lunes, 27 de mayo de 2013

Noticias: entrevista a Antonio Hernández en Cuadernos del Sur (Diario de Córdoba)

Antonio Hernández
Por Juana Vázquez
25/05/2013, Cuadernos del Sur (Diario de Córdoba) 

EL POETA GADITANO ANTONIO HERNÁNDEZ HA PUBLICADO SU MEJOR LIBRO, SEGÚN LA CRÍTICA: ‘NUEVA YORK DESPUÉS DE MUERTO’, ALGO MÁS QUE UNA VIEJA PROMESA A LUIS ROSALES

Conocí a Antonio Hernández cuando éramos muy jóvenes, en el Café Gijón, y ya gozaba de una aureola de prestigio. Luego lo perdí de vista pero lo seguí en la distancia a través de su literatura cada día más de excelencia. La obra literaria de Hernández ha sido reconocido con numerosos premios: Premio de la Crítica de Poesía, Premio Andalucía de Novela, Gran Premio del Centenario del Círculo de Bellas Artes, Premio Rafael Alberti, Gil de Biedma, Miguel Hernández o Tiflos de poesía, entre otros. Está traducido, como poeta y como narrador, a veintidós idiomas, entre los que se encuentran francés, italiano, inglés, ruso, árabe, chino, coreano, etc. Su último poemario, Nueva York después de muerto, ha tenido una gran acogida entre la crítica.

–¿Está de acuerdo en que Nueva York después de muerto es un libro rompedor? Y si es así –que es como yo lo veo– ¿por qué?

–Dentro de lo que ahora se hace en España, sí. Pero no más que el último libro de Mestre o el de Félix Grande, Libro de Familia. De todas formas creo que no es nuevo en mí. Habitación en Arcos o El mundo entero, ambos ya reeditados, adelantan esa línea ya añeja en La casa encendida, de Rosales. Por otro lado, la poesía anglosajona clásica participa de algunos de los recursos que yo manejo. Piénsese en La tierra baldía, de Eliot, o en sus Cuatro cuartetos. Ahí quizás esté el quid de la cuestión.

–¿Es propio de poetas maduros innovar o lo es más de jóvenes?

–La fiesta va por barrios. A veces, se queda en el mismo barrio o en la misma calle o la misma casa y misma cama. Rimbaud era, es, un revolucionario, o, si quieres atenuarlo, un innovador, y Verlaine también. Y hasta el día del tiro lo compartían todo a pesar de la mucha diferencia de edad. Lo mismo, o algo parecido, se podría decir de algunos poetas españoles, de Juan Ramón, por ejemplo, que en su madurez absoluta resulta más renovador que en etapas vitales anteriores.

–Este poemario nace del compromiso con su amigo Luis Rosales. ¿Cómo fue?

–Resulta que él quería cerrar su obra con una trilogía que abordara los temas que yo abordo en este libro. Pero con las secuelas del infarto achuchándole furiosas, no pudo. La tristeza de que era centro hizo que, para animarlo, le gastara lo que no era más que una broma: “No te preocupes, lo escribo yo por ti”, le dije sonriendo. Y la sorpresa vino cuando me contestó que lo prometido es deuda, supongo que con su mijita de mandanga. Y en el centenario de su nacimiento me puse manos a la tarea. Lo hice, como indico al final del libro, en dos o tres tacadas o periodos estacionales, en mi casa del Río San Pedro, en su desembocadura en la bahía gaditana. Y luego lo fui  repasando hasta que el año pasado decidí publicarlo.

–¿Es este un poemario en la línea de la que grandes poetas llamaron “la poesía total”?

–Se puede decir que está en esa línea y que, en efecto, en la gestación de esa tendencia hay varios poetas de renombre. Pero el que más lejos la ha llevado en España ha sido Luis Rosales, al César lo que es del César.

–En el libro se incorporan recursos del periodismo, de la narrativa, del teatro o el cine. ¿No le ha resultado difícil hacer un libro de poemas con estas características?

–No, porque ya conocía el manual. El problema estribaba, más que en cuestiones estructurales, en cómo no hacerme invisible acompañado de tanta belleza. O sea, cómo lograr hacer mi voz presente junto a dos voces tan poderosas. Cómo, tan bien escoltado, no ir a la cárcel. En suma: no caer en el pastiche, sobre todo a la hora de hacer hablar a Lorca, de voz tan inconfundible que anula a quien lo emule. Creo que salvo esa cuestión, a pesar de utilizar vocablos y expresiones muy suyas, aliviándolas en el tono, que es lo que rige y da entidad de estilo propio.

–El libro está dividido en tres partes. Una de estas partes está dedicada a Lorca ¿quizá por su poema a Nueva York?... Pues en mi opinión, Luis Rosales y Lorca, poéticamente y en otros aspectos, no tienen nada en común ¿o me equivoco?

–Por lo pronto son paisanos, grandes poetas, burgueses, universitarios, gente cercana la Institución Libre de Enseñanza, Rosales también, y a la revista Cruz y Raya, y muy amigos. Lorca era socialista o presocialdemócrata; Rosales, demócrata cristiano aunque tuviera que ponerse la camisa azul por cuestiones de familia. La guerra cambió el rostro de la gente, no el corazón. Y su aleatoriedad salvaje dejó aquí a unos y se llevó a otros, váyase a saber dónde. ¿Qué quieres que te diga?... Ojalá pudiera reunirlos en personas como los reúno en versos.

–En definitiva, un coro de voces, que se convierten en una sola voz, la de Antonio Hernández, donde asoma la tradición universal andaluza.

–¿Sí? Me suena. Y no es que desentone, pero hubiera estado bastante mejor el coro de contar con otro Hernández, que sólo era medio andaluz. O andaluz y medio comparado conmigo poéticamente hablando. Yo diría que donde asoman unas hojas sueltas del árbol de la tradición poética española en la que ha soplado el viento de otras literaturas: la de la narrativa norteamericana, por ejemplo. O el de la filosofía moderna y contemporánea.

–También es un libro épico, como una nueva épica de la emoción.

–“Épica de la emoción...”. Qué hermoso.

–De todas formas, es un poemario seductor pero complejo.

–Un editor de mi novela Sangrefría me ha dicho mil veces, con reiteración sospechosa,

que mi literatura es “muy buena pero dura”. Y no es lo peor que he tenido que, en este caso, leer. Un conocido y conspicuo crítico me espetó a la página y con evidente gana de chinchar que mi problema está en que escribo demasiado bien. Pues ¡Vivan las caenas! Ahora bien: el seductor es el más feliz de los retorcidos.

Nueva York después de muerto ha sido considerado por los críticos como tu mejor

poemario ¿Qué dice Antonio Hernández de esta opinión?

–Siempre se dice lo mismo de mi último libro, así que caben dos posibilidades. O que yo sea un genio o que mi primer libro sea espantoso. Y ninguna de las dos cosas son así. Con este libro estoy contento; con los demás, depende. Con varios de ellos incluso furioso cuando los releo.

–¿Ha influido la publicación de este libro en la reciente concesión del Premio de las

Letras Andaluzas?

–Supongo que sí, pero también la edición no lejana en el tiempo de Insurgencias, igualmente editada por Calambur. Aunque creo que no solo eso, puesto que el premio –en el que me han precedido como ganadores Gala, Alcántara y Guillén– está destinado a polígrafos. 

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