lunes, 6 de julio de 2009

Reseña: Las rosas de la carne


MANUEL FRANCISCO REINA

Las rosas de la carne

104 págs., 2009

ISBN: 978-84-8359-153-6

10,00 € (con IVA) 

 

ABCD las artes y las letras, 4-10 de julio de 2009 


Celebración 


Manuel Francisco Reina (Jerez de la Frontera, 1974) es autor de una obra amplia y variada que tiene a la poesía como eje y núcleo generador. Su último poemario, Las rosas de la carne, representa un importante paso en su interesante trayectoria poética. Se trata de un libro de carácter unitario en torno a ese gran símbolo de símbolos que es la rosa. Estamos, por tanto, ante un verdadero tour de force, ante un reto del que el autor sale, una vez más, victorioso. El libro aparece organizado en tres partes con una especie de poema-prólogo, “Celebración de la carne”, en el que el yo lírico deja muy clara su actitud: “Para no hacer de la vida una elegía / (...) / canto el goce vivo del espelendor de los cuerpos. / Alabo el milagro de la materia que somos...”. 


La primera sección, “Naturaleza de la rosa”, indaga en el alcance y el significado –plural y contradictorio– de la rosa (“Porque los símbolos son el tótem de los hombres”), en sus diferentes caras y aspectos, en sus numerosas trampas y peligros (“Cepo seductor de fieras nobles, casi extintas; / corazón omnívoro de belleza / en el que caen todos los que de veras aman”) y en su compleja genealogía. La segunda, “Las rosas de la carne (No se engañen las rosas)”, se centra en el deseo con todas sus aristas (“Teoría del deseo”), y en el amor como juego y como conocimiento carnal. Al final, ésta es la “única certeza” en medio de tantas dudas: “La única certeza de mi vida / es que mis días sean como rosas; / émulos de estas flores de verano / que arden en sí mismas como estíos”. 


En la tercera, “Exhumaciones”, el yo lírico se adentra, sin melancolía, en la memoria del deseo (“Con idéntico frío del forense / paso el metálico escalpelo por la memoria...”), al tiempo que se muestra consciente de las continuas mudanzas del amor y de su gufacidad (“Cadáveres de rosas”). La obra concluye, de forma significativa,  con el poema titulado “La rosa resurrecta”: “Entraste en mi casa confiado y sereno / como nuevo presagio de fortuna y de dicha, / y me brotaron yemas en las ramas marchitas...”. Como en el libro anterior, La lengua de los ángeles (2006), en Las rosas de la carne ha logrado amalgamar —en síntesis armoniosa— el Renacimiento y el Barroco gongorino, el formalismo y la libertad y desnudez expresivas, lo profano y lo místico, lo mundano y lo religioso, el cuerpo y el espíritu, y, lo más importante, las grandes tradiciones amorosas  y la propia indagación personal. Sus versos nos ofrecen el nombre y la carne de la rosa.  


LUIS GARCÍA JAMBRINA


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