jueves, 28 de enero de 2010

Novedad Poesía: La experiencia de la memoria, de Joaquín Benito de Lucas



Joaquín Benito de Lucas
La experiencia de la memoria
(Poesía 1957-2009)
Calambur Poesía, 105. 2010.
ISBN: 9788483591840.  1.350 págs.
PVP: 70 €

Joaquín Benito de Lucas nació en Talavera de la Reina (Toledo) en 1934. Es el sexto de los siete hijos que tuvieron sus padres, Manuel Benito Sánchez y María de Lucas Muñoz. Doctor en Filología románica y catedrático de Literatura, desarrolla, desde 1960, la doble labor de poeta e historiador de la Literatura española con estudios y ediciones de autores clásicos y modernos.

Inicia sus estudios de bachillerato en su ciudad natal en 1950. En 1960 logra la licenciatura en Filología Románica por la Universidad de Madrid. Cuatro años después obtiene el grado de doctor con una tesis sobre poesía medieval dirigida por Dámaso Alonso. Desde 1960 hasta 1969 vive como profesor en Damasco y Berlín. En 1969 gana, por oposición, una cátedra de Lengua y Literatura de Institutos de Enseñanza Media. En 1981 accede por concurso de méritos al cuerpo de catedráticos de Escuelas Universitarias. Ha sido invitado como profesor por diferentes universidades de distintos países y ha dado lecturas de su obra poética en numerosas ciudades dentro y fuera de España.

Honda y persuasiva, clara y, aparentemente, sencilla, la poesía de Joaquín Benito de Lucas parte de la experiencia como testimonio para construir un mundo lírico en el que se afirma el valor de la palabra como desveladora del pensamiento creador. Biografía e Historia, Naturaleza y Vida se entrelazan en una obra de alto valor simbólico, teñida siempre por la sinceridad y emoción de su escritura.



La poesía de Joaquín Benito de Lucas tiene hondísimas raíces en la experiencia personal y colectiva de su propia existencia, pero también de la de su familia, de su pueblo, de su país […]. Esa verbalización del recuerdo transforma lo que son expe­riencias más o menos compartidas en una ver­da­dera obra artística propia y personal de gran coherencia y emoción.           

Matías Barchino

La poesía auténtica —ésta de Joaquín Benito de Lucas— coloca al hecho poético en su dimensión y espacio real: la universalidad. Los accidentes que provocaron el advenimiento de un poema son accesorios, el autor y las formas son importantes, pero la esencialidad del poema reside en sí mismo y en su simbiosis con el lector. El poema de J. Benito de Lucas es una pieza magistral para cualquier partitura antológica que pretenda mostrar la sinfonía de la inmolación del ser.

José García Pérez

Al contrario del Tajo garcilasiano, el río de Joaquín Benito de Lucas no es un elemento paisajístico, no forma parte de ninguna escenografía lírica, el poeta no canta al río, es el río el que suena dentro de sus versos. Sus aguas son la progresión de un hondo sentimiento interior, de ahí su naturaleza simbólica.

Pedro A. González Moreno

Pureza: he aquí una palabra clave para navegar por la poesía de Joaquín Benito de Lucas. Una pureza que no tiene nada que ver con el concepto valeryano de poesía pura ni tampoco con el heterodoxo Brémont. Pureza es, tal vez, por uno de sus costados, precisión expresiva, desnudez que no nos impida ver el bosque de las palabras […]. Pureza es, también, iluminación, luz súbita, revelación […]. Pureza es esencialidad, inmaterialidad, que sirve para iluminar las palabras…

José Hierro

Las raíces líricas de Benito de Lucas se hallan, como ya digo, en un terreno poco transitado en las calendas actuales: entrañan un depuramiento de lo romántico, sometido a necesaria sobriedad. Su dramatismo de fondo queda en los límites de emociones vivas y embricadas. Su conciencia del tiempo no cae en el peligro de la pseudofilosofía.

Luis Jiménez Martos

Como suele ocurrir en esta clase de poetas, «claros» y «fáciles» para el lector, subyace en el entramado del poema un férreo trabajo de construcción, una disciplinada labor de poda. Son cualidades detectables en Benito de Lucas, que estudia minuciosamente la composición de sus libros y de cada uno de sus poemas.

Manuel López Sánchez

Talavera no es una ciudad concreta, es la ciudad por antonomasia; su río, todos los ríos; sus calles, todas las calles por las que puede transitar cualquier persona. Nuestro autor ha trascendido el puro valor local de sus alusiones para convertirlas en símbolos, en ejemplo de cuantas ciudades y cuantos poetas añoran en el mundo recuperar la infancia junto a los sitios que los vieron vivir.

Abraham Madroñal

Creo, creo sinceramente, que Joaquín Benito de Lucas ha escrito una obra importante, de poesía verdadera y ya indeleble, que no se deberá, no se podrá borrar, y permanecerá como parte destacada de la mejor poesía española.

José Montero Padilla

Pero no sólo está presente en la poesía de Benito de Lucas un río concreto, es decir, el río Tajo a su paso por Talavera de la Reina, sino también el río abstracto, el río ideal, el río como imagen.

Rafael Morales

Benito de Lucas es grandísimo escritor. Un poeta que desde 1964 ha realizado una obra solvente, de gran altura de miras, profundamente humana y atenta a la síntesis entre la tradición de los mejores valores literarios y a la modernidad de un discurso sustancial en el que siempre está presente el ser humano como proyecto transcendente.

Francisco Morales Lomas

El sitio del verso de Benito de Lucas está donde la emoción misma que transmite con la mirada inocente. Recoge la trastienda de la historia a la vez que da fe de unos temores no tanto personales como representantes de toda una generación.

Alberto Torés García

 

lunes, 25 de enero de 2010

viernes, 22 de enero de 2010

Entrevista a Juan Carlos Mestre en El Prat Radio

Programa Sopa de Poetes, presentado por Óscar Solsona, Mariano Martínez y Pep Martell.

Puedes escucharlo en este enlace, a partir del minuto 5:30

http://www.elpratradio.com/WEB/ALACARTA/index.php?id=13&descripcio=Sopa%20de%20Poetes%20(20/01/2010%2020:00h)&mes=01&url=20100120200001.mp3

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También puedes escucharle en La Libélula, de Radio 3, en el programa del 22 de enero, a partir del minuto 23:20:


lunes, 18 de enero de 2010

Reseña de La aldea de sal, de Lêdo Ivo

ABCD las Artes y las Letras, 16 de enero de 2010

La claridad del canto


Por Jaime Siles

En «Veredicto popular», un escrito publicado el 8 de febrero de 1956, Indalecio Prieto afirmaba que en política «no bastan las ideas» sino que hacen falta quienes «las encarnen e interpreten». En poesía, también. Y eso es lo que hace tan interesante la escritura del brasileño Lêdo Ivo (Alagoes, 1924), cuya obra ha sabido expresarse en numerosos géneros, manteniendo en todos ellos una poética caracterizada por la unitaria variedad de sus registros.

