lunes, 6 de septiembre de 2010

Reseña de Bajo la piel, los días, de Eduardo Moga, en Calle 20

Revista Calle 20, septiembre de 2010

Por José Ángel González

«Quiero oír el embate de la sangre, como si rompiera contra un talud de sombra», dice un verso de este diario poético. Otro: «La oscuridad acosa a la piel, como si la piel fuese una puerta». Un tercero: «Los paseantes desfilan como personajes del Greco: con su mismo estiramiento tenebroso». El lector rebota entre comparativas de una densidad dislocada en Bajo la piel, los días, de Eduardo Moga (Barcelona, 1962), un
poemario con atrezo expresionista sobre la «geometría del tiempo», la «sucesión de soledades», un inesperado encuentro con Cortázar («alto como un tuareg»), el latido de Vallejo («indio hambreado»), la constancia de los hospitales («la cadena del dolor») y, en fin, la curiosidad ante la grieta: «¿Qué hago yo en esta casa, en esta piel?». Pasmoso, dolorido como la esperanza de los imprudentes, es digno de ser colocado entre «los más limpios», Pessoa, Celan, Nabokov..., porque «vivir consiste en que la humillación prosiga».


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