jueves, 30 de septiembre de 2010

Reseña de Insurgencias (Poesía 1965-2008), de Antonio Hernández, en El Norte de Castilla

El Norte de Castilla, 18 de septiembre de 2010

Flores nuevas, aroma antiguo

Calambur publica, en dos cuidados volúmenes, la poesía reunida del gaditano Antonio Hernández entre los años 1986 y 2007

Por Carlos Aganzo

Te dicen que hay un mar con la extensión de tu deseo». Con esta dedicatoria se abre el capítulo titulado 'El río', perteneciente al poemario 'El mar es una tarde con campanas', con el que Antonio Hernández (Arcos de la Frontera, 1943) se estrenó en el universo de la poesía española en 1965. Excluido por los críticos, por edad y por predicamento estético, de la llamada Generación del 50, el gaditano se embarcaba entonces en una apasionante misión que le iba a llevar a surcar, de manera ininterrumpida durante más de cuarenta años, todos los mares de un deseo poético perenne, riquísimo, extensamente intenso en su expresión.

Entre 1965 y 2007, años en los que se centra la poesía reunida ahora bajo el título de 'Insurgencias', Antonio Hernández ha escrito quince libros de versos, miles de artículos periodísticos y algunas novelas; ha pasado desde la más pura efusión lírica hasta el más descreído existencialismo; ha militado en los versos más musicales y en las tonadas más secas..., pero nunca ha dejado de mantener esa actitud deliberadamente poética que distingue tanto su vida como su obra. A pesar de su reivindicación de esa memoria «que nos constituye», a pesar de la permanencia de los grandes aromas de Andalucía, a pesar de los ecos profundos del mar de su infancia (y de todos los años de su vida), a pesar del recurso perpetuo al universo amoroso, que permanece a pesar de la mudanza de los años, en cada nueva entrega poética Antonio Hernández se sigue empeñando en afirmar su «canto de ahora», sus flores nuevas ante la vieja sustancia del vivir continuo: «Nada se olvida nunca», nos dice en 'Homo loquens' (1981), «sino que se rehace / como en la primavera / donde cambian las flores / y no cambia el aroma».

Encontrarse así, de manera lineal y cronológica, el grueso de la poesía de Antonio Hernández constituye sin duda una experiencia. La experiencia de descubrir cómo el espíritu rebelde del poeta permanece indomable en su obra, por más que cambien los tiempos, las percepciones, los estilos.

Este es mi canto ahora, nos dice una y otra vez este poeta tan andaluz y tan madrileño, uno de los mejores, en palabras de Francisco Umbral, de «aquella generación que quizá fue la penúltima del Café Gijón», el mismo que ha sabido andar con los sentidos a flor de piel y que ha querido denunciar, en un grito de libertad, a los mercachifles, los zascandiles y los animadores culturales que le llevaron una y otra vez al desencanto. Cierto es que entre 'El mar es una tarde con campanas' y 'A palo seco' hay una gran distancia: pero en ninguna ocasión, por distintos que soplen los vientos, se deja de oír el latido del corazón del poeta. Incluso cuando el cantor más renuncia al sonido de fondo de las guitarras, los gitanos y los cantaores de la Andalucía del mito, más se escucha, desnudo, el compás que marca toda la poesía de Antonio Hernández. Los premios (el Nacional de la Crítica, el Rafael Alberti o el Gil de Biedma), las peripecias biográficas y personales, o las distinciones, no hacen sino señalar pequeños hitos en un proceso creativo que nunca se detiene. «Todo menos quedarnos mano sobre mano», como diría su paisano arcense Julio Mariscal en una de las citas que abren 'Donde da la luz' (1978), uno de sus libros de mayor acento sureño.

En no pocos momentos de su carrera poética, Antonio Hernández se ha sentido algo así como una 'oveja negra'. Lector de permanentes referencias literarias, desde Machado y Miguel Hernández hasta su cercanísimo Carlos Edmundo de Ory (ese que le dijo en un poema que en su cabeza se agrupaban «los zafiros del mundo»), el poeta ha querido siempre, sin embargo, reivindicar su libertad, su capacidad de emocionarse con los versos ajenos pero de saber llorar, sobre todo, «por lo que no conozco y he sentido»; el misterio de lo poético. Así desde la exuberancia sentimental hasta el demoledor laconismo de un poema como 'Eutanasia', incluido en 'A palo seco', en el que nos dice, tan sencillamente:

«Procura que no sea
la muerte
quien te quiera.
Procura no encontrártela
de siega.
Y si llega
procura no entretenerla».

http://www.nortecastilla.es/v/20100918/cultura/flores-nuevas-aroma-antiguo-20100918.html

martes, 28 de septiembre de 2010

La belleza de la huelga general


Con independencia de todos los valores ético-políticos que pueda tener una huelga en una situación determinada, en ella hay algo valioso en cuanto tal, más allá de las circunstancias concretas que la enmarcan: su carácter de interrupción del curso maquinal de las cosas.

Es un corte potencialmente capaz de romper el desastre hacia el que se encamina el mundo. En el universo del tardocapitalismo, lo maquinal es el principio de muerte, y tenemos que saludar la discontinuidad como una afirmación de vida.

Frente a la dictadura del “tiempo real”, la demora.

Frente a la brutal coacción de lo inmediato, la articulada delicadeza de las mediaciones.

Frente al abaratamiento de la palabra (condicionado por las mejoras técnicas en el campo de las telecomunicaciones), el valor de la reticencia y el silencio.