La excelente antología preparada por Guadalupe Grande y Juan Carlos Mestre visualiza los múltiples caminos que recorre y hace inteligible el desarrollo de su complejo sistema de dicción. Ivo es un poeta que libera su yo en el canto y para el que éste es una continua —pero no autofágica— consunción. El martilleo del mar le «enseñó a escribir versos extensos, desbordados como las olas». Pero este uso personalísimo del versículo no es en él una técnica sino una necesidad que —desde su primer libro: Las imaginaciones (1944)— irá perfeccionando hasta articular su mundo en las distintas posibilidades expresivas expuestas allí ya.

ASUNCIÓN DE LA SOLEDAD. Sin embargo, es en Odas y elegías donde su universo se estructura en la asunción de la soledad como medio «para comunicarse con la vida» y como modo de celebrar la sinfonía de la realidad. Ido sabe que «vivimos evocando diariamente un reino desaparecido / que no llegamos nunca a conocer». Pero -en vez de derivar hacia posturas líricas solipsistas- busca la unión con los hombres y con las cosas, y vincula metafísica y solidaridad: en Oda al crepúsculo (1948) su mundo —que parecía configurado y hecho— experimenta una modificación, que no será la última, porque para este creador sólo existe una verdad: la de su imaginación, que siempre se transforma. Por eso en su Cántico (1949) añade otro rasgo a su poética —«ser invariable sin repetirse»— y pone en práctica una mezcla de «ocultamiento y confesión» que son dos de los polos permanentes de su poética.

En los siguientes libros su escritura se condensa, pero sin perder nunca su alto contenido emocional. La huella de la poesía simbolista francesa se hace ahora muy visible, aunque no anula su anterior cosmovisión: la ajusta y desarrolla, como demuestra su poema «Más allá del pasaporte», que enlaza con uno de sus primeros textos publicados —«Cavalo Morto»— y donde aparece otro de sus motivos más continuos: el de la «retórica del cosmos, en la que todo es orden y rigor».

Su «Oda a la chatarra» supone una superación de sus dicotomías formales anteriores y en ella Ivo reencuentra el cauce discursivo que mejor se adapta a su voz: el del poema de corte romántico y modulación moral, con referentes directos y específicos, y en el que el movimiento va de fuera a adentro y no al revés.

EL BARROQUISMO DE DIOS. Su poesía urbana de los años sesenta —que entronca con la «de las mesas quirúrgicas, los apostaderos y los balnearios», de raíz eliotiana, y con la reverdyana de «los relámpagos, fotógrafos de lo absoluto» de finales de los años cuarenta— alcanza una percepción mucho más precisa y honda, como puede verse en «Salva la nieve que cae en Nueva York / y el residuo de la vida que se oculta / en la rama reseca del nogal, / y el frío que ilumina la ventisca, / y los párpados del ciego en Central Park. / Atesora lo que el otoño desperdicia». La imagen lingüística ha sido sustituida por la plástica, y la intuición de lo inefable por lo que Ivo llama «el barroquismo de Dios». La expresión se ha clarificado, y el poema también.

Una versión modernizada de uno de los más conocidos episodios de la Odisea homérica sirve de eje a Finisterra (1972): «Camino entre la multitud y mi nombre es nadie» y «Canta para mí, oh Musa, al astuto varón Nick Carter». Y, junto a este guiño y vuelta a la vez a la tradición, hechos por un poeta formado en la estética de las vanguardias, se advierte, en los ochenta y los noventa, un giro hacia lo religioso y lo social, que, tras rozar de nuevo la contención, se vuelca ahora en lo reflexivo. Afirma entonces que su «patria no es la lengua portuguesa» porque «ninguna lengua es una patria», y elige el sistema formular del Beatus ille horaciano combinado con el de las bienaventuranzas en «Réquiem», un texto de arquitectura paralelística y tono ético-existencial, que permite ver lo que esta escritura —que, en sus inicios, se nutrió de los titulares de los periódicos— es capaz de extraer de la expresión litúrgico-ritual. He aquí una prueba más de la riqueza y variabilidad de este lirismo tan sistemático como sorprendente.

http://www.abc.es/abcd/noticia.asp?id=13567&num=932&sec=32

viernes, 15 de enero de 2010

Reseña de Cuadernos, de José María Millares Sall


Por Santos Domínguez
Encuentros de lecturas

José María Millares Sall.
Cuadernos (2000-2009).
Calambur. Madrid, 2009

Entre la piedra y la luz titulaba Selena Millares el iluminador prólogo de Esa luz que nos quema, la antología póstuma de José María Millares Sall que preparó para la Editorial Barataria con una selección de textos inéditos de la poesía de madurez – entre 2002 y 2009- del autor canario.

Y la piedra y la luz en la memoria y la palabra de Millares son el eje de losCuadernos que acaba de publicar Calambur, apenas un año después de la feliz recuperación de Liverpool. 

Precedidos por Del taller del poeta, un texto de 2009 en el que el autor habla de la poesía de sus últimos años, y rematados por una declaración epilogal, lasReflexiones que leyó en Las Palmas en mayo de este mismo año, cuando recibió el Premio Canarias de Literatura, se editan cronológicamente diez cuadernos que contienen una serie de veinte poemas cada uno. Sigue siendo tan sólo una muestra, aunque amplia, completa y significativa, de los cientos de cuadernos que José María Millares escribió en los últimos diez años de su vida.

Años de palabra en libertad y escritura desatada a partir del 2000, cuando el poeta decide escribir “como quería, o como me daba la gana, sin pensar si lo que hacía era o no del gusto del lector. Y fue así como comencé a llevar a la práctica lo que ahora escribo /.../ escritura anárquica que, a veces sin buscarlo, hace uso de lo esperpéntico, de lo onírico, del surrealismo, si bien mi poesía es básicamente existencial.”

Palabra y luz, memoria y piedra, infancia de playas y azoteas, escaleras y alas, pájaros y celdas –que así tituló cada uno de los cuadernos- en una mirada que recuerda, se dirige hacia el interior o hacia el exterior, se eleva en el aire o excava en la sombra y plantea un diálogo constante entre la intimidad y un mundo laberíntico de túneles y pasillos.

La poesía sonámbula y visionaria de José María Millares busca la luz detrás de la piedra, es palabra vertical en vuelo frente al tiempo, la destrucción y el olvido. Es la verticalidad del ascenso espacial o del descenso de las excavaciones, en una poesía en la que luchan la luz y la sombra, entre la celebración y el desgarro, con un lenguaje que es sonido y sugerencia, respiración de la palabra en busca del

misterio de una memoria
hacia otra orilla que toca tierra
con otra lengua diferente a la del espejo
de esta playa vacía
que de ojos
se llena.

La poesía de Millares se convierte aquí en una ventana hacia la luz y el vuelo y la palabra se hace conocimiento, descubrimiento iluminado de otra realidad:

Debajo
de la piedra hay un reloj
y agujas que caminan y el rodar del agua bajo tierra
y encima de esa nube el tiempo
y tras del pájaro que vuela
otra piedra lanzada tras el reloj que escapa
y tras de todos esa sombra
que huye y el silencio y más allá de su luz
ese animal sin ojos
que aún
nos llama.

