jueves, 20 de junio de 2013

Reseña: La bicicleta del panadero, de Juan Carlos Mestre, en La Provincia. Diario de Las Palmas

Transgresión y conciencia
José A. Luján
La Provincia. Diario de Las Palmas, 31/01/2013

Juan Carlos Mestre, (Villafranca del Bierzo, 1957), Premio Nacional de poesía 2008, colabora desde hace 20 años con Luis Arencibia, artista canario afincado en Madrid. Hoy inaugura en la Sala José Saramago de Leganés una exposición sobre su obra plástica. Su poesía se caracteriza por la ruptura con el orden lógico del discurso.

En ‘La bicicleta del panadero’ Juan Carlos Mestre transita entre la memoria cultural y la ilógica del discurso.

Parece un riesgo en los tiempos que corren afrontar la edición de una obra poética de casi 500 páginas como ha hecho la editorial Calambur con ‘La bicicleta del panadero’ (2012), de Juan Carlos Mestre. Pero no sólo es la cuestión volumétrica sino la propia factura de los poemas lo que genera una novedosa inquietud en cualquiera que trate de acercarse a su contenido. Estamos acostumbrados a apoyar el sentido crítico en determinadas clasificaciones para impregnarlo de cierto marchamo académico. En este caso, descartadas las vías de ‘poesía de la experiencia’ y ‘poesía del conocimiento’, la obra de Mestre se enmarca en lo que él mismo determina, aunque sin total convencimiento, como ‘poesía de la conciencia’, que es donde manifiesta moverse nuestro autor. Le hemos seguido el rastro a un reciente libro de George Steiner, ‘La poesía del pensamiento’ (Taurus, 2012), con el fin de comprobar si nos encontrábamos ante otro derrotero clasificatorio y hemos constatado que lo que hace Steiner es indagar en qué medida la poesía está presente en la producción filosófica de la cultura occidental; es decir, cómo los textos positivistas y metafísicos, en su discurso reflexivo, se hallan impregnados de lirismo o de ciertas metáforas, e incluso parábolas, lo que daría pie a una cierta proximidad de los géneros filosófico y literario. No es, pues, el camino que tratamos de escrutar.

Sin embargo, estos textos de Mestre propician una hermenéutica en el sentido de “Insurgencia poética” que define Javier Rodríguez Marcos (El País, 25.01.13) y que ayudan a situarlos en el panorama de la creación poética actual en el marco de la lengua española. En este reciente análisis, el crítico sostiene: ”Ahora, con la resaca de todas las burbujas, la cruda realidad se ha colado de nuevo en la poesía, aquella que Celaya, optimista, consideraba un arma cargada de futuro. Es cierto que autores como Jorge Riechmann, Juan Carlos Mestre o Isabel Pérez Montalbán nunca apagaron las alarmas y que la conciencia cívica ha estado siempre presente en la obra de Luis García Montero, pero esta vez la indignación atraviesa las generaciones”.

Los recursos temáticos que se desvelan en el ‘continuum’ de estos trescientos textos son memoria, paisaje, ideología política, referencia cultural, etc. tratados con ironía e iconoclastia. Planteada así se podría colegir que estamos ante una poética ortodoxa en su temática; sin embargo, no es verdad dado que el autor, en efecto, parte de un cúmulo experiencial, de su estar en el mundo, pero toda esa cosmovisión la coloca en el otro plano de la realidad, en el pozo oscuro donde se fragua el crepitar de la poesía, que luego deviene en poema. Cruza la línea roja de la experiencia ontológica y se instala en la no-experiencia de la racionalidad, ese foso oscuro, intangible a la razón. Y desde allí emerge su mundo poético basado en el logos, en la palabra, en el discurso que aflora en el poema de una manera incoherente, agramatical en su no-sentido semántico. Es el estallido del significado. Y todo ello con la conciencia de que cuando hablamos de literatura, de poesía expresada, estamos en efecto en otra realidad. En todo acto de habla se produce una relación con un referente. Pero el referente aquí tiene otro sustento, de tal manera que no existe en su formulación fenomenológica sino que emana desde el propio significado de la palabra.