Frente a la falsa autoridad de la imagen, la dignidad del hueco.

Frente a la tiranía del trabajo muerto, frente a la demagogia de la normalidad, la restallante belleza de la huelga general.

Jorge Riechmann

jueves, 23 de septiembre de 2010

Reseña de Hotel para erizos, de Guadalupe Grande, en Granada Cultural

Granada Cultural, 31 de julio de 2010

La habitación poética de Guadalupe Grande

Por Jorge de Arco

Cuatro años después de dar a la luz el que fuera su tercer poemario, La llave en la niebla, Guadalupe Grande retoma el pulso poético con Hotel para erizos (Calambur, Madrid, 2010).

Esta madrileña del 65, con un amplio recorrido como crítica, editora y poetisa, ha vertebrado en esta su nueva andadura un libro donde da cuenta del devenir múltiple y cambiante de la realidad. Desde el lado opuesto al que pueda fijar la costumbre, su verso se dirige hacia la exaltación del poder de la imaginación metafórica, en un intento de aprehender con la palabra la turbación que conlleva la desoladora y solitaria existencia. Su sorpresivo decir va convirtiendo los hechos vitales en un caleidoscopio lírico e integrador que hace de la celebradora cotidianeidad una latidora manera de fulgurar los instantes: "Lo que cabe en una mano/ cuando un cuerpo es del tamaño de su sombra y la mirada/ sobre ese cuerpo el tamaño de la luz".

Su yo poético se enfrenta a la resistencia natural de las cosas y ensaya un itinerario novedoso por donde tornar su soledad en lugar común y propicio para la memoria. Sabedora de que hay que amar la vida para querer volver a vivirla, la autora madrileña extiende un puente de renovadora inmortalidad a lo largo y ancho de estas páginas. Para ello, es necesaria una metamorfosis del espíritu que permita al ser humano adiestrar su conciencia y despojarse de las hebras y tejidos que oscurecen su materia, porque "el universo es un misterioso laberinto de compensaciones: un trozo de pan de ayer, un dedal e aceite: la pobreza…/ … Nada de cuanto ha sucedido existe sin quedar suspendido en los átomos del duelo, mínima vibración entre lo vivo y lo vivido. Las palabras ¿habitan en su signo o en el sonido de la sombra?".

Auque dividido en dos apartados, el poemario tiene un aliento único, en el que entra en juego un ciclo que va tejiendo las trampas del tiempo, de la deslumbrante fertilidad del mundo, de la alada feminidad, de los lazos ardientes que entornan el paladar, de las venas que desangran el ritual lacerante del amor, de las violetas y las espinas que circundan el odio, de la tácita seducción que llama a la remembranza: "Todo se ha ido y sólo queda regresar/ centinela ante el azogue de la piel, regreso mudo de luz y hierbaroma que atraviesa la infancia y la cicatriz".

Desde esa sed se enrosca en el corazón con mimbres elegiacos, Guadalupe Grande derrama su voz más allá de su propia subjetividad, lo que contribuye a que su cántico supere las fronteras del intimismo y la sentimentalidad. Y aún cabe un puñado de semillas para sembrar que la Naturaleza nos concedió una vez y que ahora se desdora tras las pupilas de la derrota: "Llega el erizo con una lágrima en cada espina,/ viene a verte, /viene del bosque y su cartografía de raíces …/ … Te asomas desde su boca hacia la luz y piensas que la noche ha de ser así,/ esa constelación de lágrimas que fueron espinas, de espinas que fueron tiempo, de luz que calcina la herida y deja esta pequeña joya sobre tu mano infantil".

En suma, un hotel de versos con habitaciones pobladas de perplejos silencios, que muerden los besos idos, las islas habitadas, la frágil caligrafía de un espacio irredento al que poder regresar.

Reseña de Tormenta transparente, de Javier Lostalé, en El Norte de Castilla

El Norte de Castilla, 24 de julio de 2010

En el alba de un beso

La temática de Javier Lostalé apuesta por la fugacidad del hombre y la dicha, por los misterios del corazón y una sobria comunión con la naturaleza

Por Jorge de Arco

Hace más de tres décadas, en un breve ensayo sobre La posibilidad de la alegría, Julián Marías sentenciaba: "La felicidad es imposible, pero no por ello deja de ser necesaria". Recuerdo sus palabras en tanto memoro aquel hermoso poema saliniano "La felicidad inminente", inserto en Razón de amor: "Terror terrible, inmóvil./Es la felicidad. Está ya cerca". "Miedo, temblor en mí", dice poco antes. ¿De dónde esa sensación pavorosa, ese temor a lo que se supone dicha, gozo? No es lugar este para detenerse en tal interrogante, acicate que incita a ahondar en ese poema y en cuanto plantea. PEro acaso la clave esté en lo que resumió otro poeta: "Felicidad, relámpago", un fogonazo, un soplo, un ave fugacísima de la que apenas retenemos el latido de su cálido plumón. Empero —Barral dixit— "Oh, rápida, te amo".

Y es que, cuando al amor concierne, lleva colgado indefectiblemente un medallón de oro. ("Sol de oro/ de verdad!", exclama Manuel Machado), pero sólo áureo en su cara, pues que su cruz —falsa moneda— es de cobre y ceniza, negra luna de mentira. No me atrevería a escribir, con Lope, "quien lo probó, lo sabe", para que no se piense que el crítico respira por la herida. Pero escrito está, y da cuenta de esa doble faz del amor. Y como tal hay que aceptarlo.