Tal vez pensaba en textos como este cuando escribía en Del taller del poeta:

A veces pienso que escribo para una generación que aún no ha nacido, y para otros que todavía tendrán que aprender a leer poesía.


http://encuentrosconlasletras.blogspot.com/2010/01/cuadernos-de-jose-maria-millares-sall.html

jueves, 14 de enero de 2010

Noticias sobre Ilia Galán

El Correo de Burgos, 2 de enero de 2010



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Diario de Burgos, 5 de enero de 2010

El poeta Ilia Galán une a sus versos melodías de música neorromántica
El libro ‘Sonora antología de sol y edades’ (Ed. Calambur) incluye las composiciones que Josué Bonnín de Góngora ha creado inspirándose en treinta poemas del escritor mirandés

Antonio Bartolomé
I.L.H. / Burgos

Hace un par de años Ilia Galán decidió volver a unir la poesía y la música —como antaño hacían los trovadores— juntando los versos de Luis Alberto de Cuenca, Jiménez Lozano, Clara Janés, Antonio Gamoneda o Antonio Colinas a las melodías de Tomás Marco, Juan Manuel Ruiz, Ramón Barce, Zulema de la Cruz o Durán Loriga. El resultado fue el libro Diez poetas, diez músicos, editado por Calambur.

Aquella experiencia le ha llevado ahora a que otro compositor, el pianista Josué Bonnín de Góngora, haya encontrado en su poesía la melodía perfecta para su música de corte neorromántico. «Sus composiciones recuerdan a Schuman, Chopin o Liszt, pero con un estilo muy personal que funciona de manera independiente. Es una música seria, pero de fácil acceso que él ha creado leyendo mis poemas. La consecuencia es una serie de 30 piezas a piano que incluyen recitados de mis poesías. Las elegidas por Bonnín coinciden que son un tanto románticas y espirituales, como es él», explica Galán.

No es la primera vez, tampoco, que los versos del mirandés merecen composiciones musicales. Lo han hecho antes Octavio Vázquez, Tomás Marco, Juan Manuel Ruiz o Ramón Barce. La diferencia es que este libro, que lleva por título Sonora antología de sol y edades (Editorial Calambur), mezcla los versos transgóticos que el poeta y profesor de la Universidad Carlos III de Madrid ha ido publicando en los últimos años con la música del Premio Nacional Cultura Viva 2006, un pianista que ya ha compuesto piezas inspirándose en los poemas de Bécquer, Góngora o Lorca.

El trabajo conjunto entre ambos artistas está dando tan buenos resultados que ya piensan en crear una ópera. Y para este mismo año, Ilia Galán —en este caso en solitario— espera coordinar y reunir en un mismo libro a poetas y cantautores.     

http://www.diariodeburgos.es/noticia.cfm/Vivir/20100105/poeta/ilia/galan/une/versos/melodias/musica/neorromantica/FB7B25D1-1A64-968D-59D22D1ABAB187E2

martes, 12 de enero de 2010

Dos poemas inéditos de Eduardo Moga


Dos poemas en prosa de Bajo la piel, los días, el próximo libro que Eduardo Moga publicará en Calambur:

[AYER PENSÉ QUE HOY PODRÍA ESCRIBIR UN POEMA…]

Ayer pensé que hoy podría escribir un poema. Hacía tiempo que no escribía ninguno. En realidad, me asigno otras tareas, en prosa, para no sentirme obligado a escribir versos. Pero ayer se me acabaron los quehaceres, o, mejor dicho, ninguno se me imponía con tanta urgencia como para no poder dedicarme a otras actividades. He terminado de corregir la traducción de Libro de amigo y amado: he llegado a ese punto, cuya determinación es intuitiva, en el que cualquier cambio la empeora, aunque no sea inmejorable [ninguna lo es: toda traducción caduca; toda traducción, según Benjamin, «está destinada a diluirse una y otra vez en el desarrollo de su propia lengua»]. Para los artículos pendientes sobre el realismo sucio [no sé qué voy a decir: apenas me interesa el realismo sucio: su dicción es tan seca que se rasga, y el desgarrón sólo revela, casi siempre, una vaciedad iletrada. Sin embargo, alguna vez, la hendidura se abre al abismo: la voz, de tan áspera, se coagula en espanto, y se detiene, sobrecogida, al borde mismo del despeñamiento] y la poesía de A. F. M. aún no he hecho las lecturas debidas: no puedo, pues, ponerme a escribir, aunque ello no sería un obstáculo para muchos: el reverendo Sidney Smith, que reseñaba novedades para el Edinburgh Review a principios del siglo XIX, afirmaba no leer nunca el libro antes de escribir su crítica, para que no le creara un prejuicio. [Hace poco he leído esta anécdota atribuida a Óscar Wilde, a quien cabe asignar —como antes se hacía con Quevedo en España— cualquier facecia o chascarrillo de la historia de la literatura: in dubio, pro Wilde.] Lo de A. F. M. me preocupa, porque he de entregar diez folios antes del próximo dieciséis de octubre, y sólo ver los tres gruesos volúmenes de sus poesías angustiosamente completas me levanta dolor de cabeza. Tengo sus libros junto a mí, en un estante, a la altura de los ojos [mi biblioteca se ordena alfabéticamente, pero su disposición se tambalea: los libros, que no dejan de afluir, ya no caben en pie y rellenan, tendidos, los espacios entre baldas; promiscuos, se apiñan, se refriegan, incurren en orgías horizontales]; entre ellos se cuentan muchos cuadernillos y plaquettes, algunos de ínfima condición: A. F. M. publicaba, en cualquier sitio, todo cuanto escribía; no quería privar al mundo de la sublimidad de su estro. Les he echado un vistazo antes de empuñar el lápiz. A menudo lo hago: hojear poemarios al azar, sin ningún propósito, sólo para convocar a la inspiración [la inspiración es corregir sin fin], o para que pase el tiempo y esté así más cerca el momento de levantarme de la mesa. Limpio el tablero a papirotazos, afilo el lápiz, repaso inútilmente los papeles inútiles que se acumulan a mi alrededor [muchos de los cuales son poemarios, abnegadamente compuestos, que sus autores quieren ver publicados: no se dan cuenta de que nunca verán la luz, o de que lo harán en condiciones vergonzantes, y de que jamás cobrarán la relevancia a la que aspiran; qué glosa interminable, por lo demás, es la poesía: qué laboriosa perífrasis]: todo para despejar un espacio en el que pueda alojarse la palabra. A veces, me quedo quieto, sin pensar en nada, mordisqueando el extremo del staedtler, sintiendo que el tiempo pasa como una gamuza por un aparador.

Llegado a este punto, me doy cuenta de que aún no he escrito ni una sola palabra poética, o, por lo menos, animada por una voluntad poética: no me ha costado escribir hasta aquí. Sólo si la palabra se resiste, es poesía; los versos calamo currente no son, en realidad, versos.

