lunes, 11 de octubre de 2010

Reseñas de Tormenta ransparente, de Javier Lostalé, en la revista Mercurio y en El Cultural

Revista Mercurio, n.º 124, octubre de 2010

Amor constante más allá del amor

Por Juan Cobos Wilkins

Hace ocho años compiló Javier Lostalé (Madrid, 1942) su poesía en el volumen La rosa inclinada, sus páginas agrupaban cinco libros: Jimmy, Jimmy, Figura en el Paseo Marítimo, La rosa inclinada –premio Juan de Baños–, Hondo es el resplandor y La estación azul –premio Francisco de Quevedo–. La poesía reunida de este activista cultural (sus palabras y su voz son memoria de El Ojo Crítico y La Estación Azul, espacio codirigido con el poeta Ignacio Elguero) que ha visto reconocida su labor con premios como el Ondas y el de Nacional al Fomento de la Lectura, permitía acercarse a la evolución y metamorfosis de su creación poética y, al tiempo, comprobar la fidelidad a los pilares sostenedores de su mundo literario, tan enraizado de vida como alado de sueños. Una de esas columnas clásicas es la que sostiene el altar en el que oficia el mayor de los misterios: el Amor.

Y amor es el vórtice de esta Tormenta transparente que acaba de editarse. La condensación y evaporación del amor. Para volver a concentrarse y de nuevo desvanecerse. Pero sin desaparecer jamás. Como la energía, el amor, no se crea: es y está. No se destruye (léase a Vicente Aleixandre). Sólo se transforma. Sólido, líquido, gaseoso. Y vuelta a empezar. Javier Lostalé despliega un hermetismo equilibrado por la sensualidad y, con ello, a la par, una luminosa carnalidad que hace brillar el silencio voluntario que el poeta se impone. Escritura reflexiva de íntima desnudez. Es un libro palimpsesto, no solo conserva huellas, sino que, atesoradas con exquisito cuidado, las funde con los signos actuales para crear una evocación viva pero no atormentada, no oscura, sí perspicua. Téngase en cuenta además que, lúcido, ansía totalidad no sólo entre los amantes sino también con ese ámbito exterior, incluso extraño, ajeno, que queda al margen cuando amamos.

Aun sin nombre, sin figura, el amor no es aquí abstracción. Aunque sí soledad. Los poemas, atravesados por imágenes de abandono, de ausencia, se marcan y tatúan con palabras como éstas: “vacío, sin cuerpo, despedida, olvido.” Mas todo se transfigura, Lostalé hilvana dolor y sutileza, y en el verbo se encarna, desde el largo adiós, la biografía. Libro de términos contrarios, antitéticos, y que el poeta pone en relación, los fricciona, tanto para obtener el destello, el relámpago de su propia tormenta, como para buscar un equilibrio compensatorio. Ejemplo es el interrogativo poema Seno, construido con contraposiciones. Desde el mismo título del volumen se insinúa ya lo que la lectura confirma: fructífera frotación de palabras, metáforas, imágenes. Latidos del corazón en el pensamiento. ¿O es al contrario?

El deslumbramiento del amor/desamor es alumbramiento. Y el poeta lo escribe: “ciego sin sombras soy de ti”. Inevitable fugacidad, dolorosa invisibilidad: “Abrázame como si ya no estuvieses”. Distancia: “En el hueco que separa dos miradas / crepitan las ramas mojadas del deseo”. Deseo, y compromiso de la memoria, riesgo de olvido. Asunción, por tanto, del destino: “Sin moverte respiras entonces / el misterio primero / de aquel desnudo innombrable / en el que comprometiste tu vida”. Finalmente, la clave: el amor como destino. Fatum.

En el Diario del escritor francés Jules Renard el 2 de julio de 1890 se lee: “He construido castillos en el aire tan hermosos que me conformo con las ruinas.” Javier Lostalé no esconde la llave de la fortaleza, la deja al descubierto, a la entrada. Eso sí, cuidado, primero hay que cruzar un puente levadizo.

http://www.revistamercurio.es/index.php/revistas/544-37ensayo-y-poesia

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El Cultural (El Mundo), 8 de octubre de 2010

Por Túa Blesa

Con el título de La rosa inclinada Javier Lostalé (Madrid, 1942) reunió sus libros ya publicados, a los que se añadía La estación azul, del que se conocían algunos textos, y como colofóntres poemas inéditos. Tormenta transparente es el desarrollo de éstos, que los incorpora, y que a su vez se integra orgánicamente en un conjunto poético cuyo centro temático es el amor, la celebración del amor, aun cuando el asunto sea su pérdida, como es tópico desde Petrarca. Un amor que es concebido como razón de vida; así, amor o vida y, por tanto, si se canta el amor, se canta la vida. El amor se piensa como una fuerza tan poderosa que precede a su encuentro -“Antes de que existieras / todo ya me esperaba en ti”-, que, encontrado, transforma eternamente -“Quien oye el filo líquido de su verdad / vive para siempre en los labios del temblor”-, un amor que incluso otorga el conocimiento de uno mismo -“En abisal silencio respira / el texto quemado de tu advenimiento / y allí me leo en palimpsesto vacío”-. Sí, amor o vida, y la escritura no sería sino hacer presente, dar cuerpo a lo que no es más que ausencia. Continuando esa lógica, amor y poesía acaban por confundirse.

Javier Lostalé -a quien se deben los programas radiofónicos “El ojo crítico” y “La estación azul”, inolvidables- ha ido creando una obra poética que, desoyendo los preceptos de los modos más difundidos en estas últimas décadas, se lee hoy con todo placer e interés. Se trata de una escritura en la que la emoción está siempre presente, de un modo algo paradójico por cierto, porque esa presencia está en este libro y en muchos otros casos en función de un recuerdo, de un anhelo, por tanto, de lo que falta. Esta emoción reclama ser leída.

http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/27955/Tormenta_transparente

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