Reflexiones en torno al amor que caben aquí y ahora, tras la grata lectura del último libro de Javier Lostalé. Este madrileño del 42, profesional de la radio y de la poesía, a las que se ha dedicado en cuerpo, verso y alma, vuelve a la carga con un volumen de hondo intimismo, donde los acentos amatorios envuelven y revuelven su yo poético, el cual se ve atravesado por una "tormenta transparente", que no se torna lluvia, sino emoción contenida, pálido tacto. Con su habitual limpidez verbal, Lostalé continúa en su línea pretérita, es decir, bordeando una temática que apuesta por la fugacidad del hombre y de su dicha, por los misterios del corazón y por una sobria comunión con la naturaleza.

En su Figura en el paseo marítimo (1981) el poeta madrileño anotaba "Extinguirse puede el amor/ mas no su bella latitud…/ … Extinguirse puede el amor/ mas no su resonada vida tonal". Tanto tiempo después, se reafirma en aquella sentencia, pero su perspectiva es diferente. La experiencia pretérita, los años ya vividos y los caminos hollados, le devuelven una voz más madura, mas no por ello menos intensa: "Despuéblame desde tu reino invisible/ y resbala las yemas de tus dedos por mi cielo ardido./ Cuerpo así volverá a tener la memoria de nuestra ceniza".

Conocedor de que el sabor de la pérdida acucia, que la derrota es ahora fiel aliada, su verso y su conciencia pretenden alzar el vuelo desde el fulgor mágico de la palabra.

Tal vez cercano a la sentencia del galo Jean Pierre-Jean-Louve, "La poesía, como el amor, está sometida a una secreta prohibición", Javier Lostalé va desnudándose líricamente con un fervor que sustenta su deseo, pero que no implica la reciprocidad que él pretendiera. En tanto, su cántico se torna ausente y angustiado: "Encendidos manantiales oscuros/ me inundan sin hora/ con las pulsaciones de tu desnudo, / mientras sin aire me hundo/ en el alba de un beso/ transpirado hasta la lágrima…/ … Como una tormenta respiras dentro de mí/ exhala existencia de lumbre muerta/ que sin término abrazo/ hasta el cielo de tu sombra".

Lo que una vez fuera caricia, posesión, juvenil efervescencia, no es ahora sino cicatriz, distancia, hálito quebrado; sin embargo, desde su alma profunda, sigue —y seguirá— resonando la voz amante e imborrable de cuanto existió; "Y en soledad te resucito/ para decirte que te amo".

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Reseña de Insurgencias (Poesía 1965-2008), de Antonio Hernández, en ABC Cultural

ABC Cultural, 21 de septiembre de 2010

Memoria emocional

Por Luis García Jambrina

Insurgencias recoge, en dos volúmenes, la poesía completa de Antonio Hernández (Arcos de la Frontera, Cádiz, 1943), con un iluminador prólogo de Francisco J. Peñas-Bermejo. Estamos ante una obra muy extensa y variada, compuesta hasta el momento por quince títulos: El mar es una tarde con campanas (1965), Oveja negra (1969), Donde da la luz (1978), Metaory (1979), Homo loquens (1981), Diezmo de madrugada (1982), Con tres heridas yo (1983), Compás errante (1985), Indumentaria (1986), Campo lunario (1988), Lente de agua (1990), Sagrada forma (1994), Habitación en Arcos (1997), El mundo entero (2001) y A palo seco (2007). No obstante, hay que decir que, leída en su conjunto, se trata de una obra extraordinariamente coherente y unitaria. De hecho, no tiene aquí ningún sentido hablar de ciclos o de etapas. Es más, su primer libro anticipa ya los elementos fundamentales de su cosmovisión poética, aquellos que van a ser luego desarrollados, matizados y ampliados a lo largo de su trayectoria.
Tono nostálgico
De una manera u otra, todo este universo verbal está construido desde y para la memoria, una memoria abiertamente subjetiva, emocional y recreadora que lo llevará a evocar y embellecer su infancia y adolescencia y el territorio de sus orígenes. De ahí ese tono nostálgico que predomina en buena parte de su obra. Entre la realidad y el deseo, Antonio Hernández optará casi siempre por teñir de deseo la realidad o por transmutar la vida en sueño. No en vano la poesía es, para él, «la vida real de mi sueño». Asimismo, encontramos un enfrentamiento entre un pasado más o menos idílico que se añora y un presente tedioso, deshumanizado y vacío, que se rechaza. Por otra parte, hay que advertir que en su poesía se entrecruzan con vigor y naturalidad lo autobiográfico y lo histórico, lo personal y lo colectivo, la reflexión existencial y el compromiso cívico, lo confesional y lo trascendente.
Infancia
Uno de los aspectos centrales de esta poesía es la enorme importancia concedida a la infancia. El otro es la comunión con la naturaleza, y, en relación con él, la exaltación de la tierra andaluza, más allá de los tópicos y de cualquier costumbrismo. Por lo demás, conviene destacar también la presencia de una considerable veta culturalista; lo que explica que, en algunos textos, se superpongan los tiempos y los espacios por los que se mueve el yo lírico, como ocurre en «Junto a lo que no muere», de Donde da la luz, un extenso poema dividido en tres partes en el que el autor reflexiona sobre el sentido de la Historia y de su propia poesía: «He vivido en Atenas y en Sevilla. Los años / no pasaron en balde, pero ya no los tengo. / (...) / Fui marino en Hamburgo y agoté la cerveza, / sacerdote del templo de Ra en Heliópolis, / capitán de los tercios y amigo de Calixto». Desde el punto de vista expresivo, llama la atención la abundancia de estructuras antitéticas, la brillantez de su lenguaje y el poder y la variedad de su ritmo. He aquí, pues, una poesía mucho más compleja de lo que a primera vista parece, dotada, al mismo tiempo, de una gran fuerza emotiva y comunicadora.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Reportaje sobre Antonio Hernández en Diario de Córdoba