Estamos en el barroquismo del silencio comprensible. Es verdad que en el discurso del poema aparecen algunos fragmentos textuales que a modo de aforismos le otorgan dimensiones reflexivas al texto. Pero, no obstante, el discurso se vuelve iconoclasta en todos los órdenes. No tratemos de buscar la lógica del sujeto y del predicado como soportes de un significado esperado y mucho menos su sentido. En cada secuencia versal nos encontramos ante una sorpresa nueva, creadora. Es justamente lo que el poeta, con clara visión deconstructivista, quiere subvertir. Este aspecto lo plantea Félix de Azúa (Anagrama, 2002) cuando define la deconstrucción como “una rebelión contra la jerarquización logocéntrica”, a la vez que aclara que “es el propio texto el que destruye cualquier posibilidad de encontrarle un sentido, y de ese modo libera infinitas lecturas”.

¿Dónde radica, pues, la conciencia? El creador, y en su caso el yo poético, tiene conciencia de que el discurso tradicional es una moneda sin valor, no ayuda a la estética ni a la liberación (“Lo que ya se ha dicho no es necesario volver a repetirlo”). Surge, pues, un logos innovador, con la rotunda explosión de la palabra. Acaso estos textos podrían ser analizados con la perspectiva de la escritura automática puesta en curso por el dadaísmo en 1924, por lo que no extraña que la obra esté dedicada a Francis Picabia, fundador del movimiento dadaísta. Podría también aducirse a las fuentes del inconsciente y al surrealismo. Sin embargo, considero que Mestre, conocedor de la tradición literaria, indaga más a fondo en las sugerencias sintácticas y semánticas que genera el texto creativo: “El desorden exacto de los átomos no es muy diferente al de las palabras armonizadas en la oficina”. O cuando en el “Búho de Minerva” (pág.14) cita Berlín, acto seguido alude a la muralla de Lugo, un encadenamiento del significado sugerido por un pensamiento en ebullición. Estas son algunas claves de su creación, que aflora en este momento de la historia, cuando el eurocentrismo se halla sumido en una crisis económica y emocional que atenaza todos los sentidos del hombre, cuando la sociedad se ha vuelto líquida (Zygmunt Bauman), cuando se desvanece el discurso de la sociedad del bienestar. Recordemos que el dadaísmo surgió como consecuencia de la Gran Guerra, que había dejado sin valor el discurso decimonónico de la sociedad burguesa, surgida al amparo de la revolución industrial. Entonces y ahora, estos artefactos poéticos devienen en alternativa al logocentrismo hegeliano que trata de ordenar el mundo, cuando ya de por sí es puro caos y desorden de la realidad.

‘La bicicleta del panadero’ es una esplendorosa orgía expresiva, convertida en lo que podría ser un manifiesto de la cultura occidental que parte de un entramado mundo de sugerencias y subvertido desde el impacto lingüístico. El autor parte de la memoria de un mundo cultural que pivota en sus referentes ideológicos o de un paisaje remoto que, siendo su cosmovisión acumulada, somete a una traslación que alcanza el escenario de su personal taller poético, formado en las oscuridades del inconsciente, y que articula en destellos de la ironía, de la ilógica y de lo irracional. Todo ello atravesado por la iconoclastia, la vuelta del calcetín oloroso a pisada ancestral, o por las evidencias de poemas de conciencia crítica e ideológica como, entre otros muchos que salpican la obra, "La tumba del apóstol", donde se cruzan las denuncias entre religión y dictadura.


(José A. Luján es catedrático de Lengua Castellana y Literatura. Ejerció la docencia en el IES “Pérez Galdós” de Las Palmas de Gran Canaria.)


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