jueves, 14 de octubre de 2010

Reseña de Entre dos memorias, de Carlos de Oliveira

Koult. es

Por José Ángel García Caballero

Es grato comprobar como la literatura portuguesa se va adentrando en las estanterías de las librerías españolas con esa naturalidad que puede hallar su lógica en la cercanía, no sólo territorial, sino histórica (dictaduras coetáneas, entrada en la Unión Europea, etc.). Esta naturalidad, en poesía, se confirma con la llegada en los últimos años de traducciones de nombres distintos a los grandes conocidos, fundamentalmente Pessoa y Eugenio de Andrade. De este modo podemos leer en castellano obras tan importantes como las de Sophia de Mello, Antonio Ramos Rosa, Helberto Helder, João Miguel Fernandes Jorge, Jorge de Sena y Carlos de Oliveira, entre otros.

De este último es de quien me ocupo en esta reseña, al hablar de su libro Entre dos memorias (1971) publicado por Calambur (2009), en traducción de Ángel Campos Pámpano.

De Carlos de Oliveira (Belém do Pará, Brasil,1921- Lisboa,1981), ya podíamos leer en castellano su libro Micropaisaje (Pre-textos, 1987), en versión también de Ángel Campos. Ahora nos acercamos a uno de sus libros más importantes, que recibió el Prémio de Imprensa en 1972. Entre dos memorias transitará temas comunes en poesía como la memoria, el paso del tiempo, los juegos de espejos y de máscaras, desde una óptica que irá siempre de la mano de la perspectiva histórica, en este sentido hay cercanías con la llamada “poesía social” española del momento, pues ambos contextos históricos sufrían el constreñimiento de las dictaduras políticas. Aunque su tono encuentra diferencias en la condensación del verso y del poema, en el uso de ciertas imágenes irracionales, si bien los críticos lo incluyen en el “neorrealismo” portugués de la época. Una escritura realista, las etiquetas nunca hacen justicia, muy matizada, pues como decía de él Ángel Campos: el trabajo creativo de Carlos de Oliveira, sin olvidar nunca el carácter social e histórico de la escritura, procura siempre modular con rigor las palabras, depurando al máximo la materia verbal, condensando espléndidamente el verso o el párrafo.

Entre dos memorias es un libro divido en tres partes: Cristal en Soria, donde habla de la Soria de Machado y de los acontecimientos de Guernica. En este apartado se hace muy palpable la preocupación social y la necesidad de convivir con la historia: ¿cómo dormir/ con estas agujas blancas/ en la memoria? En tonalidad parecida se acerca a los acontecimientos de Guernica a través de Picasso: las paredes áridas se derrumban/ pero su dibujo/ sobrevive en el aire; lo sostiene/ la tercera mujer; la última; con los brazos/ erguidos; con el sudor de la estrella/ tatuada en la frente.

Sub specie mortis es el título de la segunda parte del libro. En ella continúa su indagación, meditando sobre las posibilidades de la memoria como forma de equilibrio. Es un apartado contemplativo y con ciertos toques existencialistas, pero de una belleza sobrecogedora: y a cada impulso en el aire,/ el peso reconduce a los cuerpos/ al inicio del vuelo:/ los vuelos son regresos. Aquí encontramos el poema que presta el título al poemario donde constata que ninguna sombra nos prolonga/ por este suelo de vidrio;/ y el aire boreal se nos refleja en los ojos,/ tan limpios, que los extingue.

Acaba el libro con Tiempo variable, donde a través de tres largos poemas sigue buceando en la fragilidad de la existencia (quizá/ puedan llegar a la madrugada;/ pero no pueden/ refugiarse en otra noche,/ al final del túnel diurno), acercándose a esa inconsistencia de la realidad y la máscara, que el llamará fotomontaje, como sugieren los últimos versos del poemario: la luz deja de ser la misma:/ a sí misma se devora,/ amarillea el retrato poco a poco;/ mientras el magnesio/ entra en su crepúsculo;/ y la imagen,/ expuesta a un ácido excesivo,/ comienza a descomponerse.

Un libro, en conclusión, muy meditado, de verso diáfano, que crece en la relectura, ampliando matices, despertando nuevos sentidos. Con una gran traducción de Ángel Campos Pámpano (la última que nos dejó), es un libro que merece su lectura y su consideración como uno de los libros importantes de la segunda mitad del siglo pasado.

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