"Cuadernos del Sur", Diario de Córdoba, 24 de julio de 2010

Por Antonio Moreno Ayora

El envés del olvido

Calambur publica la obra completa de Antonio Hernández

Antonio Hernández, el poeta gaditano de Arcos de la Frontera que mereció el Premio Nacional de la Crítica en 1994, acaba de publicar lo que puede considerarse su obra poética completa —pues ha escrito también novela y ensayo— con el título de Insurgencias. Sin olvidar que el lector puede acceder a sus obras consultando cada poemario en la editorial que lo hiciera público, o examinar sus versos en las numerosas antologías donde el autor está presente, es ahora Calambur la que edita el conjunto de esos poemarios en dos volúmenes, con un prólogo de Francisco J. Peñas–Bermejo. Y de acuerdo con esa estructura Hernández —al que la crítica ha encasillado en la generación de poetas de los años sesenta o lo incluye (como hace Carmelo Guillén Acosta) dentro de la Tercera Generación del posveintisiete o esteticista— abre el volumen con su primer libro publicado El mar es una tarde con campanas (1965), Premio Adonais del año anterior.

En él se constatan ya varias de sus más frecuentes reflexiones líricas, sobre el amor (“qué hacer con estos ojos que se van / camino del momento en que nos vimos”), sobre el paisaje y sobre la infancia, que reaparece enseguida en el título siguiente de Oveja negra: “De repente en las cosas perdidas que fueron mi alma me encuentro llorando. / Hoy construyo de nuevo aquel largo paisaje de huerta y de viña”. La novedad que presenta este poemario en la edición de Insurgencias es que aparece ampliado con “los poemas que no salieron entonces” (en 1969). La fidelidad a su infancia y a sus orígenes (“Allá en el Sur, bajando por los montes / ... / había una joven que creció en su pena / como la oveja negra entre las blancas”) no solo está en estas páginas, sino también en las del nuevo libro publicado en 1978, Donde da la luz, que incorpora con rotundidad el sentimiento de su ser andaluz, y por eso “De Andalucía entera ilimitada / por los andaluces, escribo”.

En estos primeros poemarios se observa la utilización de versos blancos, de otros asonantados o consonantados, con aprovechamiento oportuno de rimas internas y de un recurso prolífico que es el encabalgamiento. Repitiendo esa riqueza métrica y estrófica, atento continuamente al ritmo y la musicalidad de la dicción, y volcando con mayor o menor claridad su biografía, da a conocer nuevos libros: cronológicamente los titulados Metaory, que viene a constituir una misiva lírica a Carlos E. de Ory exponiéndole su pensamiento sobre la creación poética (“El verso se hizo al hombre lo que la nube al río”) y hablándole otra vez sobre su infancia, el mundo y sus dificultades; Homo loquens; y Diezmo de madrugada, libro vibrante en recuerdos, agarrado a sentires doloridos y a constantes imágenes de la infancia: “Arcos era el espejo que al sol le daba hechura”; “Nunca hemos sido más / que cuando fuimos niños”. Puede afirmarse que nuestro poeta rumia el sabor de la nostalgia, de manera que en la emoción que corresponde a Con tres heridas yo (de 1983), tan simbólico ya en su título, llega a decir que escribe sobre “El destino del hombre que no busca / su plenitud sino en lo que se escapa”, si bien en Compás errante (de 1985) manifiesta, además de un estilo sin puntuación, sonoro y abarrocado, un acercamiento lírico al mundo andaluz del gitano y del flamenco, que es“grito que rompe todas las fronteras / en una cueva de Jerez o de Arcos”.