En la mesa se abre una grieta. [«El poeta es un cultivador de grietas», ha escrito Juarroz.] Dentro están mis ojos. [También se resquebraja el agua del vaso; y el vaso, intacto.] Los almohadones han perdido su blandura. Algo incomprensible entumece los músculos, el folio en el que escribo «el folio en el que escribo» [que pertenece a un poemario rehusado, ignoro de quién: utilizo el dorso de tantas páginas desechadas para consignar mis borradores; la poesía es el humus de la poesía], el cielo, convertido ahora en una membrana imposible, en una sopa quebradiza. Se luxa lo negro, a la par que me ilumina; se encona lo negro, me descoyunta, nieva. La ropa con la que me visto es, de pronto, una corteza impalpable, un peto de escarcha. El aire me lamía, como un ciego que tanteara un rostro no oído, pero ahora se endurece como la brea, y destila cosas no fluidas, y olvida mi nombre, y el lugar en el que he de morir, y mi número de teléfono, y todos los lugares en que ya he muerto. Los lápices se distienden hasta volverse serpientes, y ondulan como lágrimas, y se desvanecen. Observo que mi caligrafía ha empeorado: se despliega, inacabada, con prisa. [No he perdido el hábito de cerrar los trazos circulares, siempre con portezuela, ni de prolongar los rectos, con frecuencia demasiado lacónicos. Así ha sido desde la adolescencia. En algún sitio he leído que es un rasgo propio de los perfeccionistas.] [Compruebo con desaliento que ya he escrito sobre mi caligrafía en el poema anterior. Mi primer impulso es suprimir la repetición, pero decido respetarla: ¿por qué debería ocultar que el poema versa sobre el acto de escribir, es decir, que no tengo nada que decir, salvo que digo? ¿Por qué erradicar las redundancias, los pleonasmos, los tartamudeos, como si fuera un deber higiénico, si la reiteración nos define: palpitamos, balbuceamos, ardemos? Por otra parte, ¿cómo he podido olvidar que ya había escrito lo que escribo?] Cuanto nos rodea, ¿seguirá siendo? [Pienso en Agustín de Foxá, fascista y perspicaz, amante del pormenor y la cizaña, y en el poema mortuorio —casi un jisei— hallado entre sus manuscritos inéditos: «Y pensar que después que yo me muera / aún surgirán mañanas luminosas, / que bajo un cielo azul, la primavera (…) / encarnará en la seda de las rosas. // Y pensar que, desnuda, azul, lasciva, / sobre mis huesos danzará la vida, / y que habrá nuevos cielos de escarlata, / bañados por la luz del sol poniente, / y noches llenas de esa luz de plata…»] El día que me inyecta su azul ¿se volverá incoloro? El árbol que me anuncia con su entereza su fragilidad ¿permanecerá, adelgazará, nacerá? Las flores que, encendidas por el agua, devienen tildes inmoderadas en el aire, ¿recitarán la tabla de multiplicar, practicarán la usura, sugerirán un mundo inmaculado o abyecto? Cuando yo sea otro, y me recubra de pieles ilegibles, y vea con los ojos de aquellos a los que he odiado, ¿estaré aquí —con mi cólera, en mis zapatos, asido a mi transcurrir— o me exiliaré en los huesos? ¿Dormiré o seguiré flotando en el lago sin orillas de la conciencia?

[Lo anterior sí es poesía: participa de la ambigüedad de lo absoluto: de lo que no puede ser dicho de otra manera; no significa: insemina; y cada palabra es arrastrada desde la vibración que la ha propiciado hasta el lugar que ocupa en la página. Ha atravesado la maleza de los sentimientos, y el grosor de los ecos, y la falsedad de los símbolos. Como siempre, temo la hipérbole: su filo máximo, que acaba por ser romo.]


(Poema VIII de Bajo la piel, los días)

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[ESTOY AQUÍ, PERO ME ALEJO…]

Estoy aquí, pero me alejo. Pesan las vísceras, los calendarios. No obstante, me aparto de quien soy: de quien da sorbos a la cerveza, de quien lee con desgana el periódico, de quien ve envejecer al mundo y se ve envejecer con el mundo. Me miro los pies sarmentosos, apoyados en un escabel fatigado, y no sé a quién pertenecen. Los pies quieren escapar, hartos de entroncar conmigo, o de ser mi desembocadura. Y lo que digo enmudece: no se posa en el borde de los muebles, ni en las hojas de los plátanos [que aletean, encadenadas a un viento púrpura], ni en las cosas cercanas y remotas; por el contrario, vaga sin fe en los sonidos, sin esqueleto que informe su enunciación —o con un esqueleto laxo, espina apenas de sus llamas—, y se exacerba entre rosas, o esparce sus enigmas, o se aferra al pecho de lo sido, al dolor con el que zigzagueo entre mis ruinas palpitantes.

[Soy consciente de mi deriva. Las palabras asoman sin que medie la voluntad: son coágulos fluviales o acelerados remansos de sangre, que a veces se agrupan en nebulosas o en ascuas oscuras. Me avengo a su impulso: lo busco. El lápiz no corre tan deprisa como el lenguaje. Se han diluido las orillas del pensamiento —que no es razón, sino acuidad ardiente— y lo dicho fluye sin previsión, pero con justeza. A veces me detengo (de hecho, me ha costado rematar lo escrito entre guiones; intento, durante los frenazos, que los adjetivos, siempre acechantes, no graven la frase, su tiritar de cosa brotada), y entonces siento la pausa como un corte: procuro distraerme —afilo el lápiz, hojeo un libro (acabo de hacerlo con la poesía completa de Manuel Álvarez Ortega), busco cualquier pretexto para salir del despacho y eludir el silencio que me ahoga: voy a por un vaso de agua; me masturbo, cautelosamente, en el baño; enciendo un momento el televisor y repaso todos los canales, hasta dar con el programa más idiota (acabo de ver a Nadal ganarle un juego a Seppi en su partido de la eliminatoria España-Italia para evitar el descenso del Grupo Mundial; como si descender del Grupo Mundial tuviera alguna importancia. Nadal se sujeta la melena con una cinta amarilla, que combina con el granate de su camiseta Nike; Seppi, por su parte, viste de azul y blanco, como se espera de un jugador transalpino. Cuánto pesan los símbolos: más que las ideas que los sustentan. Se recubren con galas aparatosas, fabricadas en alguna maquila tailandesa, como los neanderthales se cubrían con pieles que les hicieran parecer más corpulentos para acudir al combate contra los clanes vecinos); hecho lo cual, regreso a mi mesa y empuño otra vez el grafito— y recuperar el aliento de la elocución, la fluidez articulada con que las palabras se acoplan en la página. No sé cómo lo logro, si es que lo logro. Los mecanismos de la dicción —y del pensamiento— se activan, en buena medida, al margen de la voluntad: algo hierve, helado, insumiso como el barro, exacto como el barro; algo sugerido por un aroma pasajero, o por una incisión de la luz en el ala de una paloma, o por el recuerdo de un pecho acariciado.]

Lo que tengo no es mío. Y quien lo tiene no soy yo. Me constituyen los relatos que compongo para consolarme, la sangre de lo que imagino, lo no nombrado, el olvido. Pero ni siquiera eso forma parte de mí: me lo arrebata la lámpara que derrama su linfa sobre la mesa en la que me derramo, el miedo que me fortalece y me estraga, los besos y los ojos y los fantasmas que respiran conmigo y que expirarán conmigo. No revelo lo que he aprendido: que ya no estoy aquí; que el tiempo se desmigaja como una mucosa al sol. Mis brazos ocupan otros espacios, en los que deposito mi soledad y mi semen. Mi lluvia es otra lluvia: un agua arrancada al tiempo, cuyas gotas dibujan mi rostro y la huida mi rostro. Mis órganos se han vuelto nieve, que cae como un plasma abrasador, hermético en su dispersión; o limaduras de plomo, que hieren a cuanto acarician, o que se hieren a sí mismas.

