martes, 7 de enero de 2014

Reseña: El día anterior al momento de quererle, de Concha García, en el Diario de León

Aquellos son los años que nos quedan
Por José Enrique Martínez
Diario de León, 29/12/2013


Concha García es un nombre indispensable en cualquier antología de poesía contemporánea. En 2003 reunió su obra en Ya nada es rito y otros poemas; a ella se han sumado Acontecimiento en 2008 y el libro que ahora reseño, El día anterior al momento de quererle.

De la poesía de Concha García se ha dicho que "es ejemplo de un realismo inmisericorde que se incrusta en los poros de la realidad hasta fragmentarla" (Prieto de Paula). A la vez se ha subrayado la relevancia del sujeto femenino de su poesía. Ambos aspectos se perciben en el nuevo libro, que opta por no titular los poemas, huyendo de esa especie de síntesis que es el título y de ofrecer una primera puerta al lector. Otra característica es la brevedad de los poemas, pequeñas escenas cuya posible dificultad no reside en el concepto, sino en lo escueto. Lo poetizado nos llega como trozo de realidad. Y el poema, sin continuidad con el anterior o el siguiente, como pieza completa, aunque la realidad se ofrezca astillada. No es infrecuente que el poema comience con algo habitual: "Ahora llueve", "Pones la fritura en un plato blanco / y recuerdas que aún no has dejado / de fumar", etc. Es la prosa de la vida llevada a la poesía. No grandes acontecimientos, pequeñas cosas, menudas sensaciones, visos de soledad, recuerdos sin brillo, transiciones en las que apenas se advierte el cambio, fotografías que provocan alguna constatación menor, como la que dice que "aquellos son los años que nos quedan". Y, sin embargo, algo nos turba, sin que sepamos bien por qué. Acaso porque es una poesía cuyo atractivo reside en que sin decir, dice, sin expresar profundos sentimientos, hace sentir, sin aparentes honduras, ilumina fugaces pensamientos. El mismo índice del poemario incide en lo señalado: Un día, otro día, una mujer, otra, un encanto, un desencanto... O si lo decimos como lectores: una foto, otra, un amor, otro, lo de ayer, lo de hoy, etc. Y el sujeto de cada poema no es un ser entregado, como si dijera: estoy aquí, pero guardo las distancias, miro, pero no intervengo, con excepciones como el poema que comienza: "Ella se desnuda", con entrega total al amor, con el deseo de que el instante permanezca. Pero no es así: todo pasa; no hace falta que la poeta lo diga. Lo insinúa simplemente en otros poemas: el cambio, indica, "fue poco a poco, aunque lo supimos / de golpe"; de golpe supimos y sabemos el rotundo final del poemario: "ya nada, no hay nada, nada".


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