A los ocho poemarios ya reseñados del tomo primero de Insurgencias (con 484 páginas que cubren el periodo que va de 1965 a 1985) se añaden otros siete en el segundo, publicados por término medio cada dos o tres años. Así, de 1986 data Indumentaria, rótulo que de forma metonímica hace referencia a aquello que ha vestido al poeta en otro tiempo, que ahora es el tiempo del recuerdo que ha quedado ya atrás pero que retorna a sus propios versos, porque “Todo lo que regresa... /.../ suele turbar, ser cruz de enamorado”. Esto es lo que afirma en el tercer poema, mientras que en el siguiente se anota que todo se lo llevó el tiempo “Pero quedó el juglar”. Versos cortos, composiciones breves, ritmo ágil hay en este libro donde uno puede leer que “Lo triste no es ser viejo / y vivir / sino ser joven en la memoria”; un libro que en buena parte recoge asimismo el eco del sentimiento andaluz que caracteriza a Hernández: “Peña, río, casa, pueblo, / Andalucía lejana... / Son los latidos que tengo”. Y pasados dos años, en 1988, se da a la imprenta Campo lunario, sugestivo rótulo al que constituyen una veintena de títulos con versos y poemas extensos en buena parte –al menos en la primera del poemario– muy distintos a los de Indumentaria, ya que la amplitud de los versos aboca en un tono épico y una intención ensalzadora, con el objetivo lírico de manifestar y encumbrar la belleza inherente a ciudades como Córdoba, Cádiz o Sevilla. En ese concepto de belleza descansa en buena medida la filosofía de este libro, que sin embargo contiene una segunda sección con medidas y poemas más livianos que buscan adentrarse por muy diversos derroteros líricos, sin abandonar los reiterativos: “Nada de lo que muere deja olvido / sino raíces. Semilla es la ceniza”; “Quizás haber nacido aquí, / sobre esta roca electa de hermosura / que sonsaca el vacío”. Mayor unidad temática, sin embargo, hallamos después en Lente de agua, conjunto que rezuma un intenso amor a España comprendiendo que es este un país de grandezas y miserias de las que el poeta aspira a convertirse en cantor, escogiendo para ello episodios líricos –íntimos o históricos– que están muchos de ellos centrados en el territorio de Al–Andalus. Un sentimiento de temor, de adelantada nostalgia se esparce al unísono que unos versos que tienen sabor de leyenda, ornato de verdad, clamor de virtudes y de sufrimiento. De lances históricos, de recuerdos locales, de nombres afamados, de escenas literarias, se nutre un libro que aúna grandeza y desolación, espacio y belleza hasta decir: “comprendo que también / es más grande mi patria que mi tierra”. Las alusiones constantes al entorno familiar que hemos visto en libros anteriores se intensifican en los títulos siguientes. DeSagrada forma (Premio Jaime Gil de Biedma y Premio Nacional de Poesía de la crítica Española) ha escrito José García Pérez que “tiene pellizco el sabroso libro”. Refleja un viaje en tren que significa un encuentro con la memoria y el pasado, o sea, con los recuerdos, que evidentemente lo encauzan hacia Andalucía: “Me quedé en ella porque era hermosa y necesitaba su alegría”. De Habitación en Arcos hay que decir que es un colmado poemario compuesto de un poema inicial y de otras seis extensísimas composiciones que decantan la emoción de haber vivido ese paisaje natal que han habitado unos rostros y unas vidas que forman parte de la suya, pues “que no hay que buscar temas para hablar, / sino dejar que hablen nuestras sombras, / esto es, el envés del olvido”. Los dos últimos libros de poesía que aparecen reimpresos igualmente en Insurgenciasson El mundo entero (en el 2000 Premio Rafael Alberti, fue publicado en 2001 por la editorial Renacimiento y en 2007 reeditado por el Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes) y A palo seco (con primera edición en RD Editores de Madrid, también en 2007).

A partir de los versos largos y de los poemas extensos característicos, en El mundo entero se instaura un sentimiento de continua compenetración con la naturaleza o de íntimo apego al entorno, rasgos definidores de este libro peculiar también por su estilo ágil y su frecuente afán metafórico perceptible desde el primer poema: “(...) Un sorbo o un trago / en la infinita boca del abismo es el mar / y en la playa la arena un ala de la luna”. La agilidad o fluidez argumental se consigue asimismo con el recurso casi constante del encabalgamiento, del que se nos ofrece un amplio muestrario (“... igual que si ya hubiera / vadeado un gran río...”; “(...) entre las tierras como / un sello de correos entre dos corazones”). Y junto a estos rasgos debemos destacar, por un lado, el realismo detallista en las descripciones (“La playa cabrillea de neón y de vértigo, / se besan las parejas en la cruz de la sangre, / la luna llena hurga en la marea”), y por otro, un lenguaje que atiende tanto al discurso estándar como al registro de la publicidad que delata ese interés realista ya aludido: “23,00 horas. 25 grados. / Centro de estética Néfer. / Año internacional contra el racismo. / Ponga el triunfo en su vida / poniéndose Nivea”. Este realismo es, esencialmente, un punto de vista literario que testimonia el sentir vitalista y libidinoso del hombre (“Nunca se va más lejos que cuando se desea. / No hay más gloria que el vello si se eriza”), atestiguando a la vez que la vida es un eterno retorno en cuya vorágine lo humano se renueva y se repite, pues “todo transcurre rápido, mas nada / acaba de pasar (...)”. En esta idea de que todo retorna y todo se transforma está la base de las continuas referencias que el libro contiene sobre el tiempo y el recuerdo: “La memoria nos constituye / como la nube al río, la madera a la llama”.

Del entramado lírico surge a su vez el punto de vista de la reflexión o de la ironía, tan primordiales en el poemario: “(...) La tristeza es la luz / de la locura o ésta acaso la sombra de la pena”. Y en él tampoco está ausente la denuncia: “cómo amar la belleza donde escasez se llama, / donde muy cerca la abundancia fluye”; advirtiéndose que muchos de estos pasajes irónicos se sustentan, entre otros, en el procedimiento semántico de la antítesis: “¡Libre!, sí, a condición de no obtener / tal libertad hincado de rodillas”. En esta línea, al poeta le gusta señalar las contradicciones aparentes como símbolos de la existencia misma, que “nos da a probar / el amor, por ejemplo, y lo convierte en odio; / el vino, por ejemplo, y lo torna en vinagre; / la vida, por ejemplo, y la traduce en muerte”. En fin, los dieciocho poemas de El mundo entero inciden en un conjunto plural de emociones como la alegría, la soledad, los sueños, el desamparo o los pensamientos sobre la naturaleza y el cosmos.

