, como extensa es la nómina de autores rescatados y rescatables a ambos lados del océano que asoman en estas más de trescientas páginas: José María Eguren, Francisco Pino, Juan Gil Albert, Antonio Gamoneda, Ángel Crespo, Luis Feria, Manuel Padorno, José Miguel Ullán… entre los que ensalza la obra de autores como César Simón, Aníbal Núñez, Eugenio Padorno o Esperanza López Parada.

En este libro, que hace repaso crítico a las más señeras antologías publicadas sobre poesía española de una parte del siglo XX y el XXI, se intercala un sinnúmero de meditadas definiciones sobre “la poesía”. Fruto de un amplio conocimiento del acto poético y evidentemente alejadas del sentimentalismo del acto creativo, Jorge Rodríguez Padrón plasma una concepción, sabida y pensada, sobre el hecho poético en sí, motivo difícil de encontrar entre la crítica literaria actual: “consiste en subvertir el orden impuesto a la lengua y que ésta impone a su vez de modo inmediato; alterar, en consecuencia, aquella relación con la realidad (y con lo posible) para que la realidad se nombre como nueva”; o esta digresión sobre la razón verdadera de la escritura poética: “para mí cabe una pregunta que no podemos dejar de hacernos nunca: ¿para qué poetas en este tiempo de miseria?”. Dado que los artículos que aquí se recogen se escriben en distintos años, (el primero de ellos sobre Francisco Brines lo compone 25 años atrás y en él encuentra ya una limitación en la poesía “última y penúltima” que confirma en la actualidad), hay argumentos que encontramos reiterados. En la órbita de asuntos ya trabajados anteriormente aborda la literatura canaria, la revisión de antologías poéticas o el rescate de figuras como Pedro Perdomo Acedo. En líneas generales, el autor arremete contra el uso convencional de la palabra y le achaca a la poesía española un excesivo gusto por el “cuento” en detrimento del “canto”, y a la crítica haber contado la historia de los últimos 30 años de la poesía española partiendo del culturalismo de los “novísimos”. Aboga por volver los ojos a la profundidad de la poesía de los místicos y rescatar un periodo inagotable de la poesía española.

Definido a sí mismo en el primer párrafo: “Paso por ser, según me advierten, el crítico de la diferencia”, también ejerce de ello y se completa siendo también un crítico “no al uso”: la cita bibliográfica completa es obviada. En ocasiones se citan solo títulos, se omiten datos, edición, año de publicación… y se construye un texto denso y dialógico. Ya en otras ocasiones había elegido Jorge Rodríguez Padrón este juego verbal: “Notas del diario de un diálogo” (Ínsula, nº 532-33) o “Notas para un diálogo de antologías” (Cuadernos Hispanoamericanos, nº 432). Diálogo con la poesía, pero pleno de llamadas vocativas: “Vengamos una vez más a lo que de verdad importa. Que no se suele” (marzo 2006); “No me he apartado de nuestro asunto ni tanto así”; “Pediría al lector un simple cotejo entre dos poemas”;“Vuelvo sobre lo dicho y repetido tanto” (julio 2006); “No me vengan con lamentos” con una abundante primera persona que exhibe una falsa modestia: “a mi escaso entender”.

En las diatribas que dirige contra la crítica que le es ajena se pierde en ocasiones en acusaciones difíciles de identificar (“se ha dicho” [216]). Datos incompletos que, dada la trayectoria del autor, funcionan como estímulo para un lector al que propone la búsqueda de lo no explicitado, bien sean datos bibliográficos u otro tipo de referencias no aclaradas. Por ejemplo, “Esto escribe en la primera página de su Cuaderno un Palinuro destemplado: ‘Moramos en la orilla’” (octubre 2006), en referencia al libro de E. Padorno Cuaderno de apuntes y esbozos poéticos del destemplado Palinuro Atlántico, autor al que dedica un buen número de páginas. O, en referencia a Juan Carlos Suñén, al no indicar referencia bibliográfica puede ser que se refiera a La poética de los críticos (Ínsula, nº 587-588, 1995); o la charla publicada en ABC (2004) entre Francisco Brines y Paco Marzal, y a la que se refiere Jorge Rodríguez Padrón así: “Dos poetas hablan de poesía. Son españoles, hablan de poesía española” (289), “Oigo ahora que el mayor le dice al más joven…” (abril, 2007). No es baladí el rescate de esta charla (titulada “Brines-Marzal: diálogo de generaciones” los interlocutores llegan a la conclusión de la inutilidad de las clasificaciones) ni cómo insiste en el diálogo de nuevo y la palabra dicha y escuchada.

