viernes, 15 de julio de 2011

Reseña de Los bosques de la mirada (Poesía 1984-2009), de Basilio Sánchez, en la revista Turia

Revista Turia, n.º 99, junio-octubre de 2011

La experiencia de lo íntimo

Por Javier Lostalé

La lectura de la poesía reunida de un autor nos permite mantener con él un diálogo que va mucho más allá del encuentro fortuito, o buscado, con alguno de sus libros. Para ello es necesario que en ella exista una visión del mundo coherente, donde podamos cuestionarnos nuestra propia vida a través de iluminaciones o desvelamientos y avanzar en la aventura humana de conquistar territorios sólo alcanzables mediante el pensamiento poético, que encarna cuanto toca, y esas zonas de misterio derivadas de la tensión propia del proceso creativo. Visión coherente del mundo en toda su complejidad que posee la obra de Basilio Sánchez publicada entre 1984 y 2009 y recogida en un volumen publicado por la editorial Calambur bajo el título Los bosques de la mirada, donde se incluyen siete libros y una serie de poemas inéditos. Entre esos libros se encuentran títulos memorables como Los bosques interiores, la mirada apacible, Al final de la tarde, para guardar el sueño o Las estaciones lentas.

Naturaleza, memoria y palabra creadora se entretejen en la poesía del autor extremeño hasta alumbrar un ámbito interior donde constantemente se abren esas galerías con las que el sueño mina la realidad, y donde todo está dotado de una movilidad anímica que hace necesaria la protección de un suelo firme, de "una casa como metáfora de la poesía" a la que se refiere Miguel Ángel Lama en su esclarecedor texto introductorio. Casa, refugio y a la vez atalaya desde la que acoplar la mirada a un paisaje exterior transformado, como muy bien señala Ada Salas, en visiones. Lugar también donde protegerse del frío, "signo de lo que está falto de vida o que necesita el aliento de ella", en palabras de Lama.

Lo simbólico entraña toda la obra de Basilio Sánchez, como enseguida deducimos del título bajo el que se ampara, Los bosques de la mirada, representación —pensamos— de lo laberíntico, de la intersección del sueño y de las lianas de la memoria. La Naturaleza, su vegetación, la respiración de los animales y la rotación de los días y estaciones son la transubstanciación de la intimidad del ser humano: "He escuchado mi nombre en las inmensas / cavidades del aire. / Soy el árbol / que nace de su sombra, / el que florece / con las últimas luces del año del deseo, la conciencia también de la existencia de los otros (…) Veo el hilo de humo blanco de las lavanderías / y el carbón subterráneo, / a la mujer que cruza con su hijo el río de los lodos / y a los hombres que pasan por los desfiladeros / con sus sacos de hojas 7 en el amanecer de las hogueras". por eso a medida que avanzamos en la lectura sentimos en su intemperie el paso del tiempo: "El tiempo es un recinto asolado / por las murmuraciones de las aves (…) Se presiente la lluvia. En las ventanas / el paso de los años ha dejado fisuras, / recodos inquietantes, humedades azules, medimos en su temperatura lo eterno y lo efímero, habitamos un silencio germinador y lo que todavía no hemos llegado ser, e incorporamos a los ausentes, a los muertos, a nuestra propia vida, hasta el punto de que sean ellos los que recuerden (…) Muchas veces he cerrado los ojos / para que nuestros muertos, a través de nosotros, pudieran recordar".

La memoria tiene un carácter basal en la creación de Basilio Sánchez, pues fundamenta lo que Luis García Jambrina denomina "proceso reflexivo sobre la condición humana y sobre su precariedad", imbricándolo en el sueño y prestándole así un horizonte que va mucho más allá del recuerdo de lo vivido: "¿Beber de la memoria, apaciguar con ella tanta sed persistente? (…) la ceguera del hombre / en el que la mirada de los signos, / de los ojos del sueño, / de todo lo sagrado que hay en la memoria (…) En el fondo, quizás / un hombre es siempre una casa cerrada / y esa casa cerrada es su memoria".

Casa cerrada, lugar donde se engendra la palabra poética, tercero de los elementos, junto a la Naturaleza y la memoria, que son pilares de Los bosques de la mirada. No se trata de hacer una metapoética, sino de amanecer la vida mediante las palabras, de nombrar el latido de las cosas, de poseer lo que albergan de resurrección, de reconciliación y de curación, y de estar a través de ellas con el otro. para todo ello la casa deberá levantarse "sobre la roca dura de la pérdida, / sobre la perfección del sueño, / de todos los deseos insatisfechos". Y el que escribe deberá recluirse en el espacio más íntimo: "Me obstino en la palabra que se dice al oído, / que empaña los cristales, / que humedece los bordes de la página". Deberá asimismo ser consciente de su ignorancia: "Sé que lo que conozco / es sólo una comarca de lo que no conozco, / que todo lo que he escrito no es, al cabo, / más que un carro de bueyes transportando /de una página a otra, / por el camino ciego del asombro, de la perplejidad, / una misma pregunta, un expectante / e idéntico silencio (…) Lo preguntas ahora. / Un poema no es nada y, sin embargo, / quizás por un momento, / alguna vez consigue redimirnos / de nuestra originaria condición de exiliados". Igualmente sabrá que de tal modo la escritura grafía la existencia que la transpira "al derramarse, / sobre la noche del poema, la otra noche del mundo". Y que a su esencia corresponde la alteración del pulso del tiempo: "Allí, junto al laurel de las bodegas, /frente a los desconchados azules de los muros, / aquello que lo salva: la escritura / que en su despojamiento, en su deliberada lentitud, / su mano hace girar como una llave / para que en este instante, / muchos años después, en otro extremo ( de la misma ciudad, / la mesa de madera en la que escribo, / y en la que intuyo a veces un confuso / deseo de trascendencia, / pueda doblarse un poco por sus goznes, / comenzar a ceder". la casa de las palabras, su espíritu enhebrador de toda la existencia, se desmoronaría sin la presencia silenciosa (en toda la poesía de Basilio Sánchez escuchamos un silencio último) de la amada: "Mientras andas descalza por la casa / sin hacer ningún ruido, como el aire / que se enreda por la verja, yo me afano / en reparar golpes, / las manchas de humedad, los desconchados / de estas cuatro paredes que los poemas necesitan".

La lectura de Los bosques de la mirada al fundir el aliento primario de la Naturaleza con lo íntimo humano y una memoria próxima a la ensoñación, nos sitúa en un espacio simbólico y visionario revelador en toda su desnudez de la condición humana. Esto sólo es posible cuando existe un poeta con potente imaginación y gran capacidad para la creación de un universo, como es el caso de Basilio Sánchez. La publicación de su obra reunida nos enriquece a todos.

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