El mundo entero viene a ser un diario lírico de vivencias, recuerdos y reflexión es (“Eso es, masoquista, ma–so–quis–ta / quien todos los días bebe agua habiendo vino”), siendo en ellas el mar un personaje imprescindible. Por eso es indudable que a la comprensión de ese mar, de su inmensidad y sus secretos, de su entorno cambiante ha tendido el poeta en este poemario del 2001, conectándolo así con sus títulos anteriores El mar es una tarde con campanas y Mare nostrum.

En cuanto a A palo seco, el día que se le presentó en la Real Academia de Córdoba, dijo su autor que significa un intento por “despojar al poema de toda retórica, ir a la esencia, para llegar al conocimiento de uno mismo”. Y es con esa primordial intención con la que ha agrupado en sus páginas a setenta y una composiciones de versos heterogéneos en cuanto al cómputo y la rima, aunque predominen los heptasílabosy endecasílabos frecuentemente combinados y ungidos con una musicalidad efectiva a partir de variadas conexiones fónicas internas. Con sencillez, con frescura, con espontaneidad, los versos van surgiendo matizados de actualidad y dibujando las preocupaciones del autor: el inmisericorde paso del tiempo, el sufrimiento humano, y sobre todo la ingrata soledad y el pesimismo de vivir sin esperanza y con eldesagrado de la vejez. Se hace evidente que lo único que salva al poeta, al hombre, es la emoción de la poesía, por eso busca “un libro hermoso de poemas para / espantar un poco la muerte. (Sólo / para eclipsarla)...”.

A palo seco reúne una poesía directa, de mensaje liberador y comprensible dicción, de humana apoyatura y de realidad vibrante. Aun cuando presente, por su condición estética, recursos como la antítesis, la paradoja, la metáfora o el paralelismo sumados a otros, lo que importa es que esta poesía está narrada sin artificio ni engaño, sin hipocresía, a palo seco, para que haga más estragos la emoción y la denuncia. Dice Antonio Hernández que su libro “es una metáfora de la soledad”, y la expresión vínica que la asume es precisamentela que él enarbola en su título, la de beber “sin tapas, a palo seco”, como también ha precisado.

El lector ya puede alegrarse por tener reunida en Insurgencias toda la poesía publicada —que son quince poemarios— por un andaluz que hace gala de ello y que lleva a su paisaje tatuado en el alma; un andaluz que ha sido traducido a diversos idiomas y que tiene una presencia constante en muchas antologías de la poesía española actual, con el mérito —subrayado por Jesús Bregante— de que “En sus versos, afronta el reto de romper con los moldes realistas desde una concepción simbólica del lenguaje poético”. Y aunque haya escrito mucho, seguirá haciéndolo para cumplir su palabra, que dice: “que yo estaré atareado en lo de siempre: / un poema y sus comas, el estallido / de cal de mi pueblo, los corazones / que invadieron mi pecho al conocerte”.

Entrevista con Guadalupe Grande

Odiel Información, 1 de agosto de 2010

Por Manuel Garrido Palacios

Programa sobre La casa roja, de Juan Carlos Mestre, en Radio 9

El pasado 10 de agosto el espacio "Aigua en cistella" de la radio pública valenciana, Radio 9, dedicó un programa entero a hablar sobre La casa roja, de Juan Carlos Mestre. Durante todo el verano, cada día se dedicaban a hablar por entero sobre un libro elegido por un invitado o invitada. En este caso el invitado es el ilustrador Miguel Calatayud (Premio Nacional de Ilustración 2009) que recomendó el libro de Mestre.

José Antonio Zambrano recibe el premio Extremadura a la Creación' 2010 a la mejor Obra Literaria de Autor Extremeño


