martes, 19 de octubre de 2010

Noticia sobre Eduardo Moga en Notodo.com

Por José Martínez Ros

Aficionados/adictos a la poesía: hay dos libros que merecen ser leídos. Sus autores —uno irlandés, otro español— están separados por el abismo de un siglo. El primero, William Butler Yeats (1865-1939) fue un personaje lo bastante novelesco para ser incluido por el gran Alan Moore entre los secundarios de esa magnus opus acerca del periodo victoriano que es From Hell: irlandés, pero de una familia protestante, rechazó las creencias familiares a favor de un curioso misticismo que le hizo practicar el espiritismo (su esposa era médium) y pertenecer a la orden ocultista Golden Dawn; ardiente patriota, creador de la primera compañía de teatro nacional irlandés, celebró la independencia de Inglaterra tanto como repudió la posterior Guerra Civil entre las distintas facciones de nacionalistas. Ahora celebramos la publiación de su Poesía reunida por parte de la editorial Pretextos, con una más que meritoria traducción de Antonio Rivero Taravillo. El segundo,Eduardo Moga (Barcelona, 1962) es uno de los principales poetas de este país, aunque no sea de los más antologados ni desde luego de los más voceados por los medios de comunicación, aunque sea alguien bastante parecido a un homme de lettres total por su irreprochable labor como crítico, traductor, editor y, sobre todo, autor de libros tan impresionantes como Bajo la piel, los días.

Es probable que el tiempo haya envejecido muchos poemas de Yeats o que algunos sólo conserven un interés local; pero cualquier lector con un mínimo de sensibilidad encontrará otras mil ocasiones para sentirse conmovido al leer Rumbo a Bizancio, Un aviador irlandés prevé su muerte, Leda y el cisne y muchos otros. Y ahora los pueden leer, además, en esta magnífica edición bilingüe que comprime sus ochocientas páginas hasta volverla tan manejable como un libro de bolsillo, sin que eso reduzca su legibilidad. Respecto a asombrosa la poesía deEduardo Moga es, a la vez, radicalmente realista y matérica (en su poesía hay sexo, niños, enfermedad, reuniones con amigos y familiares, rutina y trabajo, fluidos corporales y páginas de periódicos, todo eso que llamamos vida)y metafísica, aunque el objeto de su indagaciones no es (como en Whitman o Álvaro Campos, el heterónimo de Pessoa) ninguna entidad platónica, sino el mundo, el presente que nos rodea, con todo lo que contiene. Y su objeto, sin duda, es la afirmación de la vida: “la conjetura de que merece la pena vivir –de que el sol es sangre, y la sangre, ahora, y el ahora, eternidad-, aunque todo se hunda con la impaciencia de una ola, en el cráter de la muerte”. La vida que se despliega con su vulgaridad y su esplendor. Aficionados/adictos a la poesía: salid de vuestros escondrijos. Estos libros os aguardan.

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