[He mirado dos veces el reloj en los últimos cinco minutos: es una mala señal. Me duele el cuello. No sé si he hecho bien tomándome un schnapps de limón. Es raro que beba alcohol fuera de las comidas.]

Quiero oír el embate de la sangre, como si rompiera contra un talud de sombra. Y la piel como una detonación. Y superficies que se yergan con el tronar de los labios. Y uñas que se estremezcan al pertenecerme, que ladren y florezcan y se insubordinen, y que luego, en su quehacer diario, recuerden lo pétreo del beso, lo infundido de amor. Quiero que las cosas ocurran por primera vez.

La tarde amenaza lluvia. El vidrio presiente la llegada del agua y se adensa en su transparencia, como si ya lo intimaran dedos serpenteantes. Oigo un retumbar: ¿cruje el cielo? ¿Chirrían su topacio y su humedad? Oigo trepidar a los pechos amados, y a mi propio pecho, en el que advierto el florecer de la senectud: los músculos lacios, el vello tintado de blancura. Los pechos que acaricio son las manos con que los acaricio. Oigo la violencia que subyace en lo naciente.

No escribo el poema que estoy escribiendo. Preveo que encanezcan los engranajes, que disientan los teléfonos, que se apaguen las sienes: que se archive el mundo, como los álamos que entreveo, sometidos a una lluvia semejante a sal. La descarga se ha producido, por fin: estornudo de sombra y plata. Pero no aplaca a la realidad, sino que la excita: la alimenta de un agua exultante, como una desbandada de luciérnagas. El poema me contempla, asombrado: yo soy sus signos; yo, su negrura y su alabastro.

Me alejaré aún más. ¿De quién es este estómago y su querella? ¿De quién, la tendinitis que me atormenta? ¿De quién, el ansia por que mi fuego se transfunda en otros fuegos, por alearme con otra carne, por aliarme con otro yo? ¿A quién pertenecen los ojos con los que leo lo que no he escrito? ¿Por qué enmascaro lo que digo, diciéndolo? ¿Por qué me sojuzga la identidad?

[Veo, de soslayo, esperándome, la columna de libros que integran la poesía completa de A. F. M., y que me he comprometido a reseñar para el libro-catálogo que el Gobierno de Aragón está preparando en su memoria. Me pasma su capacidad para concebir imágenes. Sus ideas tienen forma y color: son bestezuelas zaheridoras como libélulas. Aunque a veces me gustaría que fueran sólo ideas.]

¿Qué hago en esta casa, en esta piel?


(Poema IX de Bajo la piel, los días)



Eduardo Moga (Barcelona, 1962) es poeta, crítico y traductor. Entre sus libros más recientes se encuentran los poemarios Soliloquio para dos (2006), Cuerpo sin mí (2007) y Seis sextinas soeces (2008), y la traducción de Poesía reunida, de William Faulkner (2008). Ha publicado también dos compendios de ensayos: De asuntos literarios (2004) y Lecturas nómadas (2007) y varias antologías. Codirige la colección de poesía de DVD Ediciones.

Estos dos poemas forman parte del libro Bajo la piel, los días, que verá próximamente la luz en Calambur Editorial. 

lunes, 11 de enero de 2010

Novedad poesía: Aquelarre de sombras, de Javier Villán


Javier Villán
Aquelarre de sombras
Calambur Poesía, 106. 2010
ISBN: 9788483591420
48 págs. PVP: 8 €


Aquelarre de sombras es un canto coral sobre el dolor y el horror, asentado en una estructura dramática y en una dialéctica poética infrecuentes. Con esta obra, la poesía de Javier Villán culmina un proceso de depuración iniciado hace años con La frente contra el muro. Aquelarre de sombras cierra una trayectoria tan intensa como solitaria; tan individual como implicada en las convulsiones de la historia. Plenitud del lenguaje y plenitud del conocimiento. 

Pese a su intensa dedicación al periodismo, la presencia de Javier Villán en la poesía española ha sido constante. Sin adscripciones a grupos, modas o consignas, Villán ha ido edificando una obra coherente y diferenciada. Testigo activo del tiempo que le ha tocado vivir, Villán ha ahondado en una estética del compromiso y una ética de la subjetividad.

Javier Villán (Torre de los Molinos, Palencia, 1942) desarrolla su labor de periodista en El mundo y en diversas publicaciones. Lo fundamental de su poesía se encuentra recogido en El corazón de la ceniza (Antología poética, 1975-2006), editada por Calambur en 2007. Entre sus libros de narrativa, destaca la tetralogía reunida bajo el título general de Memoria sentimental de España.

jueves, 7 de enero de 2010

Novedad Poesía: Sonora antología de Sol y edades, de Ilia Galán


Ilia Galán
Sonora antología de Sol y edades
Calambur Poesía, 107. 2009
ISBN: 9788483591956
84 págs. 14 €

Contiene un CD con poemas recitados por Ernesto Gil Sánchez e Ilia Galán, y con música original de Josué Bonnín de Góngora.


«En esta Sonora antología de Sol y edades, enriquecida por la música de ese gran pianista y compositor que es Josué Bonnín de Góngora, Galán hace balance de su poesía astral y boscosa, de una poesía emparentada con la de maestros como Coleridge o como Hölderlin, que ardieron en la hoguera de la Otra Realidad y escribieron sus versos al dictado de ese fuego. El resultado no puede ser más satisfactorio».
Luis Alberto de Cuenca

«Parece salido de un cuadro de Caspar David Friedrich, pero no pertenece a ningún tiempo ni a ningún lugar. Ha recorrido un largo camino, y le espera uno aún más largo. Lo que tienes en tus manos, lector, es la bitácora de su singladura en busca de sí mismo. Una bitácora especial, en la que confluyen a la vez todas las edades del hombre y todas las posiciones del sol, en tumultuoso kaleidoscopio».
Diego Valverde Villena

Ilia Galán (Miranda de Ebro, Burgos, 1966) es Profesor Titular de Estética y Teoría del Arte en la Universidad Carlos III de Madrid, y ha sido profesor invitado en las universidades de Oxford, La Sorbona y Perugia. Columnista habitual en diversos periódicos, como El País, Diario de Burgos, Palentino, Diario de Ávila, Diario de Noticias, etcétera, tiene, entre sus últimos libros publicados, ensayos como Teorías del Arte para el siglo XXI (2005), novelas como Todo (Calambur, 2004) y los poemarios Tempestad, amanece (1991), Arderá el hielo (Calambur, 2002) y Amanece (Calambur, 2005). Sus obras han sido también editadas en francés, alemán e italiano.



Ilia Galán



Josué Bonnín


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El Correo de Burgos, 2 de enero de 2010

Maridaje músico-poético con letra de Galán

El escritor burgalés lanza 'Sonora Antología de Sol y Edades', una selección de su obra lírica enriquecida con las melodías neorrománticas compuestas por el músico Josué Bonnín

L. B. / Burgos

Ilia Galán puso la letra. Sin saberlo, al alumbrar sus tres poemarios puso la semilla del libro-disco que tras la próxima visita de Sus Majestades de Oriente saltará a los escaparates. Se trata de Sonora Antología de Sol y edades, una nueva experiencia de fusión músico-poética impulsada por el escritor burgalés. Eso sí, esta vez -a diferencia de su anterior y primer proyecto destinado a reunir estas artes, y de paso a diez poetas de prestigio con otros tantos compositores de música clásica- el propio Galán, autor transgótico, rubrica la materia prima aderezada por las melodías neorrománticas de Josué Bonnín de Góngora.