José Antonio Zambrano asegura que no pasó nervios durante la pasada ceremonia de entrega de los Premios Extremadura a la Creación, uno de los cuales ha recaído este año sobre su libro 'Apócrifos de marzo'. No pasó nervios porque sólo suele inquietarse cuando le toca hablar en público y allí, en el escenario del Teatro López de Ayala, hasta consiguió abstraerse de la situación. «A mí se me disculpan mucho mis distracciones» explica con agradecimiento el poeta, que desempolvó para la ocasión el traje y corbata habituales que usa para estas ocasiones y suele extraer cada vez con preocupación del armario por si se le ha quedado pequeño.
José Antonio Zambrano ha dicho que su trabajo de poeta ha ido siempre encaminado a la búsqueda de las palabras exactas para el verso y esa esencialidad de su escritura es subrayada por quienes comentan su poesía. Con el paso del tiempo, el poeta ha llegado a un verso desembarazado de toda hojarasca en el que recoge la quintaesencia de las palabras ensayadas para expresar su pensamiento y no le pesa siquiera que hasta ahora su obra no hubiese recibido grandes reconocimientos. «¿Qué el premio debió llegar antes? No lo sé, la verdad», contesta.
En los resúmenes que daban cuenta de las razones del premio se hablaba de su primera época poética, a la que se calificaba de neopopulista, hasta su poesía actual. José Antonio Zambrano no rechaza la calificación y traza un somero resumen de la evolución de su escritura, que le ha llevado a la búsqueda contumaz de la palabra exacta para el poema.
«Yo empecé con canciones recogidas en poemarios solitarios -explica-. Me refiero al primer libro que publicó Universitas que es 'Canciones y otros recuerdos', donde se viene hablando de neopopulismo. Posteriormente aparecen 'Sonetos' y luego' El libro de las murmuraciones', que es donde se inicia el cambio. Lo que ocurre es que yo luego publico en la editorial Alcazaba 'Poemas de la espera y el canto' y vuelvo a las canciones blancas por esa época. Volver a las canciones de nuevo, después de publicar 'El libro de las murmuraciones', parecía una vuelta atrás aunque para mí no lo era, porque era una situación producida por una emoción extraordinaria (el nacimiento de su hijo) y volví a las canciones, que era el formato más adecuado para lo que yo pretendía decir. Posteriormente hay una serie de libros ya muy citados y el cambio va sucediendo por motivaciones concretas, por lecturas, por profundizar en la poesía del conocimiento y en Valente, Claudio Rodríguez, Ángel González. Ángel González fue un elemento providencial para mí, para hacer desaparecer toda esa hojarasca y retoricismo que conllevan 'las murmuraciones'. Todo eso tiende a desaparecer».
A partir de ahí comienza el mano a mano implacable con las palabras para este escritor que se define como «extraordinariamente meticuloso con el verso» y que se angustia, escribe muchas veces, corrige y busca el término exacto que no podría ser sustituido por otro.
«Todo eso que acabas de decir es cierto. Es un trabajo ímprobo. Yo soy extraordinariamente meticuloso con el verso, que pide una palabra concreta, no sinónimos ni nada parecido, sino su palabra. Y eso conlleva reescribir de forma sistemática».
José Antonio Zambrano reconoce que medita mucho antes de ponerse a escribir y explica que eso no tiene nada que ver con una actitud religiosa, sino que es más bien una forma de vivir la vida.
Los 'Apócrifos' de marzo han sido publicados Calambur, editorial que sacó en primer lugar su libro 'Después de la noche' , seguido luego de 'Treinta minutos de libertad'. Se trata pues del tercer libro con Calambur lo que hace de Zambrano «un hombre de la casa» que se siente muy contento «porque el tratamiento editorial es magnífico».
Las habitualmente poco abultadas cifras de venta de la poesía evitan a los autores el estrés de estar pendientes de unos resultados sobre los que se incide más cuando se trata de otros géneros literarios. Eso le viene muy bien a un Zambrano que se inclina a evaluar más bien el tratamiento con que un libro sale al mercado que sus ventas.
«Nosotros estamos exentos de ese tipo de asuntos -explica-. Aunque firmas un contrato no me preocupo en absoluto. ¿Qué derechos de autor se pueden obtener de una edición de poquísimos ejemplares? Me preocupa que la edición me guste y que merezca la pena desde el punto de vista técnico. Que se mime el tratamiento del verso. Y ellos lo hacen».

http://www.hoy.es/v/20100914/sociedad/zambrano-busqueda-palabra-esencial-20100914.html

martes, 14 de septiembre de 2010

Reseña de Hotel para erizos, de Guadalupe Grande, en Diario de León

Diario de León, 14 de agosto de 2010

Hotel para erizos

El aullido | Luis Artigue

Un hotel para erizos somos y así no s lo hacen saber los poetas, esos seres dotados para una autoindagación que nos concierne-¦ En este sentido Guadalupe Grade (Madrid, 1965) posee una delicada forma de decir. Esa ponderación se llenó de ímpetu y de argumentada fuerza en su primer poemario, El Libro de Lilit , un texto erudito y a su modo rebelde en el que la autora realiza y propone un viaje en busca de la propia identidad, de la independencia y de la íntima verdad, construido más desde el femenino ámbito de la búsqueda que desde el de la militancia.

Con su siguiente libro, La llave de niebla , su mirada y su punto de foco poético se desplazaron acaso para no centrarse estrictamente en ella misma sino ya en la ciudad como ámbito y como metáfora -la ciudad familiar y la ciudad despersonalizada, la que cobija y la que ofrece soledad-, proponiendo desde ahí una visión del mundo y de la vida imbuidas, en ciertos poemas, de la finura moral de la poesía social más confesional.

Ahora, editado por Calambur, llega a las librerías su tercer poemario sugerentemente titulado Hotel para erizos , el cual, al apostar más por las indagaciones que por las certidumbres, supone un cambio en el lenguaje poético de esta autora, pero no en su discurso-¦ Es un reto: los versos de Guadalupe Grande se nos han adensado ante los ojos acaso para que nuestra mirada sea más penetrante (a veces las palabras carecen del significado suficiente, y por eso existe la poesía).

Siempre ha habido en el la voz de esta poeta un decir que oscilaba entre lo narrativo y lo fragmentario, pero en este nuevo libro -que lleva dentro las variaciones de su plaquette Mapas de cera-, aunque lo narrativo parece mostrarse de forma más acusada en la primera parte, sorprende en conjunto ese lenguaje nuevo en la trayectoria de Guadalupe Grande, salmódico en su fraseo, acumulativo en sus significantes, brillante en su selección de resonante vocabulario -una cuidada selección que apuesta más por los alusivos sustantivos que por los adjetivos-, con una imaginería panteísta y casi onírica a veces, con no pocas referencias musicales, y con casi cada versículo trufado de abstracciones, audacia metafórica, aparentes automatismos e impregnaciones fantásticas. Son versos, en mi opinión, aparentemente cifrados aunque sin abandonar en conjunto -”si es que se puede abandonar alguna vez del todo-” el terreno del llamado realismo.

