martes, 11 de junio de 2013

Crónica: Juan Carlos Mestre en el VI Festival Internacional de Poesía en Chicago

El acordeón de Juan Carlos Mestre
Blog La ciudad de los vientos, 24/04/2013
 
Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. Un poema de Lèdo Ivo es una luciérnaga que busca una moneda perdida…

Cavalo Morto es un poema de Juan Carlos Mestre sobre un poema de Ledo Ivo. Juan Carlos Mestre es un poeta de voz sobrehumana y que usa calcetines rojos. Los calcetines rojos de Juan Carlos Mestre me miran en mitad de una conversación de poetas un día de abril, durante el VI Festival Internacional Poesía en Abril, en Chicago.

En Chicago, y hace frío, y cae algún que otro copo de nieve como sólo puede caer nieve en estos días y en estas latitudes. Juan Carlos Mestre camina desde el Parque Lincoln hasta el Barrio Chino, una distancia descomunal para un hombre que camina solo, absorbiendo la música interna de Chicago. Horas más tarde, el teléfono no para de sonar en su habitación porque le han anunciado ganador del Premio de la Crítica 2013, en España, por su libro La bicicleta del panadero.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. Lèdo Ivo es un hombre viejo que vive en Brasil y sale en las antologías con cara de loco…

Mi cara es todo ojos y oídos. Estamos en restaurante en Division Street, en el corazón del barrio puertorriqueño de Chicago. Coral Bracho, Juan Carlos Mestre y yo hemos parado un momento para comer algún refrigerio, antes de recorrer unas cuantas cuadras, para uno de los eventos del Festival en el Instituto Puertorriqueño de Artes y Cultura. Mientras comemos plátanos fritos, pollo y empanadas, Coral y Juan Carlos hablan de poesía. Yo escucho. Aprendo más en dos horas, que en años de lecturas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo. Lèdo Ivo es una escuela llena de pinzones y un timonel que canta en el platillo de leche.

Juan Carlos Mestre es una voz que canta al compás de un acordeón en Poetry Foundation, donde Coral Bracho y él ponen de pie al auditorio tras uno de los mejores recitales de poesía que he visto en mi vida. Esa mañana, en el Instituto Cervantes, todos los participantes en el festival le hemos leído un poema para festejar con él su premio.

En Cavalo Morto todas las cosas perfectas pertenecen a otro, como pertenece la tuerca de las estrellas marinas al saqueador de las cabezas sonámbulas y el cartero de las rosas del domingo a la coronita de luz de las empleadas domésticas.

En Chicago la poesía perteneció a todos por varios días. Llegó de la mano de Mestre, Bracho, Jorge Ortega, Andrea Cote, Mara Pastor, Leonardo Rossiello, Raúl Bueno, Luis Lorente; se encontró con la poesía de los autores locales, esos que andamos sonámbulos y descabezados inventando revistas y festivales, escribiendo libros que leerán las estrellas marinas. A mi auto, viejo, sólido y servicial, perteneció por unos minutos el acordeón de Juan Carlos Mestre que transportábamos del punto A al punto B.

Háganme caso, los recuerdos hermosos son fugaces como las ardillas, cada amor que termina es un cementerio de abrazos y Cavalo Morto es un lugar que no existe.

Los recuerdos hermosos, querido Juan Carlos Mestre, no son fugaces: está el libro que nos ilustraste, firmaste y regalaste a mi esposa y a mí; están todos los momentos del VI Festival cuyas instantáneas se van fijando en la memoria, entre abrazos, intercambio de libros y brindis. Cavalo Morto es un lugar que no existe; la poesía es un lugar que sí existe, intangible y persistente, como las ardillas.


 Antes de irse de Chicago, Juan Carlos Mestre nos ilustra y dedica uno de sus libros.

El acordeón de Juan Carlos Mestre en el blog En la ciudad de los vientos

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