El libro —con prólogo de Diego Valverde y epílogo de Luis Alberto de Cuenca— incluye un disco «en el que la poesía es recitada bien por el autor, bien por una voz profesional, y acompañada de las melodiosas y agradables notas que interpretan el mundo espiritual de los textos de manera muy lograda», explica Ilia Galán.

La chispa surgió sin alardes. «A Bonnín le encantaron los poemas y se propuso hacer música sobre ellos. Se puso, se puso, y llegó a los treinta poemas, los que figuran en el libro, más uno escogido por mí. El resto lo ha decidido él, incluso el orden, apenas he intervenido y tampoco he pensado en si yo hubiera seleccionado estos textos o no. Respeto mucho la libertad del otro creador y además creo que ha quedado muy bien», comenta el padre de las criaturas que, no obstante, reconoce en el conjunto escogido un aire romántico común. «No deja de ser curioso que en épocas especialmente grises la gente se lance a buscar este ingrediente, como fue el caso de Josué Bonnín que optó, sin ser lo más presente, por rescatar lo más hondo, lo más sutil», indica.

Esbozada la aventura tan sólo restaba plasmarla en papel y capturar el sonido. Una ayuda del Instituto Municipal de Cultura burgalés y la disposición de la editorial madrileña Calambur lo hicieron posible.

Llegar más lejos

La música ideada por Bonnín de Góngora «se parece un poco a la de Liszt o a la de Schuman pero, claro, en una versión actualizada, muy fácil de entender y realmente agradable», detalla Galán que recomienda acompañar «cualquier actividad cotidiana, incluso fregar los platos» con el maridaje resultante de esta colaboración.

Pero, ¿qué siente el propio poeta al conocer la música oculta en sus versos? «Nunca imaginé estas melodías. Uno siente gran alegría sobre todo porque estos sonidos enriquecen el recitado, recuperando una tradición heredada de Alemania y perdida en España. Lo enriquecen y permiten a los poemas volar más alto, llegar más lejos. Es por tanto una manera de acercar la poesía al gran público», reflexiona Ilia Galán, empeñado en fomentar esta idea «en general, no sólo para mí, también para el resto de autores». Tanto, que ya vislumbra un futuro hito en esta senda protagonizado por cantautores.

Currículum

«El problema es que hay un desencuentro entre poetas y músicos o una ignorancia mutua. Es necesario romper esa barrera», apostilla el escritor. Y él se ha erigido en nexo.

Ilia Galán (Miranda de Ebro, 1966) es Profesor Titular de Estética y Teoría del Arte en la Universidad Carlos III de Madrid y ha sido profesor invitado en las universidades de Oxford, La Sorbona y Perugia. Columnista habitual en diversos periódicos tiene entre sus últimos libros publicados ensayos como Teorías del Arte para el siglo XXI (2005), la novela Todo (Editorial Calambur, 2004) y los tres poemarios Tempestad, amanece (1991), Arderá el hielo (Calambur, 2002) y Amanece (Calambur, 2005). Sus obras han sido también editadas en francés, alemán e italiano.

http://www.elcorreodeburgos.com/noticias/2010-01-02/maridaje-musico-poetico-con-letra-de-galan

martes, 5 de enero de 2010

Novedad Biblioteca Litterae: La colección de libros impresos del IV Duque de Uceda en la Biblioteca Nacional de España

Margarita Martín Velasco
La colección de libros impresos del IV Duque de Uceda en la Biblioteca Nacional de España
Biblioteca Litterae, 20. 2010
ISBN: 9788483591802
584 págs. PVP: 36 €

Juan Francisco Pacheco Téllez-Girón, iv Duque de Uceda (1649-1718) fue Gobernador y Capitán General de Galicia y Virrey de Sicilia durante el reinado de Carlos II, y embajador en Roma en los difíciles años de la Guerra de Sucesión española. En Roma, Uceda defendió la causa de Felipe V ante la Santa Sede, pero en 1711 pasó a apoyar al Archiduque Carlos. Esta decisión, como la de tantos otros nobles españoles, tuvo como consecuencia, entre otras, la in­cautación de los bienes que tenía en España, entre los que se encontraba su biblioteca. La fortuna de estos libros es bien conocida: primero pasaron a formar parte de la Real Biblioteca y cuando se fundó la Biblioteca Nacional ingresaron en ella casi en su totalidad. 

El presente libro está dividido en dos partes: estudio y catálogo. El estudio arranca con una introducción que dibuja el marco cultural, de libros y bibliotecas, en el que se desarrolló la actividad del IV Duque de Uceda. A continuación, se ofrece una semblanza de su vida, en la que se estudia con detenimiento su actuación en un episodio de la Guerra de Sucesión que marcó su cambio de rumbo político: el fracaso de la reconquista de Cerdeña. El tercer capítulo es un comentario a un escrito del propio Uceda, fechado en 1707, en el que defiende la legitimidad de Felipe V frente al Archiduque Carlos. Este relevante documento, inédito hasta ahora, se ofrece íntegro y facsímil. El estudio finaliza con el análisis de la biblioteca y de su ordenación según los criterios del bibliotecario Ioannes Sylvester. La segunda parte del libro recoge el catálogo de libros impresos de la biblioteca del IV Duque de Uceda, con la descripción del CCPB de cada uno de los registros, más la signatura topográfica actual de la Biblioteca Nacional de España.

Margarita Martín es doctora en Historia Moderna por la Univer­sidad Complutense de Madrid. Ha publicado diversos artículos sobre la Guerra de Sucesión Española y sobre historia del libro y las bibliotecas. En la actualidad es directora de la Biblioteca del Centro Universitario Villanueva, adscrito a la Universidad Complutense.


ÍNDICE

Agradecimientos
Siglas, abreviaturas y signos convencionales


PARTE I

i. Lectura y lectores en la España del Barroco y la biblioteca Pacheciana 
i.1. ¿Nuevos modelos de lectores, nuevos modos de lectura? 
i.2. El libro como mercancía y los hábitos lectores 
i.3. Comunidades de lectores y arte de leer 
i.4. Los lectores de las bibliotecas del IV Duque de Uceda
i.5. Las bibliotecas particulares de la España del Barroco
i.6. Inventarios relacionados con la familia Pacheco. El catálogo de Toledo
1.7. La aproximación a los libros de Uceda en la Biblioteca Nacional 
de Madrid 
1.8. Metodología de trabajo 
i.8.1. Identificación de las obras 
1.8.2. Fuentes primarias referentes al Duque de Uceda
1.8.3. Un opúsculo político