Más que un cambio radical en su quehacer poético Guadalupe Grande logra un intensificado compendio de su mundo. De hecho esa inicial visión universalizada de la femineidad de Libro de Lilit toma aquí categoría más social en poemas como Tratado de la medida , Meditaciones en la antesala », Gatas pariendo y Post scriptum para un poema borrado por ejemplo; y la ciudad como ámbito tan referencialmente familiar como lacerantemente inabarcable de La llave de niebla impregna otros poemas como, por ejemplo, el titulado Pórtico . Pero es acaso el poema Variación de los mensajeros el que concentra y nos ofrece la clave del título y del libro: «Llega el erizo con una lágrima en cada espina»... Los erizos, los recuerdos espinados, puntiagudos, como elocuente espejo de lo ido-¦

Un hotel para erizos somos: leer es comprendernos; comprenderlo.

http://www.diariodeleon.es/noticias/noticia.asp?pkid=547028

Reseña de Un único día, de Jesús Hilario Tundidor, en iCat Radio


El blog de Jordi Cervera, iCat Radio, 29 de julio de 2010

L'editorial Calambur publica "Un único dia", dos volums que recullen tota la producció del poeta de Zamora Jesús Hilario Tundidor.
Nascut l'any 1935, va estudiar magisteri i geografia i història, i es va convertir ben aviat en un poeta força interessant, que ha anat depurant la seva veu fins arribar a assolir un compromís amb tot el que l'envolta, aconseguint una obra sòlida que Natalia Carbajosa, la responsable d'aquesta edició, estructura en dues grans etapes creatives i també vitals.

La primera "Borracho en los propileos" va del 1960 al 1978 i inclou, a més de "Junto a mi silencio", el llibre que li va permetre guanyar el premi Adonais, totes les seves obres inicials, del tot impossibles de trobar. I la segona, agrupada sota el títol de "Repaso de un tiempo inmóvil", va del 1980 al 2008 i recull tota la maduresa sòlida del poeta, aquesta dialèctica entre una imaginació creadora i la realitat de l'home contemporani. El recull, a més, es tanca amb un inèdit "El holocausto de los huracanes" que arrodoneix encara més aquesta mirada panoràmica i exhaustiva al voltant de la seva manera d'entendre la poesia.
"Un único dia", dos volums que inclouen l'obra completa i un inèdit de Jesús Hilario Tundidor. Publica Calambur.

http://blogs.ccrtvi.com/jordicervera.php?itemid=33818

Reseña de Un trabajo nocturno, de Xavier B. Fernández, en El Correo Gallego

El Correo Gallego 
12 de agosto de 2010
Ulises y el viaje nocturno

Un trabajo nocturno, Xavier B. Fernández Calambur Narrativa, 2010, 256 págs. 20 €

JOSÉ MIGUEL GIRÁLDEZ

el XII premio Río Manzanares de novela, que ha sido publicado recientemente por Calambur, en su colección de Narrativa, incide en las tramas negras, en los cuerpos que atraviesan la noche y en las miradas urbanas poco amables, aunque suficientemente creíbles. He aquí una novela fieramente urbana, que juega por supuesto con la Odisea, con Ulises, con Homero, y, ya puestos, hasta con James Joyce. No por el lenguaje, desde luego, aunque sí por las referencias. Xavier B. Fernández aborda en Un trabajo nocturno una de esas historias cargadas de dureza y metalurgia, llena de sombras y de mucha noche, vertiginosa y bastante directa. No se anda el autor con exceso de envoltorios narrativos, ni con prolegómenos, sino que mete al lector de hoz y coz en el meollo del asunto, en el oscuro asunto. Y es el diálogo el que ejerce, con calculada maestría, de auténtico elemento articulador de la historia. En efecto, Fernández domina el diálogo labrado a golpe de cincel. El resultado es un viaje sobre el lomo de la noche barcelonesa, en el que se puede apreciar con nitidez el peligro que corres si te abrazas a las tinieblas. Pero esta nocturna fascinación da buenos resultados, y, al homérico modo, asistimos al viaje de un Ulises a la deriva que no pensaba ni por asomo en convertirse en héroe. El oficio de tinieblas que le proponen no es otro que encontrar al hijo del jefe de la fábrica para la que él trabaja en uno de esos múltiples círculos infernales de la noche. En lugar de volver plácidamente a casa, Ulises aborda el oleaje de una Barcelona nocturna que va a ofrecerle el aroma del peligro, el ruido y la furia. Fernández parece controlar en todo momento una trama oscura pero bien llevada, gobernada a golpe de diálogos que son, de lejos, su arma más poderosa.

http://www.elcorreogallego.es/tendencias/ecg/ulises-viaje-nocturno/idEdicion-2010-08-12/idNoticia-578739/

Javier Lostalé en Enclave (Revista Cultural)


Javier Lostalé regresa con 'Tormenta transparente'

El poeta palentino afincado en Madrid publica un nuevo poemario

Amor, poesía y Javier Lostalé

Imagen: J. A. G.
Texto: Anna Sanz

Casi una década después de ofrecer su poesía reunida, Javier Lostalé acerca a los seguidores de la poesía un libro intenso y profundo: ‘Tormenta transparente’. El propio autor califica “intimistas” unos versos que llevan el amor “al límite de lo amado”.


El título puede verse definido por la doble vertiente temática: “por un lado tormenta; por otro, quietud”. A pesar de la intensidad, Lostalé confirma que prefiere los poemas de emoción contenida, que no se desborden, dueños de “un fuego oculto”.

En la conversación que ofrece Enclave Revista, habla también de su origen palentino, fugazmente de su obra y deja caer la reedición de ‘Hondo es el resplandor’, un libro en el que mantiene un diálogo con las cosas.

Noticia completa, con poemas y vídeos del autor:

http://www.enclaverevista.com/libros/articulo.php?id_articulo=1941