Se le puede censurar a la edición los abundantes errores tipográficos que recomendaría la imprescindible labor de un corrector. Pero por qué reseñar este volumen si el autor arremete contra el trabajo de este mismo formato, la reseña: “En este momento se impone que el crítico haga justamente todo lo contrario: alzarse contra la anécdota del hecho literario, dejar las reseñas coyunturales de los libros recién aparecidos […] en vez de eso […] Reflexionar sobre las condiciones en que se desenvuelve la creación literaria […] y hacerlos así obliga, igualmente, a situarse al margen del discurso establecido…” (88). Quizá porque este volumen se construye al modo de un método singular que expone ideas, opina y propone ejercicios a unos aventajados alumnos, y elegidos también, ya que el resultado de las propuestas aporta una privilegiada reflexión sobre el discurso poético como pocas. Jorge Rodríguez Padrón se muestra en contra de consensuadas consideraciones como el significado de “generación” en general y la llamada “Generación del 50” en particular. Acusa a la poesía actual de no arriesgar. Hacerlo supone “la exploración incisiva y crítica y rupturista en los ritmos, en el léxico, en la imagen” que provocan abandonos de la poesía: “para arribar a las mansas y beneficiosas playas de la novela”.

Recomendaciones muchas. Entre los libros que disecciona dedica varios párrafos a la labor de Miguel Martinón en Círculo de esta luz, Reflexiones sobre la poesía actual (Madrid: Verbum, 2003). Elogio al que se une la recomendación de la lectura de Los hijos de Nemrod de Nilo Palenzuela (Madrid: Verbum, 2000.), o Lírica y poética en España, de Russell P. Sebold (Madrid: Cátedra, 2003). Pide volver los ojos a los autores del 27 a través de Ramón Gaya. Reivindica una antología de 1974 que tuvo poca repercusión, Poetas españoles contemporáneos (Barcelona: El Bardo) de J. Batlló, en la que identifica nuevas voces, como las de Eugenio Padorno o José Miguel Ullán, autores que serán objeto de estudio y referencia obligada posteriormente.

Valorar y evaluar cada propuesta de autor en distinta medida es lo que propone Jorge Rodríguez Padrón para dotar a cada uno de su lugar en el panorama crítico, no estableciendo la fácil similitud entre autores de la misma época. Razón última del volumen, la propuesta ¿y si lo leyéramos todo de nuevo? Propone leer desprejuiciadamente, ya que existe una desproporción entre el interés que la obra genera y el reconocimiento obtenido. Aunque este concepto lo toma de Víctor Pozanco (Revista de Occidente, Madrid, mayo, 2003), sin embargo le dedica unos de los artículos más combativos. Le recrimina una cierta complacencia con críticos entre los que él no se encuentra, ya que se reconoce al margen debido a manifestarse “fuera de la nómina”, y “soy de los que quedaron fuera del mencionado reparto de prestigios”. Oyendo, opinando, explicando y exponiendo los personales argumentos del contexto de la crítica literaria sobre poesía española que sacude las suaves horas de lectura poética, nos invita Jorge Rodríguez Padrón a hacer una revisión exhaustiva para inquietar, al menos, al lector acomodado a títulos, membretes y calificaciones. Así también propone algunas concepciones sobre el acto poético que no podemos obviar: “si la creación poética no va acompañada de una reflexión sobre su propio ejercicio, nunca transmitirá una verdadera experiencia de existencia; que si no plantea […] su desacuerdo con la realidad, es a través de un debate con el lenguaje, la palabra sólo será un instrumento para enmascarar la verdad y no para alcanzar su necesaria epifanía” (26). Y cómo no, abogar por la poética juanramoniana al observar cómo el moguereño ya había considerado la poesía como un proceso de maduración del pensamiento y del lenguaje. Veamos la poesía como “construcción y como ordenamiento verbal […] de la existencia. Una forma para desvelar la mentira de las apariencias, originada en el atrevimiento de la imaginación”.

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