ii. El Duque de Uceda y la Guerra de Sucesión 
ii.1. Linaje y noticias sobre la vida de don Juan Francisco Pacheco 
ii.2. El IV Duque de Uceda y su correspondencia con don Félix de la Cruz Aedo
ii.3. La Guerra de Sucesión como contienda civil 
ii.4. La tradición austracista de la Casa de Uceda. El poder económico y el prestigio social del IV Duque y su familia
ii.5. Actividad diplomática del Duque de Uceda en Roma durante la Guerra de Sucesión: las embajadas rivales de Felipe V y el Archiduque Carlos
11.6. Los últimos años de servicio a Felipe V: Roma y Génova. 
El conflicto diplomático por el reconocimiento del Papa
11.7. Ministro plenipotenciario en Génova
11.8. Los presidios de Toscana: las deudas y las dificultades de mantenimiento 
11.9. La empresa de Cerdeña: publicidad, financiación 
11.10. Las consecuencias de la situación crítica del Duque de Uceda 
11.10.1. La pérdida de sus bienes y de su biblioteca 
11.10.2. La marcha a Austria 
11.10.3. La muerte en Viena 

iii. Una insólita defensa de Felipe V: la respuesta del Duque de Uceda a un pasquín austracista difundido  con motivo de la caída del reino de Nápoles en 1707 
111.1. La publicística durante la Guerra de Sucesión 
111.2. El reino de Nápoles durante la Guerra de Sucesión
111.3. Un expediente entre los papeles de don Félix de la Cruz 
111.4. En busca de autor: el libelo y su respuesta 
111.5. El contenido político de La Verdad por sí, i en sí misma: una defensa confrontada
3.5.1. La defensa de los derechos a la Corona 
3.5.2. La necesidad de las reformas políticas 
3.5.3. Las reformas económicas 
111.6. La Guerra de Sucesión como Guerra de Religión 
111.7. Una triple glosa: la polémica política 
111.8. El estilo barroco: alarde de ingenio 
111.9. Las referencias bibliográficas de un bibliófilo 

iv. Análisis del inventario de Sylvester 
iv.1. El orden de los saberes
iv.2. El apparatus bibliothecae de un bibliotecario de 1692 
iv.3. Guías bibliográficas del siglo xvii: autores y criterios 
iv.3.1. Antonio Possevino (1534-1612) 
iv.3.2. Justus Lipsius (1547-1606) 
iv.3.3. Philippe Labbé (1607-1667) 
iv.3.4. Iohannes Lomeier (1636-1699)
iv.3.5. Julius Pflugk (1499-1564) 
iv.3.6. Gabriel Naudé (1600-1653) 
iv.3.7. Pierre Le Gallois 
iv.3.8. Nicolás Antonio (1617-1684)
iv.4. Los criterios biblioteconómicos de Sylvester 
iv.4.1. Libros de temática religiosa 
iv.4.2. Derecho Civil
iv.4.3. Filosofía 
iv.4.4. Medicina
iv.4.5. Matemática 
iv.4.6. Historia profana 
iv.4.7. Ciencia Política 
iv.4.8. Diccionarios y obras de referencia
iv.4.9. Literatura de ficción 
iv.4.10. Misceláneos 
iv.4.11. Últimas adquisiciones 
iv.5. Fortuna de la biblioteca de Uceda
iv.6. Datos «cliométricos»

Conclusiones
Bibliografía 
Abreviaturas correspondientes a los repertorios incunables 
Índice de ilustraciones y gráficos
Anexo documental: La verdad por sí, i en sí misma 
Transcripción de las figs. 8 y 9


PARTE II

Normas de transcripción aplicadas en la edición del inventario de la biblioteca del IV Duque de Uceda
Claves para la localización e identificación de los libros
Catálogo de la biblioteca del IV Duque de Uceda
Índice de los plutei* 

Regs. Pág.

Biblia & Sancti Patres. Pluteus VI 1-12
SS. Patres & Scripturales. Pluteus VII 13-32
Concilia, Bullaria, Ius Civile & Canon. Pluteus VIII 33-54
Philosophia. Pluteus Nonus (IX) 55-71
Philosophia & Medicina. Pluteus Decimus (X) 72-146
Mathematica. Pluteus Undecimus (XI) 147-179
Mathematica. Pluteus Duodecimus (XII) 180-234
Mathematica. Pluteus Decimus tertius (XIII) 235-408
Historia Sacra. Pluteus Decimus quartus (XIV) 409-465
Historia Sacra & Profana. Pluteus Decimus quintus (XV) 466-539
Historia Profana. Pluteus Decimus sextus (XVI) 540-645
Historia Profana. Pluteus Decimus septimus (XVII) 646-707
Historia Profana. Pluteus Decimus octavus (XVIII) 708-797
Historia Profana & Antiquarii. Pluteus Decimus nonus (XIX) 798-922
Politici. Pluteus vigesimus (XX) 923-1015
Politici & Satyrici. Pluteus Vigesimus primus (XXI) 1016-1067
Dictionaria. Pluteus vigesimus secundus (XXII) 1068-1148
Dictionaria, Grammatici, Rhetorici & Poetici. Pluteus XXIII 1149-1274
Epistolae, Orationes & Novelae. Pluteus XXIV 1275-1416
Poetae Graeci, Latini &C. Pluteus Vigesimus quintus (XXV) 1417-1580
Poetae Hispani. Pluteus Vigesimus sextus (XXVI) 1581-1677
Miscellanei. Pluteus Vigesimus septimus (XXVII) 1678-1760
Miscellanei. Pluteus Vigesimus octavus (XXVIII) 1761-1902
Morales & Ascetici. Pluteus Vigesimus nonus (XXIX) 1903-2017
Miscellanei. Pluteus Trigesimus (XXX) 2018-2075


