jueves, 7 de octubre de 2010

Los Millares, por Juan Cruz, en El País

Los Millares, por Juan Cruz

Elpais.com, 6 de octubre de 2010

Le han dado a José María Millares Sall, el autor de Liverpool, poeta canario recientemente fallecido, el premio Nacional de Poesía a título póstumo. Ha habido aquí crónica de Javier Rodríguez Marcos, que donde pone la información pone la poesía, y una apreciación muy honda, y ciertamente melancólica, de Diego Talavera sobre la significación que Millares tiene en la poesía hecha desde Canarias. Elsa López también ha escrito un artículo sobre las características de la poesía de Millares Sall, que fue el último premio Canarias de Literatura de hace más de año y medio. Este nuevo premio, que él ya no podrá disfrutar, ha llenado de íntimo regocijo a los que hemos creído que esa poesía de Millares representa el desafío de la modernidad en la literatura canaria de antes y de después de la guerra. Pero no era del premiado exclusivamente de quien quería hablar hoy. Quería referirme a esa familia insólita que dio, entre otros, al propio José María, a Agustín y a Manuel Millares, entre otros hermanos, hijos o nietos de esa saga que representa en las islas la pasión por crear y por juntarse con otros para crear. José María es la poesía de vanguardia, la búsqueda de una metáfora que sea esencia del viaje extraño que es vivir. Agustín es el compromiso, la poesía con todos. Y Manolo Millares queda en la pintura y en el arte contemporáneo como la expresión de la rabia del creador en contra de la insistente pesadilla de vivir, la tachadura constante, el regreso a las fuentes para tacharlas o para ponerlas de manifiesto, la combinación del pasado y el porvenir como partes estéticas de una misma incertidumbre. El premio nacional a José María, que se une ahora, en la memoria de su vida y de su obra, a aquel premio que se le dio en su propia tierra, pone de relieve una poética que resume muy bien las inquietudes de vanguardia de un siglo insular, y no siempre insularizado, al que no se le ha hecho justicia ni aquí ni allí, y es más grave esa injusticia cuanto más de manifiesto se pone la lejanía que a veces viven poéticas extraordinarias a las que los oídos del exterior prestan una atención desdeñosa que ahora se remedia. ¿Tarde? Lorca le dijo a Miguel Hernández: "Los libros de poesía van lentos". La poesía tiene su ritmo. Como dijo Diego Talavera en su escrito de ayer en elpais.com, el mejor premio de José María Millares era el premio de escribir. Y ese lo tuvo cuando quiso.

http://blogs.elpais.com/juan_cruz/2010/10/los-millares.html



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