lunes, 22 de marzo de 2010

Reseña de Aquelarre de sombras, de Javier Villán

Por Julia Sáez Agudo


Periodista inteligente en la crítica de teatro y de los toros en el diario “El Mundo”, Javier Villán cultiva la poesía de modo continuo y libre sin adscripción a grupo alguno, de ahí su singularidad. Actualmente ha publicado “Aquelarre de sombras” en la editorial Calambur, una poesía elegíaca sobre el paso del tiempo, la vida, su sombría expectativa y el cuerpo como decadencia inexorable.
“La frente contra el muro” fue el primer título poético de Javier Villán (Torre de los Molinos. Palencia, 1942), al que siguieron otros libros. Su poesía esencial se encuentra recogida en “El corazón de la ceniza (Antología poética, 1975-2006)”, igualmente editada por Calambur.

El libro se abre con un texto curioso, significativo para el autor: la entrada de un murciélago en la estancia doméstica en la madrugada de un frío final de agosto, sin que el siniestro animal acertara a salir y chocara una y otra vez contra los cristales. Como un presagio negro lo interpreta el poeta y las páginas siguientes abundan en el desconcierto de insomnios, fantasmas y sombras.

La portada del libro es un diseño gráfico a partir del grabado “Las resultas” de la serie “Los desastres de la guerra” de Francisco de Goya, el mismo artista que tituló una de sus obras como “El sueño de la razón produce monstruos”.

Coloquio del Cuerpo y las Sombras
Los poemas se recrean en las Sombras y el Cuerpo como protagonistas intensos de un coloquio de incertidumbre, dolor y desesperanza. “Sombra sabia: Vengo desde remotos tiempos y lugares. No hay planicie ni cóncava espesura que no haya recorrido. Cuerpo amado, siempre me diste cobijo, eras selva fresca y umbría”.

El poemario va dedicado a “Ana, que intentaba ahuyentar las sombras y le nacían estrellas en las manos”.

“Cuerpo solo: ¿Sólo el silencio es mío ¿Sólo la niebla? ¿Sólo un fantasma que no tiene humana consistencia?”
El poeta termina diciendo en un cerrado paréntesis: “(Y el cuerpo definitivamente calamitoso se negó a toda controversia. Logró dormirse al fin y, al despertarse otra vez, eligió seguir viviendo…)”

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