Índice de autores

Reseña: Historias de la fatal ocasión, de Carmen Busmayor

Revista Turia, n.º 92, noviembre de 2009-febrero de 2010

Por Enrique Villagrasa





Entrevista a Carlos Alcorta


El Diario Montañés, 3 de enero de 2010
"Encontrar la palabra exacta justifica toda la angustia"
Es una de las voces de referencia de la poesía cántabra. Veinte años después de ver la luz su primer poemario, Lusitania, publica Sol de resurrección
Conocimiento y celebración señalan el norte de la brújula poética de Carlos Alcorta (Torrelavega, 1959). El poeta, quien atisba una escritura más rica en matices, más abierta y plural, ha sido coartífice de hitos en la creación local como la colección 'Scriptvm', de aventuras como la revista 'Ultramar' y de una incesante actividad cultural, ahora ligada también a la editorial Quálea. El autor de 'Corriente subterránea' y 'Sutura' reflexiona sobre la creación y su obra.
-'Sol de resurrección' (Calambur) implica vitalidad y optimismo, ¿hay reconciliación y redención en su escritura?
-La poesía es revelación. Refleja ese intento, siempre infructuoso, nunca satisfecho del todo, de decir, a través de la metáfora y el símbolo, lo indecible. Creo, con Rimbaud, que la poesía es en sí misma un medio de conocimiento que sirve para transformar el entorno y, obviamente, al ser humano. Desde esta premisa, la escritura de este libro ha supuesto una reconciliación con la naturaleza. En mi infancia, mis experiencias con la naturaleza me pasaron desapercibidas, aunque, al parecer, su influencia permaneció soterrada, y un cambio de domicilio ha resultado providencial para que despertaran. La preeminencia del paisaje no excluye la nostalgia por la infancia ni la contienda moral, aunque esta se haya desplazado hacia un personaje reconciliado consigo mismo.
-¿En qué contexto de su trayectoria enmarca este nuevo poemario?
-De Ryszard Krynicki son estos versos con los que me identifico absolutamente: 'Extraña sensación/ ser un poeta/ de mediana edad'. Y es que la poesía es el resultado de la propia vida, de la experiencia que uno va acumulando, y en ésta no menudean conflictos, fracasos, aciertos, recompensas o sanciones que contribuyen a conformar la imagen del hombre maduro que uno es. 'Sol de resurrección' no es otra cosa que un peldaño más en esa escalera del conocimiento personal. Tras innumerables descensos emocionales reflejados en libros anteriores llega el momento de la resurrección, de la ascensión, de la celebración vital. El paso del tiempo modera ambiciones y sueños y te ayuda a apreciar con mayor intensidad aquello que posees, el amor de tus seres queridos y un grado de estabilidad personal lo suficientemente elevado como para sentirse dueño de un lugar en el mundo.
-Me equivoco, o ¿también puede quedar uno cegado, quemado y deslumbrado por un sol de resurrección?
-El sol de resurrección es un sol tibio, fugaz, enmarcado por incesantes nubes que luchan por cegarlo, por negarlo. Es un sol efímero que no debe engatusar a quien lo contempla. Uno es consciente de ese tránsito vital entre la luz y la sombra y, en este caso, la resurrección no es más que una construcción simbólica que me permite reflexionar sobre un momento determinado de mi vida.
-¿No cree que algunos emplean más en tener y vender una poética que en mantener una voz propia?
-La búsqueda temeraria de la fama o el éxito acostumbra a nublar las mentes. En el ámbito poético no es fácil conseguir una voz propia, ésta sólo la poseen los verdaderos poetas. A su lado florecen, casi por generación espontánea, decenas de epígonos que consagran su obra a repetir, generalmente con escasa fortuna, esos aciertos que hacen grande y especial a un poeta. La poesía, como decía Conrad hace exactamente un siglo, no cuenta en la escala de valores mercantiles y editoriales, sólo cotiza o incrementa las magras rentas de la vanidad. Valor éste al alza en esta sociedad hipnotizada por el mercadeo de la intimidad y la ley del mínimo esfuerzo.
-De la experiencia, por otra parte exitosa de las Veladas poéticas, ¿qué reflexiones y conclusiones ha extraído?
-La reflexión más concluyente es que el esfuerzo que se viene repitiendo año tras año desde el Vicerrectorado de Actividades Culturales de la UIMP se ve recompensado por la asistencia de un público fidelísimo que merece todo nuestro respeto y admiración. La programación se prepara concienzudamente con el ánimo de ofrecer un espectro amplio de poéticas diversas, con nuevos formatos y distintas lenguas de expresión. La lectura pública de poesía promueve un lugar de encuentro que, en muchos casos, sorprende al propio espectador, quien corresponde a tal desafío con su incondicional presencia.
-Ver publicado un nuevo libro, ¿qué aporta a la trayectoria, más allá de alimentar el ego?
- Creo que no es necesario significar que un cierto grado de vanidad es consustancial a todo creador, pero más allá de esta constatación, supone el merecido final a un tiempo de creación y un reto. Habitualmente el poeta piensa que el último libro escrito es el mejor de todos los suyos, pero esta impresión se ha de ver confirmada por la crítica y los lectores, lo que no siempre ocurre, por eso, la incertidumbre ante la recepción que sufre ese desnudamiento emocional que en todo poema resulta inquietante.
-Nos olvidamos muchas veces de la herramienta esencial, así que defíname lenguaje...
-Efectivamente, es la herramienta que tiene a su disposición el poeta para exprimir la realidad. Con el lenguaje se reconstruye el mundo y gracias a él, a su flexibilidad, logramos acomodar el pensamiento a la mirada. En mi caso, parto de un lenguaje figurativo, de una situación apegada a la realidad, que me sirve para iniciar una indagación por la parte mas oscura de mi conciencia y, a la vez, por la zona menos visible de esa realidad que trato de aprehender, aunque no soy tan ingenuo como para ignorar que para describir las plurales experiencias personales o para descifrar el complejo mundo que habitamos, el lenguaje resulta insuficiente. La persecución de lo real y de las sombras que lo conforman siempre es un intento frustrado.
-¿Cómo es su vínculo con las palabras?
-La búsqueda de aquella palabra que precise lo que uno quiere realmente decir es uno de los más apasionantes desafíos a los que me enfrento como poeta. Cuando uno consigue acercarse a eso -siquiera tangencialmente, porque no podemos obviar la distancia entre el hecho acontecido y la palabra que lo evoca- se siente recompensado por tantos momentos de angustia e incertidumbre. El encuentro con la palabra exacta, con ese verso anhelado justifica la angustia de la creación.
Heridas abiertas
-Pasadas las batallas estéticas inanes, superado el cuerpo a cuerpo de algunas sectas poéticas, ¿hay un pórtico abierto a otra época?
-A juzgar por las declaraciones de algunos jóvenes poetas (caso reciente del último premio Loewe), al parecer, todavía quedan heridas abiertas causadas por aquellas polémicas que espero se cierren ya definitivamente. Creo que la mayoría de los poetas actuales, sobre todo los más jóvenes, apuestan por una especie de sincretismo capaz de aglutinar lo mejor de cada una de las corrientes o tendencias. Esa conciliación está produciendo una poesía mucho más rica en matices y en intenciones. Desde el presentimiento de que todo es vulnerable y efímero, las nuevas generaciones ensayan formas menos encorsetadas de enfrentarse a lo real.
-Su actividad ligada a la edición (Quálea), ¿supone otra ventana para vivir el libro de forma diferente?
-Sin duda, porque la edición es una forma más de creación poética que permite además seguir el proceso de elaboración de un libro. Desde que llega un original a Quálea, el trabajo que realizamos involucra a todo el equipo con tanta intensidad como cuando uno está escribiendo un poema. En poesía pensamos que el cuidado del continente contribuye del mejor modo posible a resaltar la belleza de los poemas. El respeto que sentimos por la creación poética nos obliga a ser extremadamente cuidadosos tanto con el autor como con su obra.
Desaprovechada o insuficiente
-A su juicio, ¿qué debe aportar Santander 2016 a los creadores, y viceversa?
-Debemos aportar todo nuestro bagaje intelectual en las diferentes áreas de trabajo que se produzcan. Conocemos la historia y el entorno social en el que desarrollamos nuestra obra, y para que ese capital no se malgaste ni se desdeñe se deberán habilitar institucionalmente los mecanismos que faciliten esa colaboración. Y Santander 2016 debe aportar un nuevo concepto, no sólo cultural sino cívico, el de una ciudad moderna capaz de reinventarse para ofrecer a sus habitantes una calidad de vida acorde con sus expectativas. Disfrutamos del mejor momento para dotar a la ciudad de una infraestructura cultural que en la actualidad, o esta desaprovechada, o es insuficiente. No estoy muy al corriente de la marcha de los distintos proyectos, pero tengo la impresión, no sé si equivocada, de que la correspondencia entre los intereses de unos y de otros no está dando los frutos deseados.

http://www.eldiariomontanes.es/20100103/cultura/literatura/encontrar-palabra-exacta-